Una de las palabras que ha dado la vuelta al mundo a pesar de lo lejano de su origen, la Polinesia Francesa, es "tabú", referente a todo aquello que, según las convenciones sociales, las creencias religiosas o la mera superstición, se considera prohibido. De acuerdo con el etnólogo Claude Levi-Strauss, toda sociedad tiene al menos una prohibición de este tipo como parte de sus reglas de colectividad y de convivencia. Una negación de algo, conducente a situaciones límite.
Sin embargo, ante la predominancia de la individualidad en un mundo cada vez más voraz, en el que los límites se ensanchan hasta, prácticamente, considerarse que hay permisividad para poder actuar y convivir de cualquier forma sin restricción alguna, dicha premisa parecía no cumplirse.
Ante la duda sobre la permanencia o no de tabúes en el mundo contemporáneo, el pensador italiano Massimo Recalcati analizó por años los comportamientos individuales en el mundo hipermoderno para descifrar la pervivencia o la extinción de dichas prohibiciones, cuyo objetivo era evitar el descontrol social ante situaciones complejas o contradictorias. Un control que podría parecer muy necesario ante un escenario en el que la ampliación de las libertades es el común de cada día, todas ellas en favor de una satisfacción individual. Pero, más allá de la insistencia en la permanencia del orden, aún hay recovecos en los que continúan planteándose situaciones extremas, al borde de los aún permanentes valores morales.
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El camino hallado por el psicoanalista es el de la literatura, la recuperación de las tragedias griegas de Sófocles y otros autores, la literatura rusa, la comedia de Moliere, los textos del Marqués de Sade, algunas citas bíblicas, fragmentos de la obra de Marx, así como de varios psicoanalistas clásicos y contemporáneos, para ejemplificar situaciones en las que los límites tienen una elasticidad que los conserva aunque sea de manera muy tenue.
En su libro “Los tabúes del mundo” (Anagrama, 2022), Recalcati aborda prohibiciones que tienen que ver con las formas de ejercer la sexualidad, con el comer o con otras posibilidades de obtención de placer, pero todas al borde de lo que nuestras sociedades consideran como correcto. Entre ello, el otorgar libertad, el no poder establecer tabués para nadie ni por nada ni constreñir ninguna acción ni poder determinar certeramente qué es correcto y qué no lo es.
Un auténtico dilema, una verdadera complejidad, propio de esta hipermodernidad, caracterizada por el sociólogo francés Gilles Lipovetsky como este momento actual en que las personas se asumen como sujetos obsesionados por el presente, el aquí y el ahora, el captar el instante para después eternizarlo a través de una imagen, pero su lectura del mundo sólo atraviesa por el yo, y no por el nosotros.
Justo en esa lectura mundana, Recalcati advierte que la angustia hipermoderna consiste en la ausencia de la Ley, entendiéndose que todo es posible, nada cambia después de haberse vulnerado la misma. Menudo dilema en un momento histórico caracterizado por la visión individualista y el privilegio de la libertad, sumado a la predominancia de los objetos y de la acción por sobre la reflexión.
Cada fragmento de la composición del libro resulta una provocación sobre las formas de funcionamiento de nuestra cotidianeidad y una incitación a posicionar nuestra visión, no desde la perspectiva individual, sino la colectiva, uno de los retos más grandes de nuestra época, el volver a pensar en el nosotros antes que en el yo.