Uno de los mayores motivos de desconfianza, descrédito y confusión provocados por las encuestas es la publicación de ejercicios inmediatamente posteriores a los debates entre candidaturas por un puesto de elección popular. En general, la calidad de estos estudios y de la información técnica que se da sobre los mismos deja mucho que desear al compararlos con los ejercicios regulares para la medición de intenciones de voto entre el electorado.
¿QUÉ SON LAS ENCUESTAS POST-DEBATE?
Las encuestas posteriores a un debate son ejercicios de toma de información inmediata posteriores a un encuentro entre candidaturas. Por lo general, dichas mediciones suelen sustraerse de los controles de las autoridades administrativas electorales al no ser reportadas a las mismas. Aunque lo idóneo es que los datos que se difundan sean resultado de mediciones entre población que cumple determinadas características, primordialmente el haberse expuesto al debate, realizadas antes y después del evento, para permitir la comparación en distribuciones de intenciones de voto, y con ello poder inferir el impacto del debate al menos entre el segmento observado, no es extraño que lo que se haga y se reporte sea exclusivamente una toma de información sobre quién le pareció a la ciudadanía consultada que ganó el debate, cualquier cosa que ello signifique.
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Además, es común que el modo de aproximación que se adopte en estas mediciones, que no siempre se reporta, sea la entrevista por vía telefónica —las más de las veces automatizada— o incluso la compilación de respuestas a través de Internet. Y dado lo inmediato de las mediciones, que generalmente es la misma jornada del debate, los ejercicios consideran solamente a los segmentos de población dispuestos a responder cuestionamientos ya entrada la noche, por lo que a las limitaciones propias de las formas de aproximación a la ciudadanía vía telefónica o digital, se aúna la mayor tasa de rechazo que se da en esos horarios respecto a la de por sí elevadísima proporción de rechazo por los modos indicados. Eso ya obliga a tomar con precaución los datos de estos estudios.
¿QUÉ MIDEN LAS ENCUESTAS POST-DEBATE?
Cuando se observan los datos compilados y reportados por las diversas casas encuestadoras que difundieron estimaciones luego del segundo debate entre candidaturas a la Presidencia de la República para los comicios del 2 de junio próximo, se observa una enorme disparidad en sus resultados, con brechas de 38 puntos para Sheinbaum (entre 70 y 32 por ciento) y de 45 puntos para Gálvez (entre 60 y 15 por ciento), con diferencias que van de 54 puntos de ventaja para Sheinbaum hasta 26 puntos por delante para Gálvez, es decir ¡80 puntos de diferencia en el margen de ventaja entre candidatas! A eso se suma que en ocasiones el tercer lugar, Máynez, supera en proporción al segundo, cambiando entonces el ordenamiento entre contendientes; por cierto, este candidato muestra un rango en la estimación de su proporción como ganador del debate que va de 25 a 4 por ciento.
¿Cómo deben leerse estos datos tan diversos y dispersos? La mejor manera es entender no sólo las limitaciones técnicas de los ejercicios, que los hace poco rigurosos, sino que en general sus estimaciones reflejan los llamados “sesgos de casa”. Así, a pesar de la referida diversidad en los datos, existe una elevada correspondencia entre lo que se reporta como saldo de un debate y lo que se había estimado como reparto de intenciones de voto en ejercicios previos de las mismas casas encuestadoras. De hecho, la estimación inmediata anterior de una firma dada explica 85 por ciento de la variación en la estimación de quién ganó un debate. Luego, lo ideal para evaluar los datos de una encuestadora sobre el resultado de un debate es preguntarse qué ha venido midiendo esa misma casa con relación a la distribución de intenciones de voto por candidatura: si trae muy amplia la ventaja para Sheinbaum, dará un amplio triunfo a esta candidata en el debate; si trae muy cerrada la elección, es posible que incluso dé como ganadora a Gálvez. Lo que se reporta es así reflejo de las preferencias que se vienen midiendo.
Dada esta tendencia, lo ideal para tener cierta idea de cuál fue el efecto inmediato de un debate en las preferencias es cotejar lo que se medía antes con lo que se midió como resultado del encuentro. Cuando se ven los datos del promedio de encuestas que cuentan con mediciones anteriores al segundo debate presidencial y que midieron quién ganó el debate, se encuentra que la distancia entre Sheinbaum y Gálvez pasó de 27 a 25 puntos, una reducción escasamente significativa. Hay que tomar en cuenta que ello refiere a quienes se expusieron al debate y quisieron contestar una entrevista esa misma noche y que refleja lo ocurrido apenas concluido el evento y antes de los análisis y promociones del llamado post-debate. Es por eso que lo mejor será esperar algunos días y comparar lo que encuestas realizadas con los métodos y procedimientos convencionales que cada encuestadora haya adoptado nos dicen: qué se midió antes del debate y qué se mide después, en encuestas sobre intenciones de voto del grueso del electorado, no nada más de quienes se expusieron al debate y quisieron contestar una encuesta esa misma noche.