Felicidad es una palabra constantemente repetida debido a que, en los imaginarios populares, es parte de los objetivos de la vida, sino es que el único. A lo largo de siglos, aunque con más énfasis en los últimos cien años, se ha predicado la idea de que toda acción en esta vida, debe conducirnos a sentirnos felices, y no tener que lidiar con sensaciones de tristeza, de ira, de enojo, de frustración o cualquier otra emoción ajena a la felicidad.
Como cada año, el 20 de marzo, a propósito del Día Mundial de la Felicidad, efeméride decretada por la Organización de las Naciones Unidas, se dio a conocer el ranking de los países más felices del mundo, de acuerdo con el Informe Mundial de Felicidad 2024, que en esta edición, reveló que las naciones con mayores índices de personas felices son Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suecia, Israel, Países Bajos, Noruega, Luxemburgo, Suiza y Australia.
En esta ocasión, el informe también estuvo enfocado en conocer los índices de felicidad conforme a grupos de edad, estableciéndose que “al comparar generaciones, las personas nacidas antes de 1965 son, de media, más felices que aquellas nacidas a partir de 1980. Entre los millennials, personas nacidas entre 1981 y 1996, la valoración de la propia vida desciende con cada año de edad, mientras que entre los boomers, personas nacidas entre 1946 y 1964, la satisfacción vital aumenta con la edad.
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En cuanto a los jóvenes de 15 a 24 años, los hallazgos muestran que su bienestar ha disminuido en América del Norte, Europa Occidental, Oriente Medio, Norte de África y Asia Meridional desde 2019, pero en el resto del mundo ha aumentado
El informe refleja la demanda mundial de que se preste más atención a la felicidad y el bienestar como criterios para la política gubernamental y está basado en la Escalera Cantril, en la cual, los encuestados califican sus vidas actuales en una escala de cero a 10, donde la mejor vida posible es el 10 y la peor vida posible es un cero.
En el caso de México, por la calidad de vida a la que se puede acceder en el país, está colocado en el lugar 25 de la escala global. La felicidad de las poblaciones juveniles en el lugar 22, la felicidad de las poblaciones mayores de 60 años en el lugar 33. Por lo que en términos de la encuesta, las personas viven medianamente felices en el país.
Al respecto, desde una mirada crítica, la socióloga Sara Ahmed ha planteado que la felicidad está introyectada en todas las personas desde sus infancias, cuando en los cuentos e historias relacionadas siempre se busca un final en el que todo quede de la mejor manera posible. Posteriormente, en las etapas adolescentes y adultas de la vida se establecen ciertos parámetros con respecto a la consecución de la felicidad, los cuales, en caso de no cumplirse, pueden provocar cierta incomodidad y cuestionamiento social.
Sumado a que se refuerzan en todos los estratos como los medios de comunicación, quienes difunden mensajes y contenidos centrados en los modos de ser feliz, o las instituciones gubernamentales, quienes las promueven como metas de políticas públicas y de bienestar de la población.
Sin embargo, como advierte la pensadora, debemos cuestionarnos esté énfasis en la promoción de la felicidad, pues los parámetros para su alcance son muy arbitrarios y pueden detonar episodios de frustración en las personas. Más bien, con el pretexto del día de la felicidad, debemos de hacer ejercicios de introspección para reflexionar sobre aquello que nos hace realmente felices, sin tomar en cuenta los parámetros política y socialmente impuestos.
La mejor manera de celebrar un Día de la Felicidad es dándonos un tiempo para cada una o uno de nosotras o de nosotros y preguntarnos cuáles serían las causas que nos provocarían alcanzar ese estado de felicidad, pudiendo ser cosas muy simples o muy complejas, pero en las que no necesariamente estén involucrados los bienes económicos, las adquisiciones de mercancías o algo vinculado con lo material, por ejemplo, observar el cielo por las tardes o al amanecer, buscar estrellas en el firmamento, reír desaforadamente, entre muchas otras cosas.
Si algo ha provocado grandes revoluciones en este mundo ha sido la posibilidad del ser humano para observar su entorno, construir vínculos e impulsar innovaciones, y no privilegiando lo individual y lo aislado, uno de los grandes males de nuestros tiempos.