ILMO. NOBEL DON GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ ESCLARECIDO BARDO DEL REALISMO MÁGICO
Muy Recordado y Nunca Olvidado Don Gabo:
Quiero hacerle una confidencia, siempre que me prometa que no se va a arrechar, ni se va a poner verraco. Resulta que el pasado 11 de diciembre, tras semanas y meses de espera, acudí puntual a una cita que en mi celular estaba marcado con los tres asteriscos que significan muy importante. No requería compañía, pero mi familia cercana me acompañó al compromiso, que no era otro que asistir al estreno mundial del primer capítulo de “Cien años de soledad”, en versión Netflix.
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Como Voacé con seguridad sabe, aunque no le parezca chévere, la productora presumió durante años los detalles de la filmación de esta moderna versión del folletín, o novela por entregas, que incluyeron la construcción de cuatro pueblos de tamaño real, de acuerdo con la evolución temporal de su mítica Macondo. Ahí ubicaron varias versiones de la Casa Buendía, y un pequeño laberinto con las fachadas de la iglesia, la tabaquería Bernal, el hotel Jacob, la Calle de los Turcos, el campamento de los gitanos y otra docena de los paisajes urbanos en los que Vuestra Imaginación ambientó su celebérrima narración.
Más allá de esa soterrada campaña de publicidad, traía yo el morbo de ver con mis propios ojos cómo se pueden biengastar 50 millones de dólares en edificios de cartón y vestuario de utilería, presupuesto inusual para llevar a la pantalla un texto latinoamericano. Y, sobre todo, me picaba la curiosidad la suerte de extravío que sufrí cuando leí por primera vez la novela, hará poco más de cincuenta años, pues recuerdo que no la soltaba ni de día ni de noche, la agarraba apenas despertaba, la avanzaba mientras desayunaba o comía, la devoraba contra reloj, la memorizaba en tardes ociosas y la desmenuzaba en insomnios impuestos, pues a veces ya clareaba cuando el sueño vencía las escaramuzas del coronel Aureliano Buendía.
Con la pena, pero debo informar a Vuestra Inventiva que nada de eso me sucedió al verla. De hecho, la lentitud del relato me adormeció y tuve que dar marcha atrás para repetir ciertas escenas. La voz en off de un narrador, citando partes del texto, me pareció chocante y superflua (las novelas no se explican), aunque reconozco que hay escenas de primera, muy logradas, como el duelo de los galleros y la aparición reiterada del fantasma de Prudencio Aguilar, a mi juicio lo mejor de la primera entrega. No usaré el término chichipato para calificar la serie, vocablo que en su natal Colombia equivale a decepcionante, pero sí diré que se me quitaron las ganas de seguirla viendo, pues tal vez sea preferible guardar en mi memoria el entusiasmo que me provocó el texto original.
Si acaso ya la vio, tal vez a Vuestra Obstinación le pasó lo mismo. Uso esa fórmula porque entiendo que, durante largos años, se negó a ceder los derechos para que “Cien años de soledad” fuera llevada a la pantalla, alegando que era una obra excesiva, exuberante en detalles, ubérrima en matices, apabullante en personajes, y que el lenguaje fílmico sería incapaz de transmitir con fidelidad la hipnosis inducida que provoca el género que Usía con tanto esmero cultivó, el realismo mágico.
En eso coincido: hay obras que no se pueden llevar a la pantalla. “El Quijote” de Cervantes, creo yo, es el mejor ejemplo, y en esa lista, sin dármelas de sabihondo, también pondría “La divina comedia” del Dante, la “Odisea” de Homero y el “Ulyses” de Joyce. No más no caben en una película y así, se entiende su resistencia a capturar en video a Úrsula y a José Arcadio, de lo cual hay evidencia pública y notoria.
El único detalle es que la voluntad de los vivos, como hubiera dicho el gitano Melquíades, se transmuta en humo cuando se vuelven muertos. Así es la cosa desde antes: aún en vida, la familia va torciendo la voluntad de los viejos, disponiendo de sus bienes, decidiendo sobre sus hábitos, determinando su residencia y su libertad. Cuando pasan a mejor vida, por así decirlo, de nada sirven los encargos y los testamentos: el sitio del velorio, el ritual del entierro, la última morada, el reparto de la herencia, y en este caso, los derechos de autor, no concuerdan ¡ni en vainas! con lo que los notarios llaman la última voluntad.
