DISCRIMINACIÓN

No son los rizos, y no es la envidia

Quienes hayan sufrido racismo o violencia estética reconocerán en la columna de la “señora bien” una especie de dog whistle sobre el lugar que deben ocupar quienes no cumplen con ciertos estándares de normatividad física. | Graciela Rock Mora

Escrito en OPINIÓN el

“Imagino que así es desde que era niña, muy competitiva y envidiosita, especialmente con las compañeras que tenían el pelo lacio… desde que son pequeñas, las que tienen el pelo muy chino generalmente le tienen una envidia mortal a las niñas de pelo lacio”

Cada quien elige sus afectos políticos por el motivo que decida, pero imagínense que alguien tenga “tan altísimo concepto de su persona” que le parezca brillante publicar en un medio nacional la confesión de que lo que le convence de una candidata presidencial es si tiene el pelo rizado o lacio.

Primero, asegura que hay algo intrínsecamente malo en las personas de pelo rizado, desde chiquillas son “envidiositas”, capaces de “envidia mortal”, frente a un elemento más bien irrelevante, el supuesto pelo lacio –y con buena caída– de las compañeras. Esta envidia, al parecer de la escritora, trasciende la madurez, el aprendizaje, los cambios de look; se mantiene inmutable frente a logros personales o laborales, ningún premio ni “aparente merecimiento” puede lograr que superen el malsano anhelo por portar un pelazo lacio.

Después se confiesa un poco más, tocando sus miedos más profundos, lo que le hace desconfiar no es solamente que tenga el pelo rizado, ¡sino que se lo alacie! Un engaño a sus orígenes, nos dice, señal de que la malvada rizada se auto engaña e intenta confundir a las impolutas ciudadanas portadoras de corazones limpios de mentiras y cabelleras libres de keratina.  

Habrá quien diga que ésta es una conversación banal, pero no lo es, porque de lo que habla la “señora bien” que publicó esas líneas va mucho más allá de gustos o moda capilar. Quienes hayan sufrido racismo o violencia estética reconocerán en la compartidísima columna de opinión una especie de dog whistle, un mensaje en código, sobre el lugar que deben ocupar quienes no cumplen con ciertos estándares de normatividad física

Muchos estudios, como éste de la Universidad de Duke hablan de que los estilos de cabello “naturales”, refiriéndose al rizado común entre la comunidad afrodescendiente y latina en Estados Unidos, son persistentemente percibidos como “poco profesionales”, “sucios”o “desarreglados”, y que dichas percepciones impactan negativamente en las oportunidades laborales de las mujeres de pelo rizado. Una búsqueda rápida en internet da muestra de cientos de artículos de consejos laborales donde sugieren a mujeres con cabello rizado alisarlo o utilizar peinados que minimicen la apariencia de los rizos, particularmente en entrevistas de trabajo o reuniones importantes. Es más, la mismísima Beyoncé fue criticada hace algunos años por dejar que su entonces pequeña hija Ivy Blue portase sus rizos al natural, acusándola de mantener a la niña “sucia”. Si Queen Bey y Ivy sufren violencia estética por sus chinos, imagínense la presión que siente la candidata

Pero no es lo único que hace sonar las alarmas sobre esa “banal” opinión. Cuando Guadalupe Loaeza habla de que Claudia Sheinbaum niega sus orígenes por alisarse el cabello –sumamente rizado desde que nació– ¿a qué orígenes se refiere? Ciertamente no a un inexistente origen afro, entonces ¿será a su origen judío, cuya población tiene una alta incidencia de cabello rizado? ¿Estamos presenciando en un medio nacional un texto con un profundo mensaje antisemita velado como opinión de estilismo? Parece que sí. 

Cualquiera de las dos opciones, que se esté atacando a una candidata presidencial por sus elecciones de look, en un ejemplo claro de misoginia –me van a decir que cómo va a ser misógina si sólo es clasista, pero usualmente se puede ser ambas–, o que se le esté atacando por su orígen étnico, son violencias que deberían ser inaceptables en cualquier debate o espacio público que se nombre democrático. 

Me imagino que habrá quien siga defendiendo que estos comentarios, que normalizan el racismo, en dimensiones distintas pero igual de perjudiciales, no son más que simplezas de una persona obsesionada con la imagen y la clase. En ese caso, es quizá esa autora, de acuerdo a su lógica, también poco merecedora de confianza, o ¿qué pensará de aquellas que se pintan el pelo, como es su caso, de rubio? ¿Se verá al espejo, como hizo la mañana de este lunes postdebate, y pensará: es que desde chiquita envidiaba a las rubias? Supongo que no, pero es un misterio. 

Graciela Rock Mora

@gracielarockm