Es innegable que escuchar el número de fallecimientos en lo que va de este sexenio es tan preocupante como los decesos de los dos sexenios anteriores.
En este espacio habíamos hecho el compromiso de no volver a tocar el número de decesos por causa de la violencia como forma de respeto para los cientos de miles de familias afectadas por la inseguridad que priva en el país.
Sin embargo, el “incremento” de la violencia en vísperas electorales, nos orilla a tocar el tema de los números con el mayor respeto posible para los familiares de quienes han sido asesinados o desaparecidos en México durante los últimos 18 años.
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Está claro que a todos nos gusta ver las cosas desde nuestra perspectiva por lo que muchos no estarán de acuerdo con que la ola violencia que vive el país y que, en términos absolutos, seguirá en aumento conforme se acerque el día de la votación. Para muchos, el papel de Jorge Ramos en la mañanera de hace unos días fue excelsa y reveladora pues como comentó el mismo Ramos en distintos medios afines, en su opinión, la postura de López Obrador es la negación.
El asunto es que Jorge Ramos, no vio o no quiso ver los matices de los números que le mostro el presidente ante su cuestionamiento y crítica a su estrategia para disminuir la violencia. La respuesta de López Obrador fue clara, de no haber implementado la estrategia de “abrazos y no balazos”, la violencia y el número de muertos en el país, sería mucho mayor a los más de 160 mil que van en el sexenio, cifra que no negó y ni tampoco desmintió, como tampoco aseguro que no seguiría en aumento.
La molestia de Jorge Ramos es que el presidente no respondió el “sí” que él quería y que aceptara que su estrategia ha sido un fracaso como lo han pregonado desde hace cinco años los poderes fácticos de comunicación y empresariales que, en el caso de los primeros, se han convertido en informantes de nota roja pues todos los días y a toda hora, el mensaje es la violencia y la inseguridad, por supuesto que la ciudadanía que sigue dichos medios, luego de una semana se puede convencer de que la violencia azota todo el país, lo mismo pensaban quienes se informaban y eran “adictos” al periódico la ¡Alarma!
Pero la indignación de Jorge Ramos y muchos más, se vio opacada cuando el presidente le lanzó el reto para que investigara el por qué Calderón inició una “guerra” cuando el número de decesos por violencia en el país apenas superaban 20 mil al año. Los gráficos mostrados en la mañera en cuestión, indican cómo se disparó el número de muertos por causa de la guerra al narcotráfico.
El reto lanzado no fue sólo para Jorge Ramos, si no para todos los mexicanos especialmente los detractores del gobierno actual y todos los periodistas, académicos y consultores comprometidos con el esclarecimiento de las “razones” de una guerra que aún sigue vigente y que continúa cobrando vidas.
Hay muchas preguntas y puntos por aclarar, pero sólo abordaremos dos por el momento, el primero trata sobre la aparición y desaparición de algunos “grupos de narcotráfico” durante el sexenio de Felipe Calderón, como lo fue el peligroso grupo de los Zetas que vivió su zenit en dicho sexenio para luego de desaparecer “extinguido” por las fuerzas federales, el asunto es que dicho grupo, no se fragmento ni surgieron nuevos líderes y grupos criminales a su caída.
Cierto, no podemos asegurar que muchos de sus integrantes, no se hayan adherido a una nueva célula criminal pero lo que está claro, es que dejo de ser el grupo letal que conocimos durante el sexenio de Calderón. A estas alturas, muy pocos han reparado en la posibilidad de que algunos grupos violentos más que narcotraficantes operan como guardias blancas, muchos de ellos anidados en las zonas más pobres del país como, Guerrero, Michoacán, Veracruz y Chiapas, algunas de ellas, fueron los primeros focos de la guerra de Calderón.
El segundo tema tiene que ver con la impunidad, existen diferentes estudios sociológicos y criminalísticos que refieren que la impunidad, incentiva al crimen organizado pues asumen que puede actuar con total impunidad ya que policías e impartidores de justicia está coludidos con ellos por lo que no se perseguirá a nadie.
Así que desde la suprema corte de justicia y siguientes niveles de servidores públicos e impartidores de justicia, también se convierten comparsa del llamado crimen organizado que azota el país por causa de su ineficiencia.
Cierto, los datos del INEGI en materia de inseguridad durante este sexenio pueden ser cuestionables como también lo fueron en gobiernos anteriores, lo que no se puede cambiar, es la tendencia y esa quedó claramente marcada cuando se declaró la guerra al narcotráfico disparándose la violencia en el país que, para efectos prácticos, es utilizada como arma en la guerra sucia electoral.