En la madrugada del jueves 29 de febrero miles de personas salieron de entre los escombros de la ciudad de Gaza alertados de que se acercaban camiones con harina. No habían entrado alimentos desde hacía un mes y los habitantes a duras penas sobrevivían comiendo forrajes para animales, e intentando comer raíces, hojas de los árboles. Los camiones pasaron varias revisiones exhaustivas por el ejército de Israel y eran escoltados por tanques israelíes.
Impulsada por un hambre terrible, la multitud se arremolinó alrededor de los camiones … y fueron ametrallados. Muchos habían conseguido cargar con costales de harina y alimentos enlatados. Este fue el mayor incentivo para que tras periodo de aparente calma centenares regresaran, arriesgando sus vidas, por algo de comida. Y fueron de nuevo ametrallados. De acuerdo a fuentes internacionales, al menos 127 palestinos murieron y otros 760 fueron heridos. Sobre muertos y heridos pasaron los tanques. Centenares llegaron a hospitales sin capacidad para atenderlos.
El reporte sobre el conflicto presentado el 24 de febrero por el Banco Mundial señala que el 84 por ciento de las instalaciones de salud de la franja habían sido destruidas y cita la preocupación de la Cruz Roja Internacional y la Organización Mundial de la Salud sobre la funcionalidad de los hospitales que quedaban. Para decirlo más claro; los hospitales ya no tenían medicamentos, anestésicos, y con frecuencia ni agua ni electricidad por falta de combustible para sus generadores.
Te podría interesar
Según el Wall Street Journal a mediados de diciembre Israel había arrojado 29 mil bombas y proyectiles y destruido el 70 por ciento de las viviendas y cerca de la mitad de sus edificios. El bombardeo dañó, además de hospitales, iglesias, mezquitas, fabricas, centros comerciales, hoteles, teatros y escuelas. Las infraestructuras de agua, electricidad, comunicaciones y salud fueron objetivos prioritarios y, señala el diario, son ya irreparables. En Gaza el 70 por ciento de la población son refugiados expulsados de sus tierras y viviendas por Israel y ya vivían precariamente.
En la página del Alto Comisionado de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos aparece la declaración de sus expertos en derechos humanos que condenan la masacre de la harina (flour massacre, en inglés) y apremian a Israel a terminar su campaña de hambre. El coordinador de ayuda humanitaria de las Naciones Unidas, Martin Griffiths, dijo que la vida está siendo drenada de Gaza a una velocidad terrorífica.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, expresó su profunda indignación y más fuerte condena a los disparos de soldados israelíes sobre la población civil e hizo un llamado por la verdad, la justicia y el respeto a la ley internacional. El ministro de relaciones exteriores del Reino Unido, David Cameron, declaró ante el parlamento británico que las muertes por hambre en Gaza son responsabilidad de Israel dado que es el poder de ocupación. La ministra de relaciones exteriores de Australia, Penny Wong, le expresó al embajador de Israel que Australia está horrorizada por esa catástrofe y la crisis humanitaria en proceso.
El más alto diplomático de la Unión Europea, Josep Borrel describió el incidente como una carnicería totalmente inaceptable. La ministra de relaciones exteriores de Canadá, Melanie Joy, dijo que el incidente fue una pesadilla. El ministro de relaciones exteriores de España, José Manuel Albares, dijo que las docenas de muertos mientras esperaban comida, subraya la urgencia de un cese al fuego.
El ministerio de relaciones exteriores de Brasil declaró su profunda consternación por los disparos a los palestinos, cuya aglomeración demuestra la situación desesperada a la que está sometida la población. El gobierno de Netanyahu (el primer ministro de Israel) vuelve a mostrar que sus acciones militares no tienen limite ético o legal. La humanidad le está fallando a la población de Gaza, afirmó.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, dijo que pidiendo comida más de 100 palestinos fueron asesinados por Netanyahu; esto se llama genocidio y el mundo debe bloquear a Netanyahu. Además, suspendió los contratos existentes de compra de armas a Israel.
Argelia pidió al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que emitiera un comunicado condenando la masacre, que fue bloqueado por Estados Unidos. En tres ocasiones Estados Unidos ha sido el único país que emplea su veto para impedir que el Consejo de Seguridad, integrado por 15 países, pida un cese al fuego.
Esta masacre, la más notoria no es un hecho aislado, han ocurrido otras de menor cuantía en muertos y heridos pero similares en intencionalidad. Antes del 7 de octubre entraban 500 camiones diarios con insumos básicos a la Franja de Gaza bloqueada por Israel desde hace 16 años. Tras esa fecha el promedio bajó a 150 camiones diarios.
Sin embargo, cuando el 26 de enero la Corte Penal Internacional, máximo orden de justicia de las Naciones Unidas, ordenó a Israel suspender la muerte de civiles, permitir la entrada de ayuda humanitaria y condenar los llamados de sus altos funcionarios al exterminio de los palestinos, la respuesta de Israel fue recrudecer los ataques y reducir la entrada de camiones a entre 50 y 90 al día. Pero no para toda la Franja.
El 5 de marzo el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas publicó en su página oficial que el ejército israelí no permitió la entrada de un convoy de 14 camiones a la ciudad de Gaza donde difícilmente sobrevive medio millón de personas.
El plan de Israel es que, por lo menos la ciudad al norte, si no es que toda la Franja, sean colonizados por Israel. Esta expansión territorial y una victoria sangrienta es posiblemente lo que Netanyahu piensa que lo puede salvar políticamente. Es muy importante porque está amenazado de ir a la cárcel por acusaciones de fraude anteriores al conflicto.
Sin embargo, Israel está perdiendo algo esencial para su futura supervivencia: la aceptación internacional. Es un pequeño país rodeado de gobiernos que le temen porque es una potencia atómica. Solo que en un par de días inicia el Ramadán, el mes sagrado musulmán, lo que hace previsible un fuerte incremento de las manifestaciones de indignación de los pueblos islámicos, con fuerte presión sobre sus gobiernos para hacer algo, así sea simbólico, contra Israel.
Israel se convierte en un país paria. Su usual auto victimización ya no le funciona. Mientras tanto los judíos del resto del mundo están cada vez más preocupados por el aumento del antisemitismo.
En Estados Unidos se ha asesinado a varios palestinos y aumenta la tensión. Es muy posible que, así sean pocas personas en cada ocasión, le dificulten a Biden hablar en reuniones públicas en su campaña presidencial. El mayor problema norteamericano es que pierde, junto con su protegido Israel, autoridad moral ante el mundo.
A nivel global la cosa es peor. La Corte Internacional de Justicia; la Organización de las Naciones Unidas y sus organismos de alimentación y apoyo a refugiados; el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, todos ellos y todo el tinglado jurídico internacional está en entredicho debido a su evidente impotencia. ¿Sirven para algo?
Tal vez más adelante de sus cenizas surjan alternativas.