En las últimas semanas, cientos de líneas, tuits y reels se han publicado desmenuzando el “escándalo” de Christian Nodal, Ángela Aguilar y Cazzu, digno de telenovela de las 8. Y es que lo tiene todo: sexo, música y belleza, mujeres hermosas “peleando” por un compa bastante medianón, pero que canta bien ¿qué más puede pedir la maquinaria mediática?
Quizá digan que este tema no les interesa porque no es más que chisme, y sí, pero también es otras cosas, porque el chisme (casi) siempre es más cosas. Una de ellas es la de protegernos [para hablar de esto necesitamos más espacio que esta columna pero piensen en cómo a través de lo que llaman “chisme”, podemos transmitir información importante para la sobrevivencia de nuestros grupos, por ejemplo,entre mujeres avisar que tal profesor es un acosador y no hay que ir a su despacho solas, o en la infancia saber que a alguna casa de la colonia no hay que acercarse. Hay mucha información importante que se transmite a través de los chismes y usualmente se cataloga como tal a lo que está en la esfera de lo privado o lo doméstico, que no tiene cabida en la clasificación de “información”, a la que se le da más peso y espacio en el debate público. Remedios Zafra ha hablado bastante sobre esto].
La segunda función del chisme es la del control social, enseñarnos qué debemos hacer, cómo debemos hacerlo, cuál es nuestro lugar y nuestro rol, y lo que sucede cuando nos desviamos de ello. Y no hay mejor programa educativo para esto que el “chisme del corazón”.
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Hace poco más de dos años, las redes sociales se llenaron del chisme relativo a que Nodal canceló su compromiso con Belinda (Beli-K pa’ sus amichis). En esa ocasión, a pesar de que Beli dijo -y cantó- que Nodal la había engañado y que intentaba controlarla, la “opinión pública” se activó para recordarle a Belinda que una mujer dolida estaba siempre fuera de lugar, que estar “ardida” era un mal look y que si hablas de cómo te trato mal tu ex, eres una tóxica. Notemos que poquísimas veces le llamaron a Nodal “tóxico” o “ardido” a pesar de sacar canción tras canción de despecho, o por hacerse y quitarse tatuajes sin ton ni son. Durante meses, Belinda fue la “mala”, y cuando Nodal hizo pública la relación con Cazzu - apenas unos meses después del rompimiento- nadie lo acusó de monógamo serial (como acusan, por ejemplo a Taylor Swift); y cómo va a ser si ni siquiera existe un símil masculino a la figura de “comehombres”, porque el mensaje es que una mujer que tiene una relación tras otra es una especie de monstruo, mientras que un hombre que lo hace, es un campeón.
La saga Belinda-Nodal-Cazzu continuó durante un par de años, casi siempre desde los mismos marcadores: “la ex tóxica”; “el buen hombre”, apasionado y por lo tanto libre de la culpa de sus exabruptos; y “la catedral”, esa mujer que acompaña a ”su hombre” y no cree en las acusaciones ni cae en provocaciones de las otras, “las capillitas”.
Lo que ha sucedido en los últimos días es una especie de secuela. Donde surge la figura de “La Otra”, una mujer que usa malas artes y engaños para usurpar el lugar legítimo de pareja formal y, para sumarle al drama, desde una relación de amistad previa. Incluso ante lo evidente del mal actuar de Nodal -abandonar a su pareja, con quien comparte (o debería compartir) cuidados de una criatura pequeña; ser poco cuidadoso con el proceso emocional de Cazzu, una probable infidelidad, etc- el señalamiento recae principalmente en Ángela Aguilar. De acuerdo al juicio público, es ella quien debió respetar la relación (no él, que es quien era parte de la pareja), es ella quien debió pensar en la criatura (no él, que es el padre), es ella quien fue mala amiga (no él, mala pareja). Y aquí no estamos defendiendo o justificando el actuar de la nieta de la diosa Flor Silvestre (quien también ha sufrido constantemente el título acusador de “mala mujer”), sino señalando la disparidad en los mensajes: para el, el “pase libre” para ser infiel, la simpatía hacia su “siempre estuve enamorado de ella”, el nulo cuestionamiento sobre su rol de padre; y para ella, violencia, acusaciones y descalificaciones.
En este aleccionamiento social, no hay cómo ganar, el rol que nos asignan a las mujeres frente a las traiciones de nuestras parejas es el de ardida/tóxica, dejada/víctima o zorra/desalmada, y cada uno viene con su set de instrucciones sobre cómo ejercerlo adecuadamente. Así que si a Cazzu la fotografían de fiesta, o con una nueva pareja “demasiado pronto”, o si Angelita ejerce de madrastra amorosa, o si Beli simpatiza públicamente con cualquiera de ellas; la maquinaria se activará de nuevo para recordarles cuál es su rol y cuáles son las consecuencias de salirse de él. Mientras tanto, de Nodal nadie pensará que hay que recordarle ni sus obligaciones ni las consecuencias, que para eso es hombre y él sabrá, faltaba más. Ya nos lo había chismeado Beli, pero no le creímos.