Reza el viejo adagio que para que la cuña apriete debe ser del mismo palo, y no podía ser menos pues por muchos años, el PRI monopolizó todo el espectro político mexicano, hasta que, en 1987, inició la escisión del partido con el surgimiento de la “Corriente Democrática”.
Y aunque en las entrañas del PRI ya se fraguaba un movimiento disidente ante la omnipotente figura presidencial, en lo particular, fue en 1985, a raíz de los sismos que la fisonomía política de México comenzó a cambiar.
El surgimiento de diversos grupos sociales luego de los sismos, terminaron por se conformarse o fusionarse con los partidos políticos que contendieron en las elecciones de 1988. Pero ¿qué tiene esto de particular? Algo simple, pero a su vez irónico que se asemeja con la actualidad, la oposición no existía.
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Hoy la oposición está dislocada, política e ideológicamente, pues más allá de manejar un discurso de odio, insultos, descalificaciones y mentiras, manejan principios de ultraderecha, fascismo y discriminación que poco les abonará en las urnas.
Cierto, las circunstancias no son las mismas, pero el hecho refleja la falta de un oficio político de peso y falto de estructura social e ideológica para proponer con fundamentos políticos una oposición hoy inexisten en el país.
Y es que antes de la escisión del PRI y del surgimiento de la Corriente Democrática, el PAN logró con dificultad el 15% de los votos presidenciales de 1970 y en las de 1976 ni siquiera participó. El resto de los “partidos” no eran representativos o eran satélites del partido en el poder.
Con la Corriente Democrática, inició un nuevo proceso político en México, dicho movimiento inició dentro del PRI, el cual reclamaba transparencia en la elección del candidato a la presidencia de dicho partido. Poca cosa, pues se cuestionaba el “dedazo” que ungía al sucesor del presidente en turno.
El movimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muño Ledo, del cual formó parte López Obrador, no obtuvo el resultado esperado dentro del PRI, pero en cambio provocó la escisión del partido pues la Corriente Democrática, no era un simple “capricho” de los “jóvenes” priistas, sino todo un proceso que estaba respaldado por diferentes grupos y corrientes políticas que se agrupaban dentro del revolucionario institucional en todo el país.
Este movimiento termino de fortalecerse con los distintos grupos sociales y partidos de izquierda que resurgieron luego de los sismos de 1985. La conformación del Frente Democrático Nacional que postuló a Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia logró el 31% de los votos mientras que el PAN, con uno de los mejores candidatos de su historia, Manuel Clouthier, logró el 17%. Salinas de Gortari, fue designado “oficialmente” ganador con el 50% de los votos, 20 puntos porcentuales menos que los conseguidos por Miguel de la Madrid en 1982.
En pocas palabras, la oposición “real”, nació dentro del otrora partido único que, posteriormente y a la muerte de Manuel Clouthier, terminó por confabularse con esa pequeña masa “política” informe y carente de ideología que era el PAN.
A partir de 1988, cambió el juego político en México, los llamados tecnócratas, también conocidos como “Chicago Boys” se hicieron con el poder que marcó el principio del fin del PRI y de la llamada “familia revolucionaria” dando paso a la era neoliberal.
Lo anterior cobra vital importancia en el momento actual pues explica la falta de una corriente ideológica y de una plataforma política que le de sentido al discurso y propuesta política rumbo a las elecciones presidenciales y en la que hoy, se han invertido los papeles pues, actualmente el PAN es quien le hace el favor al PRI al darle espacio en su “estructura” política.
Con el nacimiento del PRD en 1989, se dibujo claramente la oposición a un partido en el gobierno que trabajaba de la mano del PAN en la aprobación y adecuación de leyes y reformas para conformar una visión de país bajo el amasiato del PRIAN, al cual, a partir de 2008, se sumó el partido de la revolución democrática para convertirse en lo que es hoy, el patiño del PRIAN.
Con la contundente derrota en las elecciones de 2018, el amasiato del PRIAN se convirtió en oposición, una posición que ese grupo de poder no había experimentando. Pero más allá de ello, dicho contubernio, contribuyó a socavar durante 30 años, los principios y plataformas políticas que en algún momento definieron a cada partido en particular.
Los principios de la oposición en estos momentos además de los ya mencionados, están sustentados en los poderes fácticos, en primer lugar, por el económico abanderado por Claudio X. González Guajardo quien aún debe estar bajo la sombra de su padre quien le guía en los “consejos” y principios que deben regir la facción empresarial a la que pertenecen; el segundo, el poder que desintegro al PAN y que encabeza Felipe Calderón; el tercero los medios de comunicación y algunos informadores que mantienen la consigna de manipular, confundir y desvirtuar las noticias para establecer la percepción de caos en todos los terrenos del ámbito social del país; el cuarto, todas las organizaciones “civiles” afines que responden a los dueños del dinero y que pretenden jugar un papel de política ficción, sin ser partidos políticos pero que pretenden incidir en la elección presidencial.
Ojalá Xóchitl Gálvez, pudiera leer al menos este párrafo para ilustrarse sobre qué son los poderes fácticos cuando un reportero le preguntó qué haría con ellos en caso de llegar a la presidencia. Para colmo, Marko Cortés se apresuró a soplarle la respuesta que más que ayudar la confundió, pues nos preguntamos ¿en caso de ser presidenta cómo responderá al caso García Luna y cómo libraría la “guerra” contra el narco en la que ella sí, se enfrascaría?