Las campañas electorales ya no son lo que eran en tiempos de la Caravana Corona, pero las candidatas y el candidato se han empeñado en mantener el ritual de los mítines y las giras territoriales, siguiendo la vieja pero efectiva receta de los baños de pueblo.
“Si quieren contar con el apoyo del pueblo, pónganse unos tenis y ahora que hay calor una camiseta y un sombrero, una gorra, un morral y hagan sus volantitos y vayan casa por casa”, es el consejo de Andrés Manuel López Obrador, viejo maestro en estos menesteres.
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Allí está Claudia Sheinbaum que intentó seguir el ejemplo de AMLO de visitar los 300 distritos electorales del país. No sólo recorrió dos veces el territorio nacional, ya que en su época de “corcholata”, a partir del 19 visitó las 32 entidades y volvió a hacerlo ya en la campaña, que siguiendo el viejo modelo corporativista, inició y planea terminar con multitudinarias concentraciones en el Zócalo de la Ciudad de México.
Xóchitl Gálvez, a su vez, arrancó su campaña en Fresnillo (Zacatecas), la ciudad más peligrosa del país y, como indican las reglas del oficio, también visitó 32 entidades, concentrando sus mítines en la Ciudad de México donde encabezó la concentración de la Marea Rosa, además del Estado de México, Jalisco, Guanajuato, Nuevo León, Puebla y Veracruz, que tradicionalmente han sido bastiones priístas y panistas.
En un cambio de último momento, Xóchitl incluso anunció que su cierre de campaña sería en Monterrey, en vez de su querido pueblo Tepatepec, Hidalgo, de donde es originaria.
Jorge Álvarez Máynez pisó el acelerador del “Fosfobús” en el segundo mes de campaña y en su apuesta por atraer el voto de los jóvenes visitó 30 universidades y más de 20 entidades, antes del trágico final que tuvo su campaña el 22 de mayo en San Pedro Garza García, Nuevo León, donde un fuerte viento provocó la caída del templete, dejando un saldo de nueve personas fallecidas y alrededor de 204 heridos.
A pesar de los avances tecnológicos, las campañas mantienen el modelo de la tarima y el discurso, aunque la logística, por supuesto, ha cambiado desde aquella campaña que hizo Francisco I. Madero entre febrero de 1909 y abril de 1910, recorriendo en tren las principales ciudades del país para fundar clubes antirreeleccionistas, hasta que, por órdenes de Porfirio Diaz, fue detenido en Monterrey y encarcelado en San Luis Potosí, de donde escapó para llamar a la Revolución.
Destaca la campaña de Lázaro Cárdenas en 1934 que llegó hasta las regiones más apartadas del país. 27 mil 609 kilómetros en siete meses, afirmó su biógrafo William C. Townsend, de los cuales 11 mil 825 fueron por aire, 7 mil 294 por ferrocarril, 7 mil 280 en automóvil, 735 por barco y lancha y 475 a caballo. El propósito, según confesó Cárdenas: “Estar cerca del pueblo y conocer las necesidades del país”.
El primer caso de desaparición forzada en México fue el de más de 100 militantes vasconcelistas, ejecutados en Topilejo el 14 de febrero de 1929, en la represión gubernamental contra la campaña de José Vasconcelos y también hubo violencia contra los seguidores de Miguel Henríquez Guzmán, muchos de los cuales fueron asesinados el 17 de julio de 1952 en la Alameda de la Ciudad de México.
Luis Echeverría, como candidato presidencial del PRI, según la crónica de Guillermo Ochoa, publicada en Excélsior el 2 de diciembre de 1970, recorrió 56 mil kilómetros por el país.
López Portillo hizo una campaña en solitario, sin opositor enfrente y Miguel de la Madrid realizó una de las campañas más costosas que se recuerdan, al recorrer el país con una corte de cinco aviones, diez helicópteros y decenas de autobuses (El País, 10 de julio de 1982).
Carlos Salinas, al fin tecnócrata, agregó los foros temáticos bajo el lema “Que hable México”, pero también hubo una campaña trágica, la de Luis Donaldo Colosio, asesinado el 23 de marzo 1994, en Lomas Taurinas, una colonia marginal en Tijuana, Baja California.