FEMINISMO

La caída de las ídolas, Lagarde et al

Es imposible pensar en un feminismo exitoso que no incluya un entendimiento amplio y diverso de lo que significa ser mujer. | Graciela Rock

Escrito en OPINIÓN el

Marcela Lagarde y de los Ríos es, sin duda, una de las grandes teoristas del feminismo latinoamericano; y no sólo en teoría, fue Lagarde quien introdujo a México el término feminicidio hace ya casi 30 años, y en 2005, siendo legisladora dirigió el primer diagnóstico sobre violencia feminicida en México. Pocas cuestionan la importancia de Marcela Lagarde en la larga lucha contra la violencia contra las mujeres en nuestro país.

En 2020, cuando Lagarde cumplía medio siglo de activismo y trabajo feminista, se publica una entrevista en un medio español en el que la catedrática de la UNAM hace un llamado a “no borrar a las mujeres”, y enlazando este supuesto borrado con el “transactivismo” el cual, asegura, surge en la década de los 30 a partir de mujeres lesbianas “huérfanas de feminismo”, un guiño quizá a aquella Betty Friedan que reclamaba que no era posible luchar en la causa feminista si se era lesbiana, como le dijeron a Kate Millet. Con esa entrevista, algo se rompió, entre quienes leían y veían a Lagarde como una especie de sacerdotisa feminista pero ya sabían por dónde iba el discurso del borrado de las mujeres, no lo inventó ella y no es, ni cerca, la más activa en ese mensaje. La misma Lagarde menciona la importancia de leer a Amelia Valcárcel para entender la supuesta “esencia” que nos hace mujeres y la cual debemos defender frente al maligno lobby trans.

Quien quiera leer la obra de Valcárcel encontrará, como en el caso de Lagarde, grandes aportaciones al pensamiento feminista en la segunda mitad del siglo pasado, y más recientemente, como en el caso de Lagarde, una deriva hacia un terfismo rancio y descorazonador, más cercano al discurso de la extrema derecha de lo que les gusta aceptar. La posición “terf” (siglas inglesas para trans-exclusionary radical feminist) es principalmente una descripción, aunque muchas a quienes les queda el saco insisten en que es un término violento (no les parece violento, sin embargo, llamarles “acuna-penes” a las feministas trans-incluyentes); y se nutre de una idea extraña de que los derechos son finitos, que el feminismo puede únicamente entender a la mujer como un único sujeto político, que vive las mismas violencias, que tiene los mismos deseos y que se entiende – a sí misma y a sus derechos  – de una única manera. Es común, que quienes excluyen en el sujeto político del feminismo a las mujeres trans, excluyan también a las mujeres racializadas, a las trabajadoras sexuales, a las mujeres lesbianas, a las mujeres discas, a las mujeres conservadoras y a todas aquellas mujeres que confirman que no somos sólo LA MUJER, sino seres diversos con realidades que nos atraviesan de distintas maneras inmersas en violencias similares por sistemáticas, pero claramente distintas.

Pero fueron en su momento académicas como Lagarde, o como Valcárcel, o como Juana Gallego, o como tantas de las que forman parte de la llamada Alianza contra el borrado de las mujeres, quienes nos dijeron que cuestionáramos el canon académico, que cuestionáramos los privilegios desde los cuales pensaban, teorizaban y escribían los hombres que habían formado durante siglos el pensamiento “occidental”. De alguna manera, este cuestionamiento no debe aplicar para ellas. Hace algunos días, un grupo de estudiantes increpó a Marcela Lagarde en la Universidad Complutense de Madrid, en España. No la atacaron, no la “cancelaron”, no hicieron sino expresar desacuerdo con un discurso que consideran anti-derechos y violentos contra comunidades específicas. Muchas pusieron el grito en el cielo, pero hemos visto y hecho virales decenas de videos de estudiantes que cuestionan a académicos racistas, homófobos o misóginos, y aplaudimos a las juventudes que se enfrentan a las vacas sagradas de la academia, que les cuestionan y que exigen una revisión sobre la voces a las que se le da plataforma en sus centros educativos, esto no es nada distinto.

Hay muchos debates abiertos en el feminismo en este momento, aunque en realidad, siempre los ha habido, porque es imposible pensar en un feminismo exitoso que no incluya un entendimiento amplio y diverso de lo que significa ser mujer. Desde las enseñanzas de los feminismo decoloniales, los feminismos migras, los feminismos comunitarios, es necesario dejar atrás el feminismo de la mujer esencial y avanzar hacia un feminismo que incluya a todas las mujeres, donde por fin, la pregunta de Sojourner Truth sea la guía. 

Adiós, sacerdotisas del feminismo, han caído del pedestal.

 

Graciela Rock

@gracielarockm