El primero de abril Israel destruyó parte de la embajada de Irán en Siria causando bajas militares y civiles; el 13 Irán respondió a esta provocación lanzando centenares de drones y misiles contra bases militares israelitas y el 19 Israel lanzó varios drones sobre territorio de Irán. Estos ataques y contra ataques han colocado a la región y al mundo al borde de un conflicto mayúsculo que podría afectar a todo el planeta.
Israel lanzó el primer ataque violando lo que se consideraba un principio sacrosanto, el de la inmunidad de espacios y el personal diplomáticos. Mató a tres militares iraníes de alto nivel, a otros empleados de la embajada y a varios civiles sirios; trece personas en total. Su intención era provocar una respuesta que obligara a Estados Unidos, su inseparable aliado, a defenderlo y apoyarlo en una guerra contra Irán.
Al día siguiente, el 2 de abril, el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas -ONU-, António Guterres, condenó el ataque a la embajada pidió respeto al orden legal internacional y señaló que un error de cálculo podría tener consecuencias devastadoras.
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Irán declaró que respondería a la provocación implicando a los Estados Unidos. Washington aclaró de inmediato que no participó en el ataque y no tuvo conocimiento previo. La exigencia iraní de que el Consejo de Seguridad de la ONU emitiera una enérgica condena al ataque a su embajada fue vetada por Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
Sin opciones diplomáticas y bajo la presión de su población Irán respondió al ataque el 13 de abril. Tres días antes informó sus intenciones a los países vecinos y a Estados Unidos. A este último le aseguró que no atacaría sus bases militares en la región y le exigió que no interviniera en un conflicto que solo involucra a Irán e Israel.
La represalia iraní inició con el lanzamiento de unos 300 drones de baja tecnología que tardaron más de cinco horas en llegar a Israel. No hubo secreto; se transmitió su despegue en televisión. Más tarde lanzó misiles crucero que recorrerían el trayecto en algo más de una hora y, finalmente, alrededor de ocho misiles balísticos que tardaron 12 minutos llegar. Salieron en distintos momentos para llegar de manera sincronizada.
El intervalo de varias horas permitió que a los aviones de combate israelitas se sumaran otros de Estados Unidos, Inglaterra y Francia para crear una primera línea de defensa sobre Jordania. Arabia Saudita prohibió el uso de su espacio aéreo. La segunda línea de defensa fueron los sistemas antimisiles israelitas.
Israel celebra la efectividad de su sistema defensivo. Derribó el 99 por ciento de los proyectiles.
Aparte de los políticos, analistas norteamericanos ex militares presentan otra versión. La verdadera hazaña fue que Irán creó un gran espectáculo ante todo el mundo; cuidadosamente calibrado para no causar un solo muerto ni el menor daño a personas y propiedades civiles. Pero la clave de esta otra interpretación es que el uno por ciento de los proyectiles que traspasaron las defensas fueron los misiles balísticos que si alcanzaron un par de bases militares. Israel habla de daños menores, pero no muestra imágenes del estado de esas bases; lo cual da pie a sospechar que los daños no fueron ínfimos.
Con el ataque Irán demostró que cuenta con misiles que pueden atravesar la barrera defensiva. También obtuvo información valiosa sobre la operación del sistema defensivo que haría más eficiente un siguiente ataque; si decide hacerlo.
En otra perspectiva es clara la victoria económica de Irán: el ataque le costó unos 60 millones de dólares. Israel gastó en defenderse alrededor de 1,200 millones de dólares y Estados Unidos, Inglaterra y Francia varios centenares de millones de dólares. En enfrentamientos repetidos la baja tecnología de los drones iraníes desangraría la economía de Israel por el alto costo de su sofisticada tecnología defensiva.
Inmediatamente después del ataque Irán declaró que daba por terminado el asunto. Pero que reaccionaría con enorme fuerza si Israel volvía a agredirlo. Si Irán emplea toda su capacidad bélica destruiría a Israel; pero este último tiene armas atómicas, lo que podría llevar a una mutua destrucción catastrófica.
Israel dijo que el ataque de Irán no quedaría sin respuesta y era un asunto que decidirían por sí mismos. Sin embargo, sus aliados occidentales, empezando por Estados Unidos, declararon que no participarían en un ataque a Irán e instaron a Israel a conformarse con su victoria.
Cada uno de los contendientes puede celebrar victoria. Un lado la demostración de fuerza de su ataque con centenares de proyectiles; del otro la efectividad de su sistema defensivo y la disposición de sus aliados.
Tras el ataque a su embajada Irán confiscó un gran buque carguero de propiedad israelita recordando al mundo que tiene capacidad para obstaculizar y hasta cerrar el paso de Ormuz. Podría crear una enorme crisis energética global. Nadie desea que se llegue a ese extremo. Un alza de precios de los energéticos haría que Biden pierda la elección presidencial de noviembre próximo.
El 19 de abril Israel lanzó varios proyectiles, drones de bajo poder, contra Irán. Al respecto se han creado dos versiones propagandísticas. Del lado occidental se entiende que de este modo Israel cumplió con su amenaza se reaccionar al ataque iraní. Por su parte Irán se apresuró a mostrar imágenes en vivo señalando que los daños fueron tan insignificantes que no tiene por qué responder con otro ataque.
De momento, al escribir esta columna, hay un respiro global bajo la interpretación de que con ese ataque simbólico Israel queda conforme. Lo que no es enteramente cierto porque el gobierno Israelí está profundamente dividido y algunos de sus ministros reclaman la levedad de la respuesta. Los países aliados de Israel, y otros muchos, piden bajar el volumen al conflicto.
Sin embargo, para el gobierno de Israel es claro que no consiguió sus objetivos. Ahora sabe que no es invulnerable y, por lo tanto, no puede actuar con la impunidad anterior; no logró involucrar a Estados Unidos en una guerra contra Irán; la respuesta muy calibrada de Irán no le permite retomar su retórica usual de victimizarse; la opinión pública mundial se mueve lentamente en su contra por las atrocidades que comete contra los palestinos; su sistema defensivo es incosteable.
Israel no queda conforme pero no sabe qué hacer y su primer ministro, Netanyahu, corre el riesgo de perder el poder e incluso su libertad personal si terminan los conflictos a su alrededor. Su ideología teocrática lo impulsa a la total eliminación de sus enemigos; esperemos que en su desesperación Israel no se decida por el suicidio colectivo.