Hace pocos años, un exfuncionario de gobierno respondía con molestia a un grupo de reporteros que debíamos dejar de utilizar el término “neoliberalismo” porque le parecía inadecuado el término y porque en México, según él, no se había aplicado un modelo semejante.
Como en todo, la declaración tiene sus asegunes, igual que quienes afirman con vehemencia que el neoliberalismo se extinguió y desapareció de México. No se puede afirmar lo anterior puesto que, en todo el mundo, la política neoliberal sigue vigente y países como Argentina entre otros, intentan aplicarla a raja tabla.
La postal publicada en distintos medios impresos en los que se veía a un Claudio X. González solo, cavilante y cabizbajo a la espera de ser recibido en audiencia por la presidenta electa, fue interpretada por muchos como la derrota total de la era neoliberal en México.
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Cierto, es una derrota contundente que no fue solamente política, la imagen de un Claudio X González derrotado también nos habla del fracaso de la oligarquía empresarial mexicana que luchó y enfrentó al movimiento progresista mexicano desde antes de 2006 y hasta julio de 2018.
Claudio X González fue durante la época neoliberal mexicana un referente tanto para los negocios como para la política, fue un hombre que participó y ocupó además de los máximos cargos en las cúpulas empresariales, un asiento en al menos una docena de consejos de administración de las empresas más importantes de nuestro país, nadie, ningún otro empresario prominente obtuvo el privilegio de ocupar al mismo tiempo un cargo de esa magnitud en ese número de corporaciones mexicanas.
Lideró y promovió junto con otros empresarios y políticos las reformas para lograr la apertura del sector energético mexicano, fue un activo promotor de la inversión extranjera para permitir la inversión privada en la generación eléctrica y también su participación en la extracción y producción de hidrocarburos.
Su labor se centró en promover y colocar a lo cabilderos en los congresos para modificar la constitución mexicana y promover las leyes que resguardarían las reformas al sector energético en caso, en ese entonces remoto, de que un partido progresista llegara a la presidencia.
Acostumbrado a tener derecho de picaporte en las oficinas de cuando menos los últimos cinco presidentes antes de 2018, se le había olvidado lo que era hacer lobbie para ser recibido por un presidente electo, hoy, ni siquiera fue recibido.
Pero como decía al inicio del texto, el neoliberalismo no ha sido vencido, y aunque grandes economistas apuntan que el capitalismo hoy más que nunca está perdido en una crisis profunda, el neoliberalismo a nivel mundial se reacomoda y se ajusta a la necesidad “imperiosa” de acelerar la llamada transición energética global que basa su éxito en liberar de las ataduras del Estado los recursos naturales estratégicos de las naciones para garantizar el triunfo de las energías “limpias”.
Por lo regular, esta política se agudiza en las naciones de ingresos medios y bajos, pues el objetivo es extraer sus recursos naturales para garantizar la generación eléctrica, primero en las naciones más ricas y posteriormente en aquellas en las que su leyes y constituciones sean más laxas para que la inversión financiera privada “impulse” su sector energético.
El triunfo y confirmación de la confianza del electorado mexicano a favor de MORENA es un paso en el frente de lucha entre la concepción de dos visiones de desarrollo, el humanismo del que hablan López Obrador y la presidenta electa y el capitalismo neoliberal que busca eliminar las ataduras para intervenir en todos los sectores que coadyuven para lograr cambiar el modelo energético del planeta.
Ya como presidenta en funciones, Claudia Sheinbaum tendrá el reto de equilibrar los intereses de una economía global neoliberal y su visión progresista humanista que permita evitar el abuso del capital que busca sobreponerse a los intereses de las naciones. Como señalaba anteriormente, la urgencia de acelerar la transición energética será una presión de alcance global del que difícilmente se desligará la presidenta electa.
Evitar las presiones y dirigir con talento político e inteligencia económica los destinos del país, serán los cimientos de una nueva era que logre superar el neoliberalismo, lo contrario, será convivir y gestionar con matices un modelo económico que podría prolongarse en el tiempo.