La representación de una vírgula en los códices prehispánicos junto a algunos personajes significaba que tenían el don de la palabra, esa posibilidad de lograr una expresión oral con influencia en otras personas y la posibilidad de condensar el conocimiento de una cultura, de su entorno, de la historia, de los vínculos espirituales y de toda la sabiduría de un pueblo transmitida a través de las voces a lo largo de siglos.
Por lo tanto, no a cualquier persona o personaje se le colocaba dicha vírgula. Algunos de los que nos han llegado noticias es Nezahualcóyotl, el denominado rey poeta, quien afirmaba “No acabarán mis flores, no cesarán mis cantos. Yo cantor los elevo, se reparten, se esparcen”, augurando su trascendencia hasta nuestros días.
Pero más allá de eso, no sólo auguró la trascendencia de sus versos, posteriormente recopilados, sino la de muchas lenguas de muchas regiones del país que aún perviven y no han sucumbido a pesar de la falta de políticas nacionales para un mayor impulso y uso de las mismas. Situación que no ha mermado el espíritu de muchos pueblos por continuar explicándose el mundo en sus propios términos, en su propia lengua, bajo sus propios conceptos, muchos de los cuales, no podrían encontrar cabida en otro sistema lingüístico.
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Esa necesidad no sólo es cosmogónica, sino artística, pues hay personas hablantes de las más de 60 lenguas aún existentes en el país que las han elevado más allá del hábito de lo cotidiano para ser sus vehículos de expresión y de moldeado debido a que es a través del manejo de las mismas, con una perspectiva creativa y plástica que se dicen y se escriben versos en múltiples sentidos, a favor de las emociones, de las riquezas de los entornos,…
Y también como un acto político, como lo advierte la lingüista ayuuk, Yásnaya E. Aguilar, investigadora e impulsora del reconocimiento a la diversidad lingüística, al asegurar que es a través del uso de la lengua y de la palabra que se construye un común entre las personas.
Esa palabra, que como bien describe la poeta mixteca Celerina Patricia “camina silenciosa en la noche, para amanecer en el pensamiento profundo del lenguaje, de una mañana contenida en la jícara de la historia, pasar como diáspora de colores y pintar a la humanidad”.
Desde aspectos como la cotidianeidad descrita por Alberto Gómez, de la zona tzotzil de Chiapas, quien describe un trayecto entre comunidades en una combi, sobre caminos que parecen interminables, o el desarrollo de labores de albañil, quien acaricia el cemento o construye una casa como si hiciera el amor.
La definición de la esencia de un pueblo, como el descrito por Alfredo Ozuna, yoreme de Sonora, cuyos versos equiparan a su pueblo con el mar, a ese líquido cristalino ondulante, transparente, igual de traslúcido que el alma de su cultura y de sus comunidades, o Cristina Gonow, al describir la forma en la que el mar se limpia solo. Un canto al viento de Esteban Ríos para hacer un llamado a abrir los ojos.
Las reflexiones sobre el silencio de la poeta chontal Angela Cordova, o las de Antonio López, quien afirma tajantemente “sí, somos indios” al explicar que todos los días, renacen de la noche, o las odas al maíz de Armando Sánchez, quien desde la cosmovisión tzeltal, resalta la relevancia del mismo en la vida comunitaria y en la historia de su pueblo, pues los conocimientos sobre el mismo se heredan de voz en voz, de generación en generación. También el canto mazahua a los migrantes de Bartolomé Segundo por el que les pregunta si de verdad estarán mejor en otro lado que en sus pueblos.
La muerte y esos viajes entre el mundo de los vivos y de los muertos, entre los dioses y los humanos versados por Baltazar Silvestre en jacalteco o la metáfora del eco en el pozo de Briceida Cuevas de la península de Yucatán o las formas de ser mujer en la cultura totonaca dibujadas con letras por Cruz Alejandra Lucas y el mismo ejercicio realizado por Guadalupe Hernández en la cultura purépecha o el aliento a las juventudes de Delfino Hernández al decirles “te espera un ancho y hermoso camino”.
Todas estas ideas poéticas contenidas en la antología ”La insurrección de las palabras” (FCE, 2024), compilada por Hermann Bellinghausen, y única en su tipo, debido a la posibilidad de reunir fragmentos de la obra de más de 60 poetas contemporáneos, cuyo uso de sus lenguas originarias, ha trascendido el cotidiano para dar paso al arte, a la poesía, al canto ontológico y trascendental, y a la arena política para afirmarle al mundo que existen, que su cultura está viva y que la defenderán por medio de la palabra para que siga trascendiendo tiempos y espacios.
En la víspera del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, a conmemorarse el 9 de agosto, cabe recordar que las expresiones literarias en lenguas indígenas adquieren cada vez más espacios, aunque no tantos como se quisieran, por lo que se debate sobre la apertura de más posibilidades para publicación y divulgación de las mismas, así como la pervivencia de estímulos creativos para que continúen las producciones artísticas en la materia, pero sobretodo, las culturas resistan a través de su lengua los embates de nuestra época.