El México que costó décadas construir con la voluntad de distintas generaciones que entendieron el valor de la democracia y la necesidad de evitar la concentración del poder, ya no existe.
Morena ha consumado su proyecto de destrucción institucional. En apenas seis años, han logrado cooptar al Instituto Nacional Electoral, convertir a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en un ente servil al poder, eliminar la independencia judicial y desmantelar los Órganos Autónomos que representaban la garantía de equilibrios en el ejercicio del poder.
Estos contrapesos no eran unos caprichos, sino las columnas que sostenían nuestra República y protegían a los mexicanos contra la arbitrariedad, el abuso de poder e incluso la corrupción.
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La cooptación del INE no solo pone en riesgo la imparcialidad de las elecciones, sino que amenaza directamente el poder de decisión de los ciudadanos, y la legitimidad democrática de los gobiernos. Sin una autoridad electoral independiente, el voto deja de ser un arma para cambiar el rumbo del país y se convierte en mero trámite dentro de un sistema diseñado para perpetuar a quienes hoy ostentan el poder.
Por su parte, la CNDH, otrora baluarte de los derechos humanos, hoy guarda silencio ante los abusos del gobierno. Sus omisiones no solo erosionan la confianza ciudadana, sino que amplifican el sufrimiento de las víctimas.
Y la destrucción de la independencia judicial y la desaparición de Órganos Autónomos como el INAI, representa la culminación del plan de Morena por eliminar cualquier voz disidente o fiscalizadora.
Cuando los jueces pierden la libertad para interpretar la ley de manera imparcial, los ciudadanos perdemos la última línea de defensa contra los abusos del poder. Sin un sistema judicial independiente, no hay justicia; sin justicia, no hay democracia.
Hemos vuelto al centralismo y al autoritarismo que prometimos nunca repetir. A pesar de este panorama desolador, los demócratas no debemos darnos por vencidos. En su esencia el espíritu de la libertad y la justicia son inherentes a nuestro país, y por ello, la reconstrucción de la República será ardua, pero no imposible.
La Revolución Liberal de las nuevas generaciones guiará la lucha por la democracia y la libertad para recuperar las instituciones que nos permitieron crecer como nación.
México no pertenece a un solo partido ni a un solo hombre. México es de todos, y su destino no será la sumisión. La luz de la democracia, la división de poderes y la República volverán a brillar.
Y cuando lo haga, será gracias a quienes nunca dejaron de luchar.