Con las prisas de Palacio Nacional, los diputados de Morena, el Partido Verde y el Partido del Trabajo aprobaron el pasado 21 de noviembre un dictamen para desaparecer los órganos autónomos, pero con una omisión que entorpece los objetivos del mal llamado segundo piso de la transformación, consecuencia de solo levantar los brazos según les ordenen, en lugar de legislar con un proceso de análisis, revisión y discusión: no incluyeron el último párrafo del artículo 105 de la Constitución.
Este párrafo, introducido en su reciente reforma de "supremacía constitucional", evita que sus reformas a la Constitución sean impugnadas a través de las acciones de inconstitucionalidad o controversias constitucionales. Al no incorporarlo en el dictamen, esa inimpugnabilidad queda automáticamente eliminada. En pocas palabras, ellos mismos desmantelaron una de sus más polémicas y recientes modificaciones.
Esta omisión no solo es un error técnico; es una muestra de cómo la mayoría legislativa trata la Constitución como si fuera un borrador en constante cambio, sin medir las implicaciones de fondo. Cambian, añaden, quitan y contradicen párrafos, sin considerar la solidez y coherencia de nuestra carta magna. Este error no es fortuito, sino síntoma de un proceso legislativo desprovisto de análisis, responsabilidad y respeto por las instituciones que sostienen nuestra democracia.
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No es la primera vez que sucede. Su reforma judicial contenía errores evidentes, como la contradicción en la forma de elegir al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Este tipo de incongruencias no son detalles menores; son grietas que socavan la estructura jurídica del país.
La Constitución no está a capricho del partido en el poder, pues a pesar de su “abrumadora mayoría”, con cada reforma demuestran ser neófitos legislativos, evidenciado su profunda irresponsabilidad que pone en riesgo la estabilidad y credibilidad de nuestro sistema jurídico al interior y exterior de México.
Las y los legisladores de esta mayoría han demostrado no entender el alcance de sus decisiones y votos. Está claro que no son representantes del pueblo sino de Palacio Nacional. Es una lección amarga para la ciudadanía, que será siempre la que padecerá sus ocurrencias y malas decisiones.
La Constitución está siendo reformada al ritmo de una agenda política improvisada y mal ejecutada atendiendo a venganzas y a caprichos, no a visión.
Se deberían encender las alarmas. No solo por la falta de cuidado en el trabajo legislativo, sino por la irresponsabilidad de las mayorías legislativas al modificar el pacto social plasmado en nuestra Constitución.
Qué razón tenía Muñoz Ledo “¡Qué manera de legislar!”