Las noticias no son cosa fácil. Para poder entender las implicaciones de lo que nos enteramos a veces nos faltan algunos datos o contextos que nos sirvan de guía en el asunto, y a veces nos sobran algunas simpatías o antipatías.
Por ejemplo, el caso de Camila. La señora sospechosa del caso es linchada por el pueblo sabio. Nadie exige castigo a los asesinos. Nadie reprocha a las autoridades el que hayan permitido esa salvajada frente a sus narices. Nos enojó el primer homicidio, el segundo no. Ahora ya será difícil saber qué pasó. Si alguien más fue el asesino, seguro aplicará la técnica vista en aquella escena de la película “La Lista de Schindler”; ¿quién cometió el crimen? Pues, la linchada.
Los mismos métodos de “análisis” los aplicamos a lo internacional. Mucha gente basa su opinión sobre el conflicto entre Israel y Palestina según le caigan mal los judíos o los musulmanes.
Te podría interesar
Así, mucha gente está abordando el asunto del ataque a la Embajada mexicana en Ecuador, definiendo su posición según la opinión que se tenga sobre el actual gobierno. ¿Qué tienen que ver nuestras simpatías políticas o electorales con la violación las leyes nacionales e internacionales? Nada.
Quienes apoyan al gobierno han expresado su solidaridad con el Presidente de México por lo ocurrido en la Embajada. Quienes no simpatizan con la 4T, tienden a justificar el incidente culpando a nuestra Política Exterior o al proceso de asilo en favor del exvicepresidente ecuatoriano. Los que dicen esto último parecen únicamente repetir lo que alegan desde Ecuador, en el sentido de que esto se debió a una violación a la Convención sobre Asilo Diplomático, por querer otorgar esa protección a alguien que está en medio de un proceso judicial. Sin embargo, si bien inicialmente el artículo III de esa Convención al inicio dice que ello no procede, al final del mismo párrafo claramente agrega: “salvo que los hechos que motivan la solicitud de asilo, cualquiera que sea el caso, revistan claramente carácter político”, o sea, no queda prohibido. Además, el artículo IV establece que, en este caso, le tocaba a México decidir en una primera instancia si el asunto era de naturaleza política, no a Ecuador.
Incluso, si esta interpretación es la equivocada, o simplemente México y Ecuador no se pusieran de acuerdo si este es un caso de asilo conforme a la Convención, entonces cualquiera de los dos países podría acudir a la Corte Interamericana y pedirle que decidiera sobre el asunto. No hay nada en los tratados internacionales que diga algo así como “si hay una diferencia de interpretación legal entre dos países, tendrá la razón quien invada primero”. El derecho existe principalmente porque existen las diferencias, no los acuerdos.
Pensar que la violencia es un método admisible en una disputa legal, equivale a pensar que en un juicio de custodia, o en un pleito por una herencia, lo correcto es golpear a la ex esposa. Pero así pensamos muchas veces los mexicanos. Por eso es que no nos parece grave que hayan tomado por asalto una oficina mexicana en el extranjero y violentado a los mexicanos que estaban dentro, porque…nos cae mal el presidente, o en México se valen los linchamientos. Obviamente, con esos referentes, esto es poca cosa. Así de normalizada la violencia en nuestra cultura.
Esta trampa cultural se observa también en ex embajadores de México en Washington, quienes si bien se han solidarizado con los diplomáticos mexicanos agredidos, no pueden dejar a un lado sus diferencias políticas con el gobierno actual, como un elemento de explicación o contexto justificante sobre lo ocurrido. Ya cuando los diplomáticos justifican la violencia de un gobierno, la diplomacia pierde su razón de ser.
En todo caso, ni estos ex integrantes del Servicio Exterior Mexicano, ni aquellos que se han solidarizado con la administración actual, se han concentrado en el hecho de que tenemos un grupo de mexicanos que fueron violentados por un gobierno -no solamente el Estado Mexicano- y que ellos, a título personal, deberían tener la posibilidad de explorar los mecanismos legales, que ante las instancias judiciales mexicanas u organismos internacionales, pudieran tener para solicitar una reparación por el daño infringido a sus personas. Sí, al momento del incidente tenían una acreditación diplomática, pero la agresión ocurrió fuera de los términos de cualquier Convención o norma internacional. Ecuador ya dejó claro que eso de las inmunidades diplomáticas no lo ve como impedimento para ejecutar actos de autoridad, entonces no podría excusarse en ellas ante un juicio de responsabilidad por sus actos.
Es un asunto de violación de derechos, por lo que debe haber una reparación del daño. El caso no necesita de pasiones nacionalistas, pero tampoco comentaristas, principalmente estos ex diplomáticos, quienes con sus opiniones corroboran que en México la crítica política es el tema principal, y las personas afectadas o violentadas por actos de un gobierno, son solamente daño colateral.