Una de las principales características de los Juegos Olímpicos en la antigüedad era la suspensión de cualquier conflicto para poder llevarse a cabo en un ambiente de paz y de concordia. Esa tregua fue uno de los aspectos que hizo relevantes a esta serie de competencias deportivas en las que se promovía el perfeccionamiento de diferentes habilidades y el cuidado del cuerpo, así como la participación más allá de los resultados y una armonía entre los diferentes pueblos.
En aquella época, cada cuatro años se convocaba a todos los pueblos de la antigua Grecia a la ciudad de Olimpia para los festejos a Zeus y a llevar a sus mejores elementos para competir en algunas carreras de velocidad, lucha cuerpo a cuerpo, peleas de box, entre otros. Todo era festividad y las animadversiones quedaban a un lado. Un deseo que se intentó replicar a partir de 1896 con la instauración de las competencias olímpicas modernas.
En su época moderna, ya en esta etapa tardía, se ha insistido en retomar estos ideales de paz y de concordia entre naciones, después de que las competencias olímpicas estuvieron plagadas de boicots y de prohibiciones con base en ideologías políticas. Cabe recordar que entre los 60 y los 80, el interés por parte de varias naciones era mostrar el dominio de sus sistemas económicos y políticos, por lo que, el muro existente entre el capitalismo y el socialismo se trasladó a los campos deportivos.
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Tanto Estados Unidos como la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se enfrascaba en el dominio del medallero a fin de establecer un ganador, que simbólicamente, no sólo era un vencedor deportivo, sino que, también político. La escalada fue tal que en 1980, la delegación estadounidense no acudió a los Juegos Olímpicos en Moscú en 1980 y la delegación soviética no se presentó a los de Los Ángeles 1984.
Anteriormente, hubo otras polémicas como el uso de la justa deportiva para diseminar la propaganda del régimen nazi en 1936 o el atentado contra atletas israelís en 1972 en Munich. Aunque también momentos de reivindicación política como cuando en el estadio Olímpico Universitario de la ciudad de México, en 1968, los velocistas norteamericanos Tommie Smith y John Carlo alzaron su puño con un guante negro durante una ceremonia de premiación para cuestionar el racismo en los Estados Unidos.
Como un punto de inflexión, en 1992, durante la inauguración de la justa olímpica en Barcelona, se hizo un llamado a retomar el espíritu olímpico de la paz y la concordia. Una tarea asumida a nivel internacional por el propio Comité Olímpico Internacional para impulsar el deporte y el espíritu del juego limpio con la finalidad de promover ideales como el respeto, la comprensión, la tolerancia y la coexistencia.
A propósito de los 32 años de ese llamado, en medio de una nueva edición de los Juegos Olímpicos, ahora albergados en la urbe parisina, surgen cuestionamientos sobre el papel del deporte, de quienes lo practican y de quienes están al frente de la organización de las grandes justas deportivas. Además de que a poco más de dos mil kilómetros, alrededor de 20 horas de manejo, de la sede olímpica, Ucrania vive una invasión militar por parte de Rusia, y un poco más lejos, un cerco inhumano en Palestina. Sin dejar de lado decenas de conflictos en varias regiones del planeta.
En el caso de quienes organizan, de los comités y las federaciones, han quebrantado ese espíritu olímpico en las últimas décadas al otorgar sedes de eventos de relevancia, unos Juegos Olímpicos de Invierno y un Mundial de Fútbol, a países en los que las vulneraciones de derechos humanos están documentadas por varios organismos internacionales. Rusia y Qatar respectivamente, donde, hasta el día de hoy, hay un rechazo a las expresiones de diversidad. Además de que el primero mantiene una guerra y el segundo aún no permite la igualdad entre personas, entre hombres y mujeres.
En el caso de quienes practican el deporte, recientemente, al calor de otras competencias como la Eurocopa o la Copa América, han surgido polémicas como una serie de cánticos entonados por integrantes de la selección argentina en contra de miembros de la selección francesa, aludiendo a sus orígenes étnicos, a la composición multicultural de la nación europea y a los vínculos de un integrante del equipo con una mujer trans. Durante una celebración de la selección española se aludió a la pertenencia de un territorio. Un integrante de la selección turca festejó una anotación haciendo un símbolo ultra nacionalista. Entre otras situaciones igualmente reprobables.
Sin dejar de lado el gran número de denuncias por acoso y abuso sexual cometidos por directivos, entrenadores, compañeros, entre otros actores, hacia niñas, adolescentes y mujeres, quienes viven con la ilusión de exponer sus talentos, pero que se ven expuestas a estas conductas, por las cuales, desafortunadamente, muchas desisten de continuar la práctica de su disciplina favorita.
En abril pasado, el lema del Día Internacional del Deporte fue “el deporte como instrumento para promover sociedades pacíficas e inclusivas" y se hizo alusión a la relevancia de la realización de actividades deportivas para contribuir a la consecución de algunos Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, entre ellos, el desarrollo y la paz, en cuanto a la promoción de la tolerancia y el respeto, el empoderamiento de las mujeres y los jóvenes, tanto a nivel individual como comunitario, así como las contribuciones a la salud, la educación y la inclusión social.
Por lo tanto, el deporte representa una esperanza ante la polarización ideológica existente en el mundo; las crisis migratoria, climática, económica y de desplazamiento forzado; las grandes brechas de desigualdad económica, social y de género; los entornos violentos; los conflictos armados. Sin duda, como hace miles de años, se requiere de un llamado a la concordia y a la paz para buscar soluciones conjuntas a problemas comunes.
“Citius, altius, fortius” (más rápido, más alto, más fuerte) es el lema del olimpismo en la modernidad para incentivar a las y los atletas. Espíritu que podría trasladarse a cada persona para dar su mejor esfuerzo en cualquier actividad que realice y obtener una medalla invaluable para sus vidas, un mundo mejor.