El Partido Verde Ecologista de México (PVEM) postuló en San Luis Potosí tres candidaturas a presidencias municipales de hombres “que se identifican” como mujeres y de la diversidad sexual. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) también registró una candidatura en esta condición.
No es que uno espere ver que esos respetables señores nos regalen imágenes como Sam Smith bajando de un helicóptero dorado, envuelto en una nube textil de color fucsia y tarareando “I´m not here to make friends”. Este extraordinario vocalista pop es abiertamente no binario. Un cliché no hace el género, cierto, pero estos señores, según las fotos que se han hecho y publicado, no dan para verlos participar en una carrera en tacones.
El PVEM registró a José Reyes Martínez Rojas como su candidato a presidente municipal en Venado, a Daniel Alfonso Zavala de la Rosa en Villa de Arista y a Roberto Carlos Medina Hernández en Vanegas.
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José Reyes, “Reyitos”, en su perfil de Facebook se inscribe como “Figura pública” y que es “Hombre”. La misma contradicción al género autodeclarado para su registro como candidatos ofrecen las publicaciones en las redes sociales de los otros tres candidatos.
Saulo Morales Guerrero, aspirante a la presidencia municipal de Ahualulco por el PRD, se registró con género masculino y después cambió el dato al género femenino, para cumplir con los lineamientos de paridad de género. El mismo antecedente dejó Roberto Carlos Medina, aspirante verde a gobernar Vanegas.
El Ceepac abordó el tema de puntitas y explicó por diferentes voces que a diferencia de la autoadscripción étnica, para el caso de candidatos que se reconocen a sí mismos como indígenas, para la autoadscripción de género no hay probanza exigible. Y es absolutamente voluntario manifestarlo.
La llamada “cuota indígena” de las leyes electorales hizo el milagro de hacer que en un país de desprecio histórico a las comunidades autóctonas, más de un criollo fenotípico se declarara “indígena” para presentarse candidato como tal y brincar la obligada cuota. Desde luego, con disimulo o el abierto aval del partido. Por esas simulaciones se añadieron algunas guías de verificación.
En el caso de la “cuota de género”, desde su origen ha sido objeto de toda clase de adulteraciones en su aplicación. Cuando los partidos se toparon con que se agotaba el espacio para las candidaturas de hombres a los poderes legislativos y a los cabildos, registraron mujeres como propietarias desechables para “cumplir”: una vez que tomaban posesión, “renunciaban” para dejar el espacio al marido, el jefe o el “padrino” que el partido registraba como suplente.
A estas candidatas reemplazables se les conocía como “las Juanitas”, en referencia a Rafael Acosta “Juanito”, el candidato desechable que creó Andrés Manuel López Obrador en 2009 para que compitiera contra la candidata de su propio partido, el PRD, por la delegación de Iztapalapa. El ahora presidente no quería a la candidata, prefería a Clara Brugada y se hizo todo para imponerla. El Trife halló anomalías suficientes en el proceso interno para tumbar a la preferida del tabasqueño 23 días antes de la elección. En un acto público, AMLO presentó a “Juanito” como candidato del PT con sus huestes, ordenó que votaran por esta opción y no por el PRD. Ahí mismo, “Juanito” prometió que una vez ganada la elección en Iztapalapa, renunciaba al cargo para dejar a doña Clara Brugada como delegada titular, lo que puntualmente ocurrió. Brugada es hoy candidata del presidente AMLO a la CDMX, por encima de García Harfuch, más popular y mejor considerado.
La práctica de las candidatas desechables ya era un escándalo. Ante la presión pública, se adoptó la medida de homologar el sexo de los futuros candidatos a cargo público de elección con el de los suplentes.
Con el tiempo hubo más presión para los partidos porque de la “cuota de género” se pasó a la equidad, así que las listas de candidatos y candidatas deben ir pareadas en la misma proporción. Los partidos aducen que batallan “para conseguir candidatas”. Otros no se quejan, pero las mandan a competir por causas perdidas.
La apertura política del país a la diversidad trajo la autoadscripción de género, la que pretenden utilizar ahora para registrar candidaturas de personas con toda una vida asentando que son hombres, pero se les atravesó el tope de la paridad y para efectos del registro se autoasignan el género femenino. Se declararían mantícoras si la ley electoral exigiera una cuota de personas quiméricas.
El Partido Verde, que registró a tres sedicentes mujeres, emitió un boletín muy poco convincente y rollero donde se dice respetuoso de la inclusión y de la diversidad. Su presidente estatal, un tipo que te recuerda a “Flickerman”, el anfitrión de “Los juegos del hambre”, no se arriesgó a tratar el tema de manera presencial.
Le sería muy difícil a don Eloy Franklin, presidente del Verde en San Luis, zafarse de los terrenos de la complicidad fraudulenta si las autoridades echan abajo esas vaporosas candidaturas “de paridad” desde una supuesta “inclusión”. Nuestro “Flickerman” se hizo fotos con los candidatos polémicos cuando se registraron y las hizo divulgar en redes del partido.
El PRD días después también se parapetó en la corrección política de la inclusión y el respeto a la autoadscripción de género como mantras, a ver si a fuerza de canturrearlo adquieren una pátina de credibilidad.
Consejeros electorales ciudadanos han manifestado su esperanza de que no sean estas polémicas candidaturas una posible trasgresión a la ley en el cumplimiento de la paridad. Reconocen que las postulaciones en un principio son de buena fe. Llaman a esperar la validación de los registros, a más tardar el 19 de abril. Suponen que una impugnación de mujeres o de personas de la diversidad ayudará a esclarecer.
El uso espurio que hacen estos partidos de las leyes de inclusión es de una labia insultante para cualquiera que tenga dos neuronas medio conectadas. Como si de verdad respetaran la diversidad, la paridad de género y la inclusión, echan frases meningíticas que son una chapuza retórica.
Dicen que los casos requerirán de sesudos análisis que no toquen con el pétalo de una duda razonable lo que estos candidatos dicen de sí mismos y sus partidos aseguran. No requiere tanto meneo entre velos: remítanse a sus credenciales de elector. El registro de electores da tres opciones de género a los ciudadanos que sacan la credencial. La opción que el elector decida como su género se refleja con una sola letra: Mujer (M), Hombre (H) o No Binario (X).
El INE tiene un protocolo de la diversidad sexual y si se requiere hacer una actualización de nombre o de sexo en los datos de la credencial para votar, “es necesario presentar el acta de nacimiento por reconocimiento de identidad de género en la que se refleje el nombre y sexo actuales”.
Si los cuatro hombres se han autodescrito como mujeres o no binarios desde mucho antes de presentarse la oportunidad de ser postulados a un cargo, y si son honestos, ese dato debe estar en sus credenciales hace tiempo. El INE no objeta que la foto de la credencial la tomen con maquillaje y el look que más les guste.
La autoadscripción de género no debe ser un concepto que se tiña o se destiña a capricho y conveniencias políticas. No será ésta la primera ni la última vez que políticos con sentido de oportunidad y mucha jeta usen la inclusión como refugio y vehículo para fines que precisamente agravian la búsqueda de la diversidad y la equidad de género en la participación política.
Para nuestras autoridades y tribunales electorales, menos corrección política y ninguna equidistancia hipócrita con los tramposos que truquean la búsqueda de la equidad de género y la diversidad en espacios de elección.
Si no son, no son.