En los últimos años, hemos sido testigos de una tendencia creciente que pone en riesgo uno de los pilares fundamentales de la democracia: la libertad de expresión. En México, el despido de periodistas con posturas críticas y la censura en medios de comunicación por presiones del Gobierno Federal se han vuelto manifestaciones alarmantes de intolerancia hacia la crítica y el pensamiento diferente.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, conocido por su enfoque único hacia los medios, ha mostrado una resistencia notable a cualquier forma de divergencia. En sus conferencias matutinas, es común observar ataques y comentarios en contra de periodistas y medios que, cumpliendo con su labor profesional, señalan actos de corrupción o simplemente no comparten su visión gubernamental. Este patrón de comportamiento no es exclusivo de nuestro país; regímenes en la región, como Venezuela, Nicaragua o Cuba, han adoptado prácticas similares, donde la censura y la persecución de voces disidentes se han convertido en la norma, debilitando el espacio para la libertad de prensa y, por lo tanto, para la democracia.
Te podría interesar
El reciente caso de Laura Brugés, así como los despidos de figuras conocidas como Carlos Bravo Regidor, Sergio Sarmiento, Carlos Loret de Mola, Carlos Marín, Adela Micha, Carlos Alazraki y Víctor Trujillo, no son solo ataques a estas personas, sino agresiones a la esencia misma de nuestra estructura democrática. Estas personas periodistas, cuya única “transgresión” ha sido ejercer su deber ético de informar y cuestionar, hoy simbolizan la resistencia contra la censura y el autoritarismo.
Mi solidaridad con todas y todos ellos no es solo un gesto de apoyo moral, es también una expresión de compromiso con todos quienes valoran la democracia y la libertad. En una sociedad democrática, el derecho a la información y la libertad de expresión no son aspectos que se puedan negociar; son fundamentales para el ejercicio pleno de la ciudadanía y para garantizar la transparencia y rendición de cuentas por parte de quien gobierna.
Es momento de reflexionar sobre el futuro que deseamos para nuestro país. ¿Optaremos por un silencio que fortalece las prácticas de censura o preferiremos mantenernos firmes en defensa de nuestras libertades fundamentales?
La libertad de expresión no es solo un derecho de las personas periodistas; es un derecho de toda la sociedad, esencial para el desarrollo y fortalecimiento de nuestro entorno social. Defenderla es responsabilidad de todas y todos nosotros, para asegurar que México continúe siendo un lugar donde el debate, la diversidad de opiniones y la pluralidad de voces sean posibles y valoradas como signos de nuestra fortaleza democrática.