Uno de los fenómenos que se dio de manera más acentuada en la elección pasada fue el del voto cruzado, que llevó a Claudia Sheinbaum a ganar por varios puntos más de los que tuvo su coalición y a Xóchitl Gálvez a la inversa, a tener menos votos de los que tuvieron los partidos que la apoyaron. Si bien el fenómeno no es nuevo, nunca había sido tan marcado y puede inaugurar una nueva etapa en el país en donde las marcas de los partidos y los candidatos se desvinculen, y en realidad eso pasó, pero mi hipótesis es que pasó a favor de los partidos y en contra de los candidatos. Algunos comentarios al respecto:
Para empezar, hay que reconocer que Claudia Sheinbaum nunca intentó desmarcase de su partido y de sus apoyos, al contrario, no temió ni un segundo en presentarse como la continuidad de López Obrador y como el “segundo piso de la cuarta transformación”, y sin una campaña espectacular o en la que su personalidad fuera el centro, sacó más votos que los partidos que la apoyaron. Nadie le pidió que “negara” su origen y en su congruencia superó el voto de la marca.
Xóchitl Gálvez hizo exactamente lo contrario. Cada entrevista, cada debate y cada evento marcaba diferencias con los partidos que la apoyaban y aseguraba no estar afiliada a ninguno (cosa totalmente cierta). Cuando estaba con priistas decía que sus antepasados habían sido del PRI y que eso la vinculaba a dicha institución, con los panistas decía que todos los cargos que había tenido se los debía al PAN y que, aunque no tuviera credencial era más panista que muchos que la tienen, con los perredistas decía que su identidad era más cercana a la identidad del PRD y presumía su relación con Zambrano y con otros, y con periodistas y en debates decía que era una ciudadana independiente y sin partido. Todas las afirmaciones que dijo son ciertas, pero nunca encontró ese punto virtuoso (que en términos aristotélicos es el punto medio), que le permitiera contar con el apoyo de las bases sin chocar con los de fuera, y en el intento de encontrarlo se vio difusa y desdibujada… esa era una respuesta que debió tener antes de iniciar la precampaña y con la que debió ser consistente.
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Hablando en números fríos. En la CDMX el 82% de los votos de Taboada los tuvo Xóchitl, en Guanajuato captó sólo el 75% de los votos de Libia García, en Yucatán y en Veracruz el 71% de los votos de Renan y de Yunes, en Puebla el 69% de los votos de Rivera y en Morelos el 66% de los votos de Lucía Meza. En realidad, sólo en Chiapas, Hidalgo y Jalisco tuvo más votos Xóchitl que el PAN y su alianza; o sea no fue una candidata que ofreciera una campaña paraguas que levantara a los demás candidatos, fue una candidata que restó. Esto si se ve en lo municipal se dispara por varios puntos más.
Por el otro lado, Sheinbaum tuvo en promedio 5% más de votos que todos los candidatos de Morena y aliados a las gubernaturas y 24% más que sus candidatos a alcaldes.
La narrativa académica y “comentócrata” se ha esmerado en decir que el resultado se explica por el desprestigio de los partidos políticos y sin desdeñar que hay un desgaste fuerte, esa razón no explica ni remotamente el resultado… de hecho, el resultado dice justamente lo opuesto: quien se apostó con su marca (partido) y la defendió tuvo más votos y quien no sabía cómo acomodarse dentro de sus marcas tuvo menos votos que las marcas en sí…
Además, hay que decirlo, el partido más desprestigiado de México es el Partido Verde y fue de los que más creció… el PAN (que fue afectado porque lo pusieron como si fuera lo mismo que el PRI) mantuvo su voto del 2018, el PRI se redujo, MC creció en la presidencial (porque presentaron una opción) pero se hizo muy chico en todo lo que tenía municipal y estatal, el PT (que también es un caso de desprestigio tremendo) creció y el PRD desapareció. De hecho, la enseñanza de la elección no es “el rechazo” a los partidos que algunos dicen, es mucho más triste la realidad que eso. Lo que pasó fue el crecimiento de los peores partidos, la consolidación de los partidos que tienen identidad y la reducción (o desaparición) de los partidos que comparten el espectro (medio nacional revolucionario, medio izquierda, medio tribu, medio cola de caudillo) de Morena. Irónicamente quien más se asumió como parte de un partido fue quien más votos tuvo.
Sólo en Jalisco y en Morelos tuve la oportunidad de ver propaganda o petición abierta de candidatos por voto cruzado, e incluso en Morelos vi espectaculares que pedían el voto para Sheinbaum, para Meza y para Urióstegui juntos, y lo que pasa es que en realidad no es viable pedir voto cruzado porque si de por sí la política es compleja, pedir que voten por unos y por otros en distintas boletas es absurdo y sumamente confuso… el resultado del voto cruzado no fue promoción, es por lo que la gente quiso votar y aquí sólo lo retrato y lo intento entender.
El debate posterior a la elección ha estado empeñado en señalar culpables y en buscar villanos, pero los triunfadores saben tan bien a qué deben su triunfo que acaban de hacer al presidente de su partido secretario de educación (sin ahondar en las capacidades que tenga para el cargo). La solución no va a ser desinstitucionalizar a la política, la solución es hacer fuertes a las instituciones de la política y queda claro que entre más congruente sea la propuesta con la institución, más afinidades logra.
Aprovecho este espacio para desear toda la suerte al Frente Cívico Nacional en consolidarse como partido político; México necesita una opción de izquierda civilizada.