El triunfo indiscutible de Claudia Sheinbaum a la presidencia de México levantó muchas pasiones, como ha estado sucediendo durante los últimos años con cualquier cosa que incluya a MORENA. La polarización es intensa y las redes provocan unas cámaras de eco que nos tuercen toda medida de la realidad, y hay quien puede terminar pensando que las opiniones de los pasajeros en un avión ruta París son el pulso de la nación.
En este merequetengue emocional que ha sido presenciar las reacciones al resultado electoral, he encontrado que hay tres ejes temáticos principales: el berrinche de patio escolar, el clasismo ardoroso y la gatekeeper feminista.
El primero es, a mi opinión, uno de los más llamativos y es la jugarreta ideológica de muchas y muchos de un día salir a marchar para defender las instituciones y sus reglas, porque serán la salvaguardia de la democracia, y unos meses después atacar a la misma y despreciar esas reglas porque perdió quien querían que ganara. Es como estar en un patio de primaria, donde siempre había uno que si fallaba el tiro, tomaba indignado su pelota y declaraba el partido por terminado; la diferencia es que en esta resaca electoral vemos estas escenas protagonizadas por hombres y mujeres adultos, algunos ya con bastantes años en el patio.
Te podría interesar
Y no estoy hablando de no hacer críticas, necesarias y válidas, o exigir mejoras a la denunciable falta de capacitación a funcionarios de casilla, particularmente en las especiales, donde cada seis años se agotan las papeletas y los ciudadanos a cada lado de la mesa deben gestionar frustración y enojo como buenamente se les ocurra, o sobre las evidentes carencias en el modelo de voto electrónico implementado por el Instituto Nacional Electoral en las casillas en el extranjero. Hablo de que no hay motivos, de acuerdo a observadores internacionales, y ni siquiera desde los equipos de los candidatos perdedores, que lleven a pensar que la elección fue manipulada por el INE.
El segundo elemento es una especie de post campaña que desde este lunes tomó fuerza en las redes sociales, de nuevo, cámaras de eco que podrían hacer parecer que hay un consenso respecto a estos discursos absurdos y que no deberían tener cabida en una sociedad democrática. Hacer juramentos y convocar a maltratar a personas en precariedad o a las personas sin hogar, porque la élite intelectual, como se dicen ellos mismos, considera que deben ser castigados por votar es de una violencia clasista profunda.
Este discurso, además, se nutre de la falsa idea de que los votos por MORENA en general, y por Sheinbaum en particular, provinieron únicamente de las clases populares, pero los datos indican algo distinto. La victoria de Claudia Sheinbaum vino de todo el espectro socioeconómico y demográfico. Esta información es pública y está disponible para quien la quiera, pero la ignorancia es una decisión.
Finalmente, y no es tema menor, la tremenda reactividad de muchas de nosotras feministas cuando otras señalamos lo evidente, que el triunfo de una mujer en la contienda presidencial de México es un avance en la representación política de las mujeres. Ya sabemos que sólo porque una líder política sea mujer no significa que las políticas vayan a ser feministas, o progresistas, o que vayan a poner los derechos humanos al centro, ahí tenemos a Ursula Von der Leyen, o a Giorgia Meloni o más cerca, a Dina Boluarte, o más aún, a Xóchitl Gálvez alineándose a la agenda antiderechos del PAN. Ya sabemos que Claudia Sheinbaum se llama feminista pero lo es poco, que gaseó a las compañeras en protesta, que arropa a agresores, que tiene una agenda de género deficiente y que ha sido demasiado tibia para deslindarse de quienes sigue criminalizando y revictimización a las mujeres. Ya lo sabemos, igual, hay espacio de celebración en ese triunfo.
La historiadora y activista Tatiana Romero escribió al respecto y retomo sus palabras para hacer un llamado a las que nos acusan de malas feministas, de faltas de memoria, de ingenuas: porque sí, confieso, a mi me alegra el triunfo de Claudia aunque esté rabiosa con ella, tengo la esperanza de que ponga la vida de las mujeres en el centro aunque tengo miedo de que nos deje tiradas. Sí, hay contradicciones, pero es momento de trabajar juntas, nosotras, en la calle, en los espacios públicos, y de exigirle sin tregua a la primera presidenta de México que gobierne como la feminista que dice ser.