Estoy seguro de que no hay alguien en su sano juicio que se oponga a la idea de proteger a los niños y niñas de cualquier riesgo a su integridad sexual y personal. Sin embargo, la manera en que entendemos dicha protección no es un tema consensuado y generan opiniones tan opuestas que, necesariamente, algunas de ellas no serán producto de ese sano juicio.
Esta semana conocimos el caso de un juez que dicta sentencia absolutoria a un acusado de abuso sexual contra una menor de 4 años. La sola existencia de un posible abuso contra una menor ya es una tragedia enorme. A esa se le sumó la de un proceso judicial en donde el juez durante la lectura de su decisión en el juicio primero dijo que era sentencia condenatoria, luego que absolutoria, luego que le creía a la niña, luego que no había evidencia, y sobre esto, le echó la culpa al Ministerio Público. ¿Todo esto significa que el acusado es culpable? No. ¿Significa que es inocente? Tampoco. Sin embargo, un video en redes de un par de minutos ya es suficiente para que mucha gente esté convencida de algo. Ojalá las autoridades judiciales que habrán de conocer el caso en las etapas siguientes tengan elementos para componer lo que se haya hecho mal y se dejen de pronunciar sobre lo correcto de la sentencia siendo que el caso no está cerrado.
Pero es que la manera en que sentimos que protegemos a nuestros hijos, y en general, a los niños y niñas, es filtrada por nuestras pasiones, así como por nuestras convicciones sociales y personales, a tiempos, claras, a veces, en medio de terribles contradicciones. Varios casos así lo demuestran.
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A principios de este mes el Senado mexicano aprobó una minuta que propone prohibir el matrimonio infantil todavía existente en algunas comunidades de nuestro país bajo el principio de los usos y costumbres. Esto será una victoria para los movimientos feministas y progresistas quienes identifican en esta práctica como especialmente dañina para las niñas, quienes son casadas con adultos, antes de contar con una edad que les permita entender primero, y luego ejercer, una vida y una identidad sexual. Sin embargo, algunos de esos mismos movimientos ideológicos, son los que apoyan que las niñas y los niños puedan sexualizarse y tomar decisiones sobre esa expresión de identidad, incluso, recibiendo tratamientos hormonales. Algo así como que es malo que las casen, pero es bueno que las sexualicen.
Grupos opuestos a esa expresión ideológica son duros en sus críticas. Durante el Carnaval de Torre Vieja en Alicante, España, hace un par de semanas, la comparsa denominada “Osadía”, organizada por un grupo no progresista, hizo desfilar a varias niñas en lencería haciendo movimientos sensuales. Las críticas no se hicieron esperar. Los organizadores de la comparsa se defendieron diciendo que era una crítica al progresismo y que ello era una sátira. Algo así como que sexualizar niñas está mal, excepto si las usas para burlarte de alguien.
En Estados Unidos los grupos conservadores acaban de obtener un éxito judicial en Alabama donde la Suprema Corte estatal acaba de determinar que los embriones deben considerarse “niños”, y por lo tanto, son sujetos de todas las protecciones legales existentes. Lo anterior derivado de un proceso en contra de una clínica de fertilización in vitro, la que fue demandada para impedir que, como es un proceso común, los embriones no utilizados sean desechados, sin importar su viabilidad. Esto podría generar que incluso los procesos de fertilización queden indirectamente prohibidos, ya que las clínicas deben manejar varios embriones para lograr un embarazo exitoso. Un embrión no exitoso podría ser visto como un caso de homicidio culposo. Parece una historia de locos. Claramente es un obstáculo más en el anhelo de algunas personas por reducir todavía más los derechos reproductivos de la mujer, a través de una supuesta preocupación por los niños y niñas, aun cuando estos todavía no existan. Por supuesto, estos mismos grupos son los que se oponen a mayores candados a la circulación de armas cuando algún enfermo mental comete una nueva matanza de niños y niñas, esos sí ya existentes, en alguna escuela estadounidense.
Precisamente en las escuelas, con especial atención en las universidades, existen varios esfuerzos de los movimientos feministas para que estas instituciones se constituyan en espacios seguros para las mujeres, con especial atención a su integridad sexual. Por supuesto, son algunos de estos mismos grupos lo que promueven que en cualquier momento los baños y vestidores puedan ser compartidos por personas de distinto sexo biológico, porque aparentemente, ahí no hay tema alguno.
Total, que los casos de protección a los menores de edad son muy complejos y emocionales, pero no deben ser las emociones el mecanismo de análisis. En el juicio sobre el abuso sexual a la menor efectivamente hay razones para suponer que algo está muy mal, pero no necesariamente el error solamente está en el juez. Habrá que ver cómo se integró la averiguación previa. Tampoco parece que la manera en que la mamá describe el asunto sea una descripción precisa de lo que el juzgado hizo. Ya se ha discutido la inconveniencia de que los jueces sean definidos por la voluntad popular, bueno, lo mismo aplica para las sentencias.