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Estados Unidos, revuelta estudiantil contra la complicidad

La revuelta estudiantil que anhela el cese al fuego en Gaza está alterando visiones y voluntades a nivel masivo. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

El 17 de abril estudiantes de la Universidad de Columbia en Estados Unidos crearon con alrededor de 50 tiendas de campaña lo que llamaron Campamento de Solidaridad con Gaza. Se ubicaba en el “campus” universitario, es decir los terrenos no edificados que son propiedad privada de la universidad. Desde meses antes ocurrían manifestaciones más bien limitadas, en duración y número de participantes, en favor y en contra de Israel.

El mismo 17 de abril la presidente de la Universidad, Minouche Shafik enfrentó un agresivo interrogatorio en el congreso norteamericano por su falta de respuesta contundente al crecimiento de expresiones supuestamente antisemitas dentro de la universidad.

Anteriormente interrogatorios similares ante el congreso norteamericano, sumados a campañas mediáticas y amenazas de donantes supermillonarios habían provocado las renuncias de las presidentes de las universidades de Harvard, Claudine Gay y de Pennsylvania, Elizabeth Magill y del presidente del consejo de administración de la segunda, Scott L. Bok. Estas renuncias fueron consideradas por algunos políticos de la derecha norteamericana como victorias iniciales de una campaña contra administraciones de universidades que, en su opinión, se estaban convirtiendo en semilleros del antisemitismo. Es decir, de la crítica al gobierno de Israel.

Ante presiones similares el 18 de abril la mencionada presidente de Columbia, pidió a la policía de Nueva York entrar a la universidad y desalojar el campamento estudiantil. Lo hicieron, y los estudiantes lo reinstalaron al día siguiente. De este modo se inició una escalada de, por una parte, una fuerte y en ocasiones brutal agresión policiaca contra estudiantes y sus profesores, también manifestantes, incluyendo golpes, uso de gases irritantes y arrestos violentos. Lejos de lograr su objetivo esta respuesta se convirtió en una llamarada mediática que contribuyó a propagar las manifestaciones a cerca de un centenar de universidades norteamericanas.

La demanda de los estudiantes de las universidades de elite es que la riqueza de sus instituciones se desinvierta de empresas asociadas al estado de Israel y a la industria bélica que le surte de armamento. Es decir, una modificación de sus portafolios de inversiones, que no son pequeños. La universidad de Columbia, tiene inversiones por 13.6 mil millones de dólares (mmd) y no es la más rica; Harvard tiene 49.5 mmd; Yale 40.7 mmd; Princeton 34 mmd y en por lo menos otras 78 universidades privadas se superan los mil millones de dólares. Muchas de las universidades públicas, al menos 53 de ellas, también cuentan, cada una, con activos financieros superiores a los mil millones de dólares.

No es una demanda técnicamente imposible para las universidades; pero encuentra una firme oposición de sus donantes supermillonarios, de la elite política norteamericana y de los medios masivos convencionales.

Pero hay casos de excepción. Como el de la universidad privada Brown, con un portafolio de 6 mmd, que llego a un acuerdo con sus estudiantes: someter al voto de su consejo de administración la posible desinversión. Otras pocas universidades han aceptado formalizar un dialogo con los estudiantes. En estos casos los estudiantes retiraron sus campamentos u ocupaciones parciales.

La demanda de fondo estudiantil es que las universidades dejen de ser cómplices del genocidio atroz que el gobierno de Israel lleva a cabo en Gaza. Pero la expansión incontenible de la revuelta supera al ámbito universitario norteamericano. Los gobiernos de varias ciudades medias y un primer congreso estatal, el de Hawai, han reaccionado pidiendo públicamente un inmediato, incondicional y permanente cese al fuego en Gaza. Ahora se cuestiona la complicidad de la administración federal.  

La revuelta enfrenta a las más importantes fuerzas políticas norteamericanas: los donantes electorales milmillonarios pro-Israel y pro-industria militar. Es la fuerza del dinero la que determina los vencedores políticos en todos los niveles, desde congresistas estatales y federales, hasta presidenciales. No obstante, es evidente que la revuelta está alterando visiones y voluntades a nivel masivo.

Netanyahu, el primer ministro de Israel comparó las protestas estudiantiles con el ascenso del nazismo y dijo que deben ser combatidas con mucha mayor decisión y fuerza. Y, como de costumbre, dijo que eran antisemitas.  

Poco después, el miércoles 1 de mayo la Cámara de Representantes Norteamericana modificó la definición legal de antisemitismo para ampliarla y hacerla más discrecional y posibilitar criminalizar los que protestan. Se ha arrestado a más de dos mil estudiantes y maestros a los que de momento solo se puede acusar de invadir y tal vez dañar propiedad privada. Acusarlos de crimen de odio serían ya palabras mayores. No es seguro que llegue a ser firmada por Biden y se convierta en ley.

La nueva definición de antisemitismo pasó en contra del voto de los más destacados congresistas judíos y, quien lo diría, de la ultraderecha cristiana. Los primeros por su amenaza a la libertad de expresión. Los evangélicos porque temen que se les pueda criminalizar si afirman que los judíos mataron a Jesucristo. Una verdad bíblica, dicen.

Bernie Sanders, senador judío y muy destacado político, declaró estar orgulloso de los estudiantes que protestan y les dijo “manténganse pacíficos, están del lado correcto de la historia”. A Biden le dijo que su apoyo a Israel podría convertirse en su Vietnam y hundir su presidencia.

El mismo Bernie Sanders fue contundente con Netanyahu:

No señor Netanyahu, no es antisemitismo decir que su gobierno ha asesinado 34 mil palestinos y herido a más de 76 mil, la mayoría mujeres y niños. No lo es decir que su bombardeo ha destruido más de 220 mil viviendas en Gaza dejando a más de un millón de personas sin hogar; casi la mitad de la población total. No es antisemitismo decir que su gobierno ha destruido la infraestructura del agua, la electricidad y el drenaje; que ha aniquilado al sistema de salud de Gaza; que ha acabado con más de 12 hospitales y matado a más de 400 doctores y trabajadores de la salud; que también ha destruido totalmente sus 12 universidades y a 56 escuelas, más otras muchas dañadas. No es antisemitismo decir que su gobierno obstruye la entrada de ayuda humanitaria creando una situación de hambruna. No señor Netanyahu, no insulte la inteligencia del pueblo americano intentando usar al antisemitismo para distraernos de las inmorales e ilegales políticas bélicas de su gobierno extremista y racista. Usted tendrá que rendir cuentas por sus acciones.

Clara la respuesta de Sanders a Netanyahu, y de paso a Biden y a la elite política norteamericana.

 

Jorge Faljo

@JorgeFaljo