La mayoría de los gobernantes se preocupan y ocupan demasiado por obtener un sitio importante en la historia. El principal mecanismo de comunicación política para lograr el mejor resultado posible está en el legado. Sin embargo, unos logran trascender, pero otros fracasan y prácticamente quedan en el olvido.
En términos generales, el legado abarca todos los logros como obras, reformas jurídicas de gran calado y transformaciones económicas o políticas que tengan un impacto sólido y duradero para el Estado y la sociedad. A mayor impacto y capacidad de recordación de las acciones, mayores serán las posibilidades de que la historia reconozca la labor del buen líder.
En el mismo sentido, el legado considera la capacidad demostrada para hacer frente a las situaciones de conflicto o crisis que se presentaron durante su mandato, de manera particular las más sensibles. También cuenta el liderazgo internacional y las decisiones tomadas en favor de la justicia y los derechos humanos, así como la defensa de los valores de la democracia.
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El legado puede ser positivo o negativo. La razón es obvia: está sujeto a la interpretación y jerarquización subjetiva de los historiadores y a la evaluación que la gente hace a través de los estudios de opinión. No es fácil evitar la crítica, los ataques, las dudas o los cuestionamientos sobre la labor realizada, por lo que es necesario buscar los equilibrios a través del énfasis en los buenos resultados.
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La comunicación del legado no debe esperar a que las y los gobernantes concluyan su mandato. Desde los primeros días de gobierno, la estrategia y su operación tiene que ser diseñada y coordinada sobre la base de una agenda que permita la articulación eficaz de objetivos, acciones y plazos. También considera la elaboración de un mapa de riesgos cuyo propósito principal es reducir la incertidumbre o evitar los daños ocasionados por accidentes, errores y ataques políticos.
Para que los puntos principales del legado queden en la memoria histórica de la sociedad, es imprescindible partir de un principio inequívoco y contundente: el ejercicio del poder desgasta. Pero esto no es problema, porque los registros históricos de la democracia moderna ya no son de culto, ni para los héroes o los villanos. Son un mosaico de claroscuros que permiten hacer una mejor ponderación de la imagen de los personajes públicos.
No sobra decir que en el proceso de construcción del legado es necesario diseñar un plan detallado especial que permita reforzar las percepciones que más convengan. La condición básica para obtener los mejores resultados es que esté subordinado a la estrategia general de comunicación. Por esta razón, tiene que contar con protocolos y planes de contingencia para hacer frente a los inevitables errores, conflictos y controversias.
A dos meses de que concluya el mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, el proyecto de comunicación de su legado ya entró a una nueva fase. Durante su conferencia de medios del lunes pasado, el jefe del Ejecutivo hizo un nuevo balance de su administración.
Entre sus grandes logros, mencionó que cumplió su promesa de reducir la pobreza y la inseguridad, a pesar de las diversas crisis que heredó su gobierno y de los efectos adversos provocados por la pandemia del covid-19.
En contraste, el “Amlómetro” de la casa encuestadora Enkoll —levantado luego de la elección presidencial— concluyó que “el principal problema que heredará la próxima presidenta de México será el de la inseguridad”. En segundo término, las y los encuestados identifican diversos “problemas de índole económico” como la pobreza, los bajos salarios y la falta de empleo.
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A pesar de que el presidente López Obrador reconoció que aún le quedaron muchos pendientes, aseguró que “la gente está muy contenta” y por eso optó por seguir adelante con la transformación. No en balde, la encuesta de Enkoll confirma que su nivel de popularidad sigue en niveles muy altos, con un 78% de aprobación.
Aún más: la ventaja que tendrá el primer mandatario ya la hemos visto varias veces en el pasado. La llamada “memoria histórica” es corta por las cambiantes necesidades y prioridades del pueblo. La vorágine y velocidad con la que fluyen los acontecimientos políticos, sociales y económicos desplazarán rápidamente los detalles de lo que hoy nos parece importante.
Por lo anterior, la mayoría de la gente recordará solo unas cuantas cosas que se podrán sintetizar en un número muy reducido de hechos, sucesos, escándalos, frases y adjetivos. La memoria histórica sigue siendo corta. Con la información disponible, ya es posible anticipar los elementos positivos y negativos que intentarán posicionarse en los registros históricos. Lo que aún no sabemos es cuáles terminarán imponiéndose.
En cualquier situación, la colocación de “etiquetas” y aspectos negativos serán inevitables. Pero, mucho ojo: hasta ahora, esta cara de la moneda no parece haber afectado al presidente. ¿Será así para siempre? ¿Contará con un plan para evitar que el balance de su gestión se revierta en el futuro?
Recomendación editorial: Isaak Hernández. Maestro de sombras: la construcción del liderazgo político. Volumen I. España: Editorial ExLibric, 2024.