DÍA NACIONAL DEL BIBLIOTECARIO

La necesidad de las bibliotecas

Es urgente el replanteamiento de la función de las bibliotecas, de estimular la lectura y la reflexión, y como señala Roberto Calasso, de encantar a las personas en el placer de leer. | Leonardo Bastida

Escrito en OPINIÓN el

Cómo ordenar una biblioteca fue una de las preguntas planteadas por el pensador italiano Roberto Calasso hace algunos años. Por la época en que vivimos, la pregunta nos podría parecer obsoleta ante la gran cantidad de recursos digitales existentes, que prácticamente no ocupan espacios físicos y nos otorgan la posibilidad de consultar un sinfín de obras escritas sobre diversos temas e intereses. 

Pero incluso, cabría la posibilidad de pensar cómo poder ordenar esa biblioteca digital y no almacenarla de manera azarosa. Provocando un regreso a la pregunta de Calasso de los criterios a establecer para lograr dicho orden. Sobre todo, pensando en que su acomodo sea útil para quienes le vayan a consultar. No sólo en términos de obtener la información deseada sino de despertar el interés y la curiosidad para seguir investigando y leyendo sobre determinado tema o de descubrir nuevos tópicos durante la consulta. 

Esa magia es la descrita por el autor italiano en su ensayo “Cómo ordenar una biblioteca” (Anagrama, 2021), y que recordamos este 20 de julio, Día Nacional del Bibliotecario, a dos décadas de haberse conmemorado la efeméride por primera vez en el país, para recordarnos la relevancia de la existencia de las bibliotecas, desde la que se puede formar en casa con libros de colecciones vendidas en los puestos de periódicos o a partir de los adquiridos para las tareas escolares hasta los grandes acervos de instituciones educativas y gubernamentales.

Como parte del ensayo nos comparte la existencia de la bibliofilia y la gran cantidad de requisitos especiales que puede tener cada “amante de los libros” y sus múltiples intereses. Algunos de estos, dando como resultado, la conformación de bibliotecas muy peculiares, que no por el hecho de ser privadas, dejan de ser relevantes, al grado de estar a la par de las institucionales o de tener un acervo muy específico. 

También recalca en el enorme placer de la lectura sin interrupción en un lugar adecuado, ajeno al bullicio, en el que el tiempo se diluye entre el cambio de páginas y la anotación de comentarios tras llevar a cabo un ejercicio de síntesis sobre lo leído. Incluso, el eterno debate sobre la colocación o no de marcas en los libros para señalar alguna parte relevante. 

Uno de los secretos que comparte es que una biblioteca cumple con su función cuando los libros ubicados a los costados del libro que la persona busca, le despiertan el interés o le son más útiles que el que estaba buscando. Por lo tanto, la biblioteca es más que un conjunto de libros disponibles para la consulta, es un espacio para la detonación del conocimiento y de la creatividad, así como de la salvaguarda de la obra y de la sapiencia de una época. 

En los últimos años se ha comentado que la población mexicana lee muy poco, 3.2 libros al año, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La media más baja desde 2015, cuando se reportó que el promedio de lectura eran 3.6 libro al año. Incluso, los libros superan muy ligeramente a los contenidos de páginas de internet como materiales leídos por la población. Los primeros por un 41 por ciento y los segundos con un 39 por ciento.

Otro dato que llama la atención en esta medición dada a conocer por el INEGI en febrero de este año es que menos del 10 por ciento de la población mayor a los 18 años visita una biblioteca. Por lo que se abren un sinfín de preguntas, pero la más concisa podría ser ¿qué políticas públicas se están llevado a cabo en materia de promoción de la lectura y de uso y promoción de las bibliotecas públicas disponibles en el país? 

Si bien existe una ley en la materia y el derecho a la información está garantizado en la Constitución Política de nuestro país, es urgente el replanteamiento de las tareas en la materia, a fin de que estos espacios cumplan con su función de estimular la lectura y la reflexión, de como señala Calasso, encantar a las personas en el placer de leer, e irremediablemente, cuestionar al mundo.

Leonardo Bastida

@leonardobastida