CONTINGENCIA AMBIENTAL

La polución del aire y los gobiernos que vienen

Nos encontramos permanentemente expuestos a concentraciones peligrosas de varios contaminantes atmosféricos. | Leonardo Martínez

Escrito en OPINIÓN el

Las agendas de los próximos gobiernos, tanto la del gobierno federal como la de la Ciudad de México, están repletas de temas urgentes e importantes. Empecemos hoy un recorrido de los mismos hablando sobre uno de esos problemas que afectan gravemente la salud de la población y que a pesar de que avanza sigilosamente como un cáncer, sólo suele mencionársele en los medios cuando alcanza picos alarmantes; me refiero a la contaminación atmosférica.

Las altas concentraciones de contaminantes se asociaron durante años a las grandes zonas metropolitanas, pero hoy en día el problema también se presenta en decenas de ciudades medias. La pusilanimidad histórica de las políticas públicas tanto federales como locales en materia de calidad del aire ha provocado que muchos millones de mexicanos estemos permanentemente expuestos a concentraciones peligrosas de varios contaminantes atmosféricos.

Cada nuevo estudio científico publicado confirma y reafirma una realidad incuestionable: las concentraciones promedio de contaminantes atmosféricos con las que vivimos en muchas ciudades de México provocan la muerte de miles y miles de personas todos los años. La estimación de las cifras puede variar por muchas razones que tienen que ver, por ejemplo, con los métodos científicos utilizados para estimarlas, con las características del lugar y de las muestras poblacionales, así como de los periodos utilizados para las mediciones. Pero independientemente de las diferencias en esos factores, lo cierto es que esas concentraciones son suficientes para provocar daños graves a la salud de la población y un número muy grande de muertes tempranas.

Durante muchos años se creyó en las comunidades médicas y científicas que los daños causados por los contaminantes atmosféricos se circunscribían a los sistemas respiratorio y cardiovascular. Pero los estudios científicos más serios han erradicado esa creencia y ahora sabemos que la polución del aire, en particular la compuesta por las partículas más pequeñas (conocidas en el medio como PM2.5),  provoca diferentes tipos de cánceres, fragilidad ósea, infertilidad, diabetes, obesidad, demencia, depresión, suicidios, complicaciones del hígado, Parkinson, autismo, y como se comprobado que las partículas más pequeñas pasan a través de los alveolos pulmonares y llegan hasta el torrente sanguíneo, los daños llegan a todas las células del cuerpo, provocando por ejemplo afectaciones a la placenta, al feto y reduciendo en consecuencia las capacidades respiratorias y cognitivas del recién nacido.

Hay que insistir en que no se requiere que tengamos picos de contaminación que activen algún tipo de contingencias ambientales para que los daños se materialicen, éstos se van dando sistemáticamente como un cáncer que avanza sin hacerse notar. Los programas de contingencia que impiden la circulación de una parte del parque vehicular y detienen algunas actividades contaminantes son ineficientes e ineficaces, pues se activan tardíamente cuando las concentraciones de los contaminantes llegan a umbrales que ya generaron graves daños a la salud de muchas personas. Esos umbrales son valores que siempre han respondido a criterios políticos y administrativos, a pesar de los intentos de justificarlos recurriendo a normas de salud ambiental.

Esto nos da pie para la primera observación sobre el fracaso histórico de las políticas públicas en materia de calidad del aire: éstas nunca han sido concebidas para resolver un problema de salud pública, sino como instrumentos para aplicar medidas tímidas e inefectivas para tratar de reducir los volúmenes de contaminantes emitidos a la atmósfera. En los hechos nunca han logrado reducir los daños sobre la salud de la población.

El problema de fondo no tiene que ver con que los gobiernos sean de un partido político o de otro, pues todos (unos más, otros un poco menos) han actuado irresponsablemente en temas ambientales y particularmente en lo que se refiere a la contaminación del aire. Su visión del problema es arcaica, y salvo algunas excepciones, sus diagnósticos suelen ser incompletos y parciales.

Con base en el desempeño del gobierno federal y de la CDMX en este sexenio que termina, lo más probable es que las cosas no cambien mucho en materia de calidad del aire, a pesar de que en los hechos hay áreas de oportunidad muy interesantes para reducir los daños que la polución del aire provoca sobre la población, especialmente en las zonas metropolitanas y las ciudades medias.

Las mejores oportunidades se presentan en el uso de las tecnologías exponenciales como el internet de las cosas, la ciencia de datos y la inteligencia artificial (por ejemplo, para reconcebir por completo programas como el Hoy No Circula) y en la reordenación urbana (aplicando estrategias hiperlocales de diseño climático local y de eficiencias ecosistémicas para la reducción permanente de concentraciones y proteger a las niñas y niños, y a los grupos altamente vulnerables).

Si los gobiernos entrantes estuvieran dispuestos a reducir sus resistencias al cambio y se abrieran para escuchar estrategias de solución distintas a las que han venido aplicando tradicionalmente, podríamos avanzar un poco en este y otros temas importantes para mejorar la calidad de vida de la población.

 

Leonardo Martínez

@lmf_Aequum