LENGUAJE HISTORIOGRÁFICO

¿Términos nacionales o locales? (El lenguaje historiográfico, II)

La constante reescritura y resignificación en la historiografía son pruebas de que la historia es una disciplina viva. | Fausta Gantús

Escrito en OPINIÓN el

Las historiadoras y los historiadores investigamos y a partir de ello, escribimos. Al paso del tiempo, a mayor especialización y conocimiento en un tema, un bagaje analítico mejor afinado y una reflexión más decantada, muchas y muchos, solemos practicar la reescritura de algunos pasajes, la renovación de algunas propuestas, la modificación de cierto vocabulario, la resignificación de algunos conceptos. Y no, ello no supone que lo que se sostuvo antes estuviera mal o fuera incorrecto, lo que trasluce es que la disciplina histórica es un ente vivo en continua transformación y quienes la practicamos nos debemos reinventar constantemente. Me detengo en este artículo en el caso del lenguaje historiográfico.

Durante más de dos décadas fui ahondando mis estudios sobre diversos aspectos de la historia política de Campeche en diferentes etapas y momentos de la centuria decimonónica. Con cada nueva exploración algo se fue matizando. Así, por ejemplo, en los primeros textos, siguiendo la historiografía local, para la segunda mitad del siglo XIX, usé el término garciísmo” o “garciístas” para aludir al partido político reunido alrededor de Pablo García Montilla y Tomás Aznar Barbachano; en los más recientes utilizó, en cambio, el de garcía-aznarismo. Alguien puede estar pensando que eso es sólo un capricho de autora y que, en realidad, es una corrección de forma y no de fondo. Permítanme disentir. El cambio propuesto en favor de la expresión garcía-aznarismo frente a la denominación que ha privado en la historiografía responde al reconocimiento de la actuación e importancia de Aznar Barbachano, quien fue una pieza clave y fundamental del acontecer histórico y sin cuya presencia no se explica el poder de García Montilla. 

Incluir su nombre significa repensar la forma en que se ha contado la historia, dividir el protagonismo no para restar importancia a García Montilla, sino para hacer comprensibles las dinámicas del espacio público, las alianzas, las rivalidades; significa reinstalar el papel protagónico de Aznar Barbachano, que es tal que también un descendiente suyo sucedería en la gubernatura del estado al descendiente de García Montilla tras la caída del barandismo, esto es, al partido encabezado por los hermanos Pedro y Joaquín Baranda y Quijano y rival del garcía-aznarista.

Así también el uso de este nombre permite diferenciarlo del garciísmo, que era la fuerza política aglutinada alrededor de Alejandro García Marcín, quien también aspiró a ocupar la gubernatura en competencia con Pablo García y el partido que él abanderaba. Como puede observarse, no se trata pues de un capricho o una veleidad, sino de dar justo reconocimiento a cada personaje y a cada agrupación política pero, sobre todo, de hacer asequible el reconocimiento de cada fuerza y del papel que representa en la historia de la ciudad, del estado y del país, en algunos casos. 

En el mismo sentido, originalmente influenciada por una historiografía que inscribe las narrativas de lo local en el marco de las nacionales, usé las nomenclaturas o etiquetas generales como porfiriato o constitucionalismo, entre otras, para referirme a ciertas etapas de la vida del estado que, en realidad, no necesariamente coinciden en su temporalidad de forma precisa. Posteriormente corregí la timidez de los inicios y me atreví a llamar a esas y otras épocas a partir de las pautas de las dinámicas propias de la entidad: garcía-aznarismo, en lugar de república restaurada, o mucelismo –por el dominio de Joaquín Mucel–, en vez de constitucionalismo, por citar algunos ejemplos. Esto es, si bien grupos y protagonistas se inscribían en dinámicas que rebasan las fronteras de lo estatal, sus actuaciones y definiciones tenían también características distintivas que posibilitan reconocerlos por sus nombres propios. 

Fausta Gantús*

Escritora e historiadora. En el área de la creación literaria es autora de varios libros, siendo los más recientes "Herencias. Habitar la mirada/Miradas habitadas" (2020) y "Dos Tiempos" (2022). En lo que corresponde a su labor como historiadora, es Profesora-Investigadora del Instituto Mora. Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes, ha trabajado los casos de Ciudad de México y de Campeche. Autora del libro "Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la Ciudad de México, 1867-1888" (2009). Coautora de "La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial". Ciudad de México, 1892 (2020). En su libro más reciente, "Caricatura e historia. Reflexión teórica y propuesta metodológica" (2023), recupera su experiencia como docente e investigadora y propone rutas para pensar y estudiar la imagen.

Fausta Gantús

@fgantus