ANTONIO NEGRI

Uno de los últimos rebeldes, Antonio Negri y la crítica a nuestro mundo

Antonio Negri recién falleció en diciembre pasado, dejando un hueco en los estudios y los análisis con perspectiva crítica sobre la realidad mundana. | Leonardo Bastida

Escrito en OPINIÓN el

Involucrado en la búsqueda de la justicia social y el bien común desde su juventud, Antonio Negri recién falleció en diciembre pasado, dejando un hueco en los estudios y los análisis con perspectiva crítica sobre la realidad mundana. Filósofo de formación, catedrático de la Universidad de Padua, autor de diversos libros sobre teoría del Estado y crítica al fenómeno de la globalización, se convirtió en una de las pocas voces postmarxistas del siglo XXI, enfocada en el análisis socioeconómico a partir de los planteamientos del autor de El Capital.  

En la década de los 50 del siglo pasado, antes de los 20 años, se sumó a las Juventudes Católicas en su natal Italia, y después al Partido Socialista Italiano, convirtiéndose en un comunista confeso, y una voz crítica a través de la revista Quaderni Rossi, enfocada a la organización de la política obrera resistente al capitalismo, y después, el periódico Potere Operaio, cuyo fin fue la conformación de una organización conocida popularmente como el Partido de la Insurrección. 

Durante la década de los 60 y 70, a la par de su labor académica, se dedicó a la organización de Comités de Fábrica; denunció los vínculos del Estado italiano con los remanentes fascistas, que intentaban obstruir las protestas sociales; organizó actos de sabotaje y expropiación de supermercados, apoyado, entre otros, por el dramaturgo Dario Fo. A la par, apostó a la promoción de la autonomía entre los trabajadores y a la oposición al capitalismo o a cualquier intento de hegemonía. 

Si bien estaba de acuerdo con los sabotajes, siempre estuvo en contra del uso de la violencia radical como parte de la lucha obrera, razón por la que se deslindó de las Brigadas Rojas, y apostó por el enaltecimiento de la figura del trabajador social, entendido como esa persona trabajadora consciente cuyo impacto no sólo era al interior de una fábrica sino también en sus espacios comunitarios. 

Desafortunadamente, las autoridades italianas lo consideraron como uno de los autores intelectuales del secuestro de Aldo Moro, siendo encarcelado por casi cinco años, obteniendo una liberación parcial que aprovechó para trasladarse a Francia, donde residió hasta su reciente fallecimiento. Como resultado de su estancia conoció a Félix Guattari, Gilles Deleuze, Jacques Rancière, Guy Hocquenghem y Alain Krivine, entre otros, mientras daba clase en la Universidad de París. 

Su vida política disminuyó de intensidad, pero su producción académica continuó de manera prolífica. Al grado que, para comienzos del siglo XXI fue considerado un pilar de los movimientos críticos en contra de la globalización, en conjunto con Michael Hardt, al analizar el proceso de estructuración mundial y el desarrollo del capitalismo actual, así como los mecanismos biopolíticos involucrados en dichos fenómenos.

Producto de esas reflexiones son los libros Imperio, Multitud, Assembly y Commonwealth, para dar una lectura de las formas en que se transformaba al mundo hacia el panorama actual en el que vivimos, con ciertos cambios estructurales, únicos en el devenir de la humanidad. Y, por otra parte, las posibles soluciones a las vicisitudes contemporáneas. 

En Imperio, plantea que este es una nueva forma de soberanía, un sistema de poder global, colmado de instituciones transnacionales, perdiendo peso las regulaciones nacionales. Por lo que los modelos jurídicos estatales quedan sin validez y se posicionan los estados de excepción, supuestamente bajo principios morales superiores, pero que, en realidad, bajo ciertos discursos, promueven la posibilidad de dejar a un lado el cumplimiento de las pocas normas aún vigentes.

De igual forma, bajo el Imperio, no hay un espacio en sí para la soberanía, sino que es una red situada en diferentes puntos del mundo. Todos los posibles actores sociales están involucrados e interconectados, y a la par, se fusionan la economía y la política, la naturaleza y la cultura, debido a la disolución de las fronteras entre ellas.

Los procesos de producción se modificaron, a partir de la década de los 70 se  pasa del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo, donde la producción es informatizada, en redes, ocurriendo una explotación afectiva e intelectual, para obtener un trabajo inmaterial. Eso sí, todo enfocado al dinero, a la plusvalía.

Los autores creen al igual que Deleuze en las sociedades de control, aquellas en las que, a diferencia de las sociedades disciplinarias, no hay quien, en sí, ejerza los mecanismos de poder, pero estos ya están introyectados en las personas. Por eso, afirman que el biopoder está por encima de la sociedad mientras que a la biopolítica le incumbe las  relaciones y formas sociales establecidas a través de las formas colaborativas de trabajo. 

En el marco del Imperio, la naturaleza es parte del capital, se reguló, es parte del discurso económico, se explota comercialmente, es parte de las mercancías de consumo. Aunque, de forma esperanzadora, advierten que el propio sistema da pie al surgimiento de las organizaciones de la sociedad civil, como una forma de contrapeso. 

Por esa razón, en su siguiente libro, Multitud, argumenta que los diferentes sectores que no han tenido ni voz ni voto en ningún momento, de forma organizada, pueden ser los factores de cambio social. Estos pueden ser los trabajadores confrontados con el sistema, las mujeres, las razas oprimidas, entre otros. 

Y bajo el mismo enfoque, en Assembly proponen que hay una superioridad de los movimientos sociales sobre los partidos, y de la democracia directa sobre la representativa. Entonces, el mecanismo de la asamblea es el ejercicio democrático más útil para nuestros tiempos. Mientras que en CommonWealth sostiene la necesidad de establecer un común, como algo intermedio entre lo público y lo privado. 

En definitiva, con la muerte de Negri se pierde una visión crítica de nuestros tiempos, una lectura del mundo ceñida a la creencia de la posibilidad de volver a pensar como humanidad en un nosotros más que en un yo. De repensar en todos y cada uno de nosotros como factor de cambio y no caer en la apatía individual de si no es mi problema, no intervengo. Pues, al final del camino, todos los problemas nos incumben a todas las personas, o de lo contrario, nuestro mundo continuará en un estado de devastación social y natural provocada por el beneficio de unas cuantas personas y el suplicio de las mayorías. 

Leonardo Bastida

@leonardobastida