CAMBIO DE SEXENIO

El último verano

Tendremos una presidencia distinta porque será distinta la persona que gobierne. | Carlos Gastélum

Escrito en OPINIÓN el

El verano termina este año a finales de septiembre, junto con el fin de la presidencia de López Obrador y la aprobación de varias reformas constitucionales en el Congreso antes de que Claudia Sheinbaum llegue al poder. Será, en más de un sentido, el último verano de muchas realidades que vivimos como mexicanos.

Quizás la más inmediata es la historia de un gobierno cuyo tiempo se extingue. Más que presidente que se retira de sus funciones, es dejar atrás seis años de estilos de gobernar que solamente puede definir la persona que manda desde Palacio Nacional. Estos estilos, únicos e irrepetibles, despertaron todo tipo de sentimientos.

El fervor de un obradorista viendo a su líder enfrentarse como ningún otro a neoliberales y conservadores; la ansiedad o coraje de los convencidos sobre una ruta puesta hacia el modelo venezolano; o el pánico de un secretario de Estado que se enteró por la mañanera que tenía encargos no previstos.

Aunque la presidenta electa deslice algunas primeras similitudes de continuidad, como el oficio tempranero de seguridad y comunicación, o la voz que modula en la plaza pública, estas semejanzas importarán menos cuando defina su estilo propio una vez sentada en el poder.

Y es que las personas, los contextos y los tiempos cambian: nuevos equipos, nuevas oportunidades, nuevos problemas, nuevos errores, nuevos aciertos. Mutar es la constante, y tendremos una presidencia distinta porque será distinta la persona que gobierne. Que si esa presidencia será mejor o peor, o que si tendrá que sortear personajes heredados del pasado, es ya otra conversación.

En este verano también diremos adiós a muchos arreglos legales e institucionales una vez que se aprueben, en septiembre, las reformas a la Constitución. Es menos claro cuántas habrán de pasar, quizás más de las que imaginamos, que la certeza de que algunas de ellas sí o sí habrán de avanzar.

El foco se ha puesto en la reforma al Poder Judicial, pero también hay muchas otras cuya sola aprobación bastaría para redefinir el rumbo del país en distintas vías. Reinsertar la lógica pública a las empresas del Estado o compactar los órganos autónomos a la lógica de las dependencias federales, por ejemplo, tienen también efectos profundos y de largo alcance.

Tal vez sepamos ya lo que se va a aprobar y nada cambie en las próximas semanas. Ya nos habremos de saludar con el vecino en la fila para votar a ministros, jueces y magistrados. Quizás se aprueban todas, quizás solo algunas, pero por la dimensión y alcance de las reformas constitucionales, lo que es evidente es que la manera en que pensamos el Estado Mexicano no volverá a ser igual.

Podrá ser mejor o peor. Un ensayo donde algunas cosas funcionaron y otras no. O podría ser tan novedoso y útil que marque la pauta de cómo repensar el poder público en el mundo, y nos vuelva los genios de la ciencia política global. O, quizás, todo quede ahí, administrándose aciertos y errores parciales, hasta los próximos veranos donde los ciclos terminen y resurjan bajo la regla perpetua del cambio.

 

Carlos Gastélum

@c_gastelum