La noción convencional de que en un debate debe haber un sólo ganador o ganadora es errónea y demasiado simplista, como lo es también el hecho de asumir que las reglas para calificar el desempeño de las y los debatientes son las mismas para todos.
Yo creo que en un debate puede haber varios ganadores o ninguno, pues todo debería depender de qué tanto lograron avanzar respecto de sus objetivos estratégicos, lo cual tampoco es fácil de decir pues los jurados son muchos y responden a una enorme variedad de identidades, intereses y expectativas. Por un lado está el público en general, que no es una masa homogénea sino un conjunto de grupos de votantes integrados por subgrupos que van desde las tribus duras hasta los simpatizantes eventuales, pasando por otros como los que acostumbran votar no tanto por la candidata en turno sino por los colores del partido. También están dentro del jurado los periodistas, los analistas, los influencers, las redes sociales y los medios convencionales.
Resulta claro que los criterios utilizados para definir una ganadora del debate no son los mismos entre tantos juzgadores. Algunos sesgan su opinión claramente a favor de sus sus preferencias previas y otros elucubran un knock out imaginario, con tal de no dejar pasar la ocasión de anunciar el nombre de una sola ganadora.
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Dicho lo anterior, me acojo aquí al criterio de opinar sobre el desempeño de las y del participante del debate del pasado domingo, según una apreciación subjetiva de qué tanto pudieron avanzar en la consecución de sus respectivos objetivos estratégicos.
Hay que empezar diciendo que los objetivos de Sheinbaum y Maynez estaban suficientemente claros, no así los de Xóchitl pues aparentemente no seguía una línea estratégica clara y convincente.
Sheinbaum se apegó al libreto que parece haber ensayado muchas horas: ignoró las alusiones a los actos de corrupción de los allegados a López Obrador, a la impunidad imperante de la 4T, al mal manejo de la pandemia y a la escasez de resultados en temas como la violencia en general y contra las mujeres. Repitió mentiras y falsedades con aplomo y seguridad bien ensayadas, y mantuvo una actitud erguida y pausada como para dar la imagen de presidenciable. Cumplió con sus expectativas y logró sus objetivos.
Maynez pudo darse a conocer y quedar registrado para la historia como el de la sonrisa publicitaria, sacada de un anuncio de consultorio de ortodoncia. Tuvo algunas intervenciones acertadas pero no pudo librarse del rol de esquirol en el que lo han encasillado. Sin embargo, logró sus objetivos.
El caso de Xóchitl es distinto, pues todo indica que sus estrategas se equivocaron de objetivos, de imagen y de estrategia; y ella se equivocó de interlocutor y de examen.
Dado el estado de las intenciones de voto, un buen objetivo estratégico hubiera sido el de persuadir y convencer a la mayor cantidad de votantes indecisos, pero parece que el objetivo era torpedear a Sheinbaum con descalificaciones personales y miradas escépticas y de desconfianza, esperando equivocadamente que ello le permitiera ganar los votos necesarios.
En ese sentido, Xóchitl se equivocó de interlocutor porque con quien se tenía que conectar emocionalmente era con los votantes indecisos, pero prefirió ignorarlos tratando infructuosamente de abrir un canal directo de comunicación con Sheinbaum. Se le notaba incómoda y cayó inocentemente en el juego de esta última, a quien llamaba Claudia con una cierta e inadvertida familiaridad y quien se refería a ella, siempre impersonal y despectivamente, como la candidata del prian.
Xóchitl también se equivocó de examen, porque para este no estudió ni se preparó lo suficiente. Subestimó el reto que implica llegar bien preparada a un debate con esta visibilidad y alcances, se mostró tensa, preocupada y se perdió leyendo atropellada y desordenadamente un exceso de papelitos y tarjetas.
Yo creo que la estrategia no solo tenía que ser distinta, sino que debió incluir un esquema ágil de contraataque y desmentidos en tiempo real, con respuestas preparadas con anticipación y visualmente poderosas para el consumo inmediato de los medios y las redes sociales. Fue una oportunidad perdida.
Por supuesto que puede recuperarse y ganar votos en los dos debates que faltan, pero necesita abrir de inmediato la puerta de su cuarto de guerra, ventilarlo y hacer cambios urgentes de estrategas y asesores. Necesita rodearse de mentalidades más abiertas, más modernas, autocríticas, más ágiles y perspicaces o no podrá reducir la distancia que le separa de la otra candidata.