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¿Campañas marcadas por la inseguridad?

El problema de inseguridad será el activo más importante de la campaña del frente opositor. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

El tema de la inseguridad protagonizó el arranque de las campañas presidenciales. Mientras Claudia Sheinbaum defendió al gobierno federal y aseguró que las y los ciudadanos hoy se sienten más seguros, Xóchitl Gálvez cuestionó la estrategia del presidente López Obrador con un acto simbólico en Fresnillo, Zacatecas, el municipio con mayor percepción de inseguridad en el país.

La selección de la narrativa fue la esperada. Vamos, la más obvia. Por un lado, porque 6 de cada 10  habitantes mayores de 18 años considera inseguro vivir en su ciudad. Por el otro, porque el tema ha tenido por décadas una alta rentabilidad en los indecisos, opositores y, por supuesto, en las personas que se han visto directa o indirectamente afectadas por los delincuentes y criminales.

En la consultoría política se han diseñado infinidad de mensajes de alto impacto para abordarlo. Por varias décadas, la inseguridad ha permanecido en los primeros sitios de preocupación que percibe la ciudadanía, junto a la economía. Y como el problema persiste, se ha convertido también en factor que ha desgastado a instituciones y autoridades en los tres niveles de gobierno.

Para los medios de comunicación, las noticias relacionadas con la inseguridad son relevantes porque forman parte del interés público. A pesar de que la gente en las encuestas expresa su desacuerdo con la información vinculada a la violencia, la realidad confirma que sigue llamando poderosamente la atención de las audiencias en forma significativa. Las razones son diversas y merecen, sin duda, estudios más profundos con el propósito de comprender mejor este comportamiento.

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Ningún presidente ha podido responder con eficacia y credibilidad las críticas, ataques y cuestionamientos. Los datos duros de las encuestas y el porcentaje de la población que ha sido afectada son muy altos. El mismo efecto ha tenido la impunidad con que se mantiene la mayoría de los delitos. Por lo mismo, las estrategias de comunicación no han podido garantizar los buenos resultados que esperan los gobernantes porque los hechos siempre han sido más contundentes que las palabras.

Aún más. Los pocos modelos de vocería que se han puesto en marcha han catalizado las críticas y las preocupaciones de la población. Si bien hubo algunos aciertos comunicacionales en períodos anteriores —que lograron mitigar los efectos en los procesos electorales y en la popularidad de algunos presidentes— lo cierto es que hoy el tema representa una de las mayores vulnerabilidades en la imagen del presidente y de la candidata de Morena.

En los sexenios que van del siglo XXI, todos los presidentes han tenido efectos negativos en su imagen no sólo por las estadísticas de la inseguridad. También por acciones y eventos que adquirieron una gran notoriedad nacional e internacional o aquellos que trascendieron sus administraciones, como fue el caso de los 43 de Ayotzinapa. 

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En contraste, la mayoría de los golpes fuertes que los gobiernos han dado al crimen organizado no se recuerdan con facilidad. Dejan de ser noticiosos en muy poco tiempo. Los que permanecen han estado relacionados con conflictos políticos para dar legitimidad a la lucha anticorrupción que cada uno ha dado al inicio del sexenio y que al mismo tiempo han tenido la pretensión de convertirse en casos simbólicos.

Los ejemplos que ilustran los “casos de éxito” de lucha anticorrupción han existido desde los tiempos en que gobernaba el PRI. Pero en este sexenio sobresalen los de Emilio Lozoya Austin, Genaro García Luna y José Murillo Karam. El mantenimiento en el centro de la agenda pública no ha obedecido únicamente a su interés noticioso, sino a la necesidad de cada presidente por mantenerlos “vivos” en la memoria de las y los ciudadanos. 

Como parte de la guerra simbólica, varios personajes han pensado en la vinculación de mandatarios con el crimen organizado. Las acusaciones se han hecho en los tres niveles de gobierno. Pero donde más efectivos han sido es con los gobernadores. El número de éstos que han sido imputados y procesados ha sido capaz de modificar las tendencias electorales.

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Desde hace algunas semanas se ha pretendido aplicar la misma vara al presidente Andrés Manuel López Obrador. Aunque se ve muy poco probable que la táctica comunicacional anclada en el hashtag “narcopresidente” cause un daño irreversible a la campaña de Claudia Sheinbaum, sí existe la posibilidad de que la termine afectando. ¿Por cuántos puntos? En este momento no están dadas las condiciones para responderlo con exactitud.

Lo que sí parece posible es que los temas de inseguridad y violencia estarán presentes todos los días durante las campañas: no sólo por la presencia del crimen organizado en algunas zonas del territorio nacional, sino por los atentados que se darán en contra de los candidatos y candidatas, las agresiones que habrá contra periodistas y las dificultades que enfrentarán militantes de los partidos y encuestadores para hacer su trabajo sin miedo y en libertad.

No obstante lo anterior, llama la atención que las encuestas no hayan mostrado hasta ahora ningún impacto negativo de consideración en la tendencia que favorece a Claudia Sheinbaum. Tampoco se percibe que la inseguridad la vaya a poner en riesgo. Pero no hay duda que el tema será el activo más importante de la campaña de Xóchitl Gálvez.

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La razón que está detrás de la decisión no deja lugar a duda: la inseguridad está presente en todas partes. Forma parte de nuestra vida cotidiana. La padecemos en las carreteras y caminos; en las calles de nuestras ciudades; en el transporte público y privado; en las plazas y parques; en nuestros espacios de trabajo; dentro de nuestras casas. Todos somos testigos y muchos hemos sido víctimas de sus peores expresiones. 

En consecuencia, se podría decir que estamos ante un escenario inédito e inexplicable. Primero, porque la inseguridad aún no está moviendo los números de las encuestas a pesar de que el problema sigue siendo grave. Y segundo, porque la lógica va en contra de que el frente opositor capitalice la situación, como sí sucedió, por ejemplo, el año pasado en la elección de Coahuila, donde el PRI arrasó tomando esta bandera.

La razón que podría estar detrás de este dilema es la habilidad que ha tenido el presidente Andrés Manuel López Obrador para manejar su estrategia de comunicación. El liderazgo y carisma que aún tiene en amplios sectores de la población obliga a la oposición a replantear las tácticas y elementos centrales de su narrativa, porque el tema de inseguridad tal vez no alcance, en este período, para ganarle la elección presidencial a Morena y sus aliados.

Recomendación editorial: Rafael Martínez (editor). Comunicación política en seguridad y defensa. España y América Latina. Barcelona, España: Centro de Información y Documentación de Barcelona (CIDOB), 2017.

José Antonio Sosa Plata

@sosaplata