Después de 25 años de que Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela, todo indica que su movimiento ahora encabezado por Nicolás Maduro quien lleva 10 años en la presidencia, está viviendo momentos críticos después de la elección del pasado domingo cuyos resultados, según el Consejo Nacional Electoral -controlado por el chavismo como prácticamente todas las instituciones públicas incluyendo al poder legislativo y judicial-, dan como ganador al actual presidente con el 51.2% de la votación contra 44.2% del candidato opositor Edmundo González Urrutia, pero solo con el 80% del cómputo y sin que haya presentado las actas que así lo acrediten como lo establece la misma ley orgánica de procesos electorales, provocando múltiples cuestionamientos.
Lo primero que llama la atención, es que el organismo electoral se haya apresurado a anunciar resultados sin contar con los datos de la totalidad de las mesas de votación, sobre todo tratándose de una elección cerrada cuyo resultado podría modificarse con el cómputo del 20% restante. También el hecho de que el oficialismo haya tenido que reconocer que casi la mitad de quienes acudieron a la urnas votaron por la oposición dice mucho, pues sobran indicios que apuntan a que en diversas ocasiones han manipulado los resultados y es evidente que han intentado todo lo que ha estado a su alcance para impedir el triunfo de la oposición.
Esto quizá permita inferir que la votación opositora fue mucho mayor que la anunciada como lo sostiene María Corina Machado, quien afirma que de acuerdo con las actas que lograron reunir, ganaron por 70% de los sufragios contra 30% de Nicolás Maduro, lo que coincide en mayor o menor medida con lo arrojado por diversas encuestas serias realizadas antes de la jornada electoral así como por las encuestas de salida que daban a la oposición una ventaja de al menos 25 puntos. Pero si realmente el chavismo está tan seguro de su triunfo, no se entiende porque no se transparenta la elección y exhiben las actas de escrutinio de las alrededor de 30 mil mesas de votación como han exigido organismos internacionales y cada vez más países.
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Sin embargo, su reacción incrementa las dudas sobre la integridad de los comicios presidenciales con el endurecimiento de sus posiciones acompañadas de discursos incendiarios contra el que llaman comando fascista, así como la persecución de opositores llegando al extremo de pedir en la Asamblea Nacional que metan presos a Machado y González Urrutia, la presión a organizaciones de derechos humanos y a intelectuales quienes incluso han sido amenazados públicamente por el Fiscal General, o la expulsión de representantes de países que no han reconocido el triunfo de Maduro.
Hay que recordar que en enero de este año, el Tribunal Supremo de Venezuela confirmó la inhabilitación por 15 años para postularse a cargos públicos de elección popular impuesta a María Corina Machado por la Contraloría General -supuestamente debido a su apoyo a las sanciones de Estados Unidos así como a Guaidó quien se proclamó como presidente interino en 2019 acusando fraude en las reelección de Maduro-, con lo que mañosamente evitaron que pudiera contender en estas elecciones siendo la principal dirigente opositora, y solo permitieron que alrededor de 2 de las 7.7 millones de personas exiliadas por la situación económica y política de su país pudieran votar este año, además de negar la entrada a observadores internacionales que no eran afines al régimen chavista.
No obstante todo indica que, ante la inconformidad por las condiciones de pobreza en que vive más de la mitad de la población, la precariedad en el acceso a servicios públicos y las violaciones a derechos humanos que han provocado una disminución en el apoyo al oficialismo, en esta ocasión no será tan fácil que el pueblo venezolano se resigne a aceptar sin más una nueva reelección del presidente Maduro si no se transparenta al máximo y verifica imparcialmente lo sucedido en las elecciones ya que, como lo señaló el presidente de Chile “el régimen de Maduro debe entender que los resultados que publican son difíciles de creer”. Quizá finalmente ha llegado el momento en que Venezuela se libere del populismo autoritario.