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¿Guerra informativa?

El próximo 1 de marzo iniciará la guerra informativa más violenta de las últimas décadas. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

El concepto de “guerra informativa” no es reciente. Ha estado vinculado –desde siempre– a las acciones de comunicación y propaganda de los enfrentamientos bélicos. Durante la guerra de Rusia con Ucrania ha tenido, por ejemplo, uno de sus momentos más notorios y significativos de la época moderna.

A la guerra informativa se le asocia con la desinformación, las fake news y la manipulación. También con la polarización que promueven los gobiernos populistas. La palabra y la imagen son sus principales armas. La desacreditación del adversario y la promoción del nacionalismo o el orgullo de los líderes son algunos de sus objetivos. 

El Internet y la telefonía móvil han acelerado este nuevo modelo . Las redes sociales son los vehículos más importantes por los que se desplazan. La casi nula regulación a la que están sujetas ha favorecido su uso perverso, muy por encima de lo que hoy se puede hacer con y desde los medios de comunicación masiva.

En el flujo cotidiano de los ataques informativos, la demagogia y la mentira tratan de imponerse a la verdad y a la confrontación civilizada. Los efectos dañinos que provoca no se pueden menospreciar. Durante las campañas electorales, la guerra de las palabras es un arte tan sofisticado como la de las armas letales.

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Convertir la mentira en verdad es posible porque la verdad siempre es relativa. A final de cuentas, en un contexto saturado de asimetrías, el poderoso puede imponer su visión a pesar de lo que otros estén observando. En el mundo real, “todo es según el cristal con que se mira”. Y el cristal aquí es el de la comunicación política manipuladora.

La guerra informativa atenta contra la democracia: incrementa el desgaste del sistema de partidos, cataliza su crisis de credibilidad y crea inestabilidad. Es un inhibidor de la participación social y aleja a la ciudadanía de la actividad política libre y activa. Por si fuera poco, desmotiva y desilusiona. Daña la confianza en las instituciones.

La guerra informativa dejó de tener su contrato de exclusividad con los gobiernos y militares. Sus técnicas son muy apreciadas por los partidos políticos en las campañas electorales. Y todo apunta a que las contiendas de 2024 la tendrán como su protagonista principal porque no se generaron las condiciones para construir otro escenario.

Consulta: Samuel Morales. “Guerra informativa: llenar la información de desinformación”, en Instituto Español de Estudios Estratégicos, 45/219, 27 de mayo de 2019. 

Como la intercampaña no tuvo el impacto que esperaba el frente opositor, es previsible que se endurezca el choque entre las candidatas. Seguro no será frontal. La guerra informativa recurrirá a otro tipo de acciones como las estratagemas, insultos, desviadores de agenda, acciones extra judiciales, agresiones verbales y descalificaciones.

La desinformación estará presente todos los días. Lo mismo pasará con la saturación informativa. En el caos, unos ganarán y otros terminarán perdiendo. La abundancia de notas y declaraciones beneficiarán a Claudia Sheinbaum. Esta situación dificultará los tiros de precisión que podría dar Xóchitl Gálvez.

En cada batalla, las encuestas ocuparán un espacio protagónico. Las discrepancias entre unas y otras seguirán siendo grandes, como sucedió en los últimos meses. A menos que suceda algo impactante –un verdadero punto de quiebre– la “verdad” de los números mantendrán a Sheinbaum como la ganadora “inobjetable”.

Te puede interesar: Carme Colomina. “La palabra como arma: de la desinformación a la batalla global por la narrativa”, en Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), Septiembre de 2022.  

En las campañas también seremos testigos de incitación al odio, amenazas abiertas y veladas, desprecio por los adversarios, abusos de poder, falsas promesas, calumnias, difamaciones, videoescándalos, ataques contra la privacidad y, desafortunadamente, más asesinatos de candidatas y candidatos.

En el fuego cruzado habrá víctimas y daños colaterales. Miedo y terror en algunos grupos de la sociedad. Terminarán las carreras políticas de algunos y emergerán nuevos liderazgos. Con todo y sus errores o limitaciones, la Constitución, las instituciones y leyes electorales impedirán una crisis de gobernabilidad o el escalamiento de la violencia verbal a una verdadera crisis.

No obstante todo lo anterior, es preciso reconocer que en las Elecciones 2024 sí se dirán muchas verdades y habrá infinidad de cosas buenas. Sobresale una razón de peso para el optimismo: la democracia no es el reino de la armonía, la paz, el acuerdo y el consenso. La historia nos ha enseñado que muchas guerras y conflictos suelen venir acompañados de evolución y cambios positivos para el Estado y la sociedad.

Recomendación editorial: Richard Stengel. Guerras de la información. ¿Cómo perdimos la batalla global contra la desinformación y qué podemos hacer en el futuro? Barcelona, España: Roca Editorial de Libros, 2021.

José Antonio Sosa Plata

@sosaplata