Ya lo ve Sumercé: sus hijos Rodrigo y Gonzalo no solo aceptaron la oferta de Netflix, si no que además publicaron la novela “En agosto nos vemos”, obra póstuma que Vuestra Vacilación se negó a publicar, pero tampoco tuvo los arrestos de destruir. ¡Qué paila! Para qué anda uno firmando papeles y disponiendo legados, si tus herederos se los van a pasar por el arco del triunfo.
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Mas no era mi intención referirme al embrollo personal de Su Ausencia, ni menos recordarle las consecuencias de su partida. En cambio, quiero aprovechar estas fechas de asueto, en las cuales seguramente no tiene nada que hacer, para referirle un lance personal, el cual podría resultarle de algún provecho por partida doble, pues si bien critica sus escasas dotes de lingüista, tal vez provoque sus asombrosas virtudes de narrador.
La historia comienza en el año 1976 en el cual, en calidad de trotamundos, con no más equipaje que unos jeans y unas cuantas camisetas, fui a dar a la distante y asiática Estambul. Una mañana, mientras recorría el Gran Bazar, escuché a dos tenderos hablar en un idioma semejante al español. En principio creí que era rumano, la única lengua latina que se utiliza en esas lejanías, pero acababa de estar en tal país y, si bien capté en la pronunciación cierto tono romance, no entendía ni jota cuando hablaba la gente. En cambio, aunque tenía un tono duro y poco melodioso, la plática del mercado se entendía sin dificultad.
Era ladino. Los comerciantes no se sorprendieron de que les hablara en español, que comprendían a cabalidad pero que pronunciaban en forma artificiosa, y en su jerga me explicaron que provenían de Andalusyia, de donde habían salido hacía 500 años. Como en aquellos tiempos era feliz e indocumentado, si bien sabía que los Reyes Católicos habían expulsado a los judíos en 1492, no tenía la menor idea de que varias nutridas caravanas recorrieron a pie los 3 mil 500 kilómetros sin caminos que los separaban de la boca del Bósforo.
Como en esos tiempos no había Internet ni celular, me enteré hasta mucho después de los pormenores de la dilatada y penosa hazaña. A Vuestro Ingenio, que le encantan los cuentos alucinantes, le gustará saber que el edicto de Fernando e Isabel provocó una diáspora hacia los países vecinos, a Portugal, a Marruecos, pero la más memorable de ellos a Navarra, que luego los expulsó a Francia, que luego los expulsó a Italia, que luego los expulsó a los Balcanes, y de ahí, en un peregrinaje que duró décadas y se extendió generaciones, algunos fueron a dar hasta la antigua Constantinopla.
Si Usía convirtió en un relato mágico los veintiséis meses que José Arcadio Buendía anduvo en círculos para fundar Macondo, ya me imagino lo que podría escribir del éxodo obligado de los sefaradíes, que duró más de un siglo y que cruzó toda Europa. Estambul los acogió con generosidad (y con codicia), los protegió, les permitió prosperar, los dejó conservar su medieval idioma, lo cual de alguna manera cuestiona la percepción actual de que judíos y musulmanes no pueden vivir en paz.
Los tenderos no me contaron toda la historia, pero sí me regalaron un periódico impreso en judeoespañol, como llaman los académicos al ladino, que tampoco ofrecía ninguna dificultad de comprensión, pero sí era un prodigio de mala ortografía: donde debían ir las eses aparecían las zetas, las kas ocupaba el sitio de las ces oclusivas (o fuertes), las ves y las bes se intercambiaban con todo desparpajo, y las íes eran remplazadas sin pudor por las y griegas. Una joya para quienes disfrutamos los caprichos del idioma, pero la vida de un mochilero está regida por el azar y, en algún instante de la vagancia, extravié el ejemplar.
Mas todo el episodio me vino a la memoria en abril de 1997, en la apertura del I Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas, cuando el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, para asombro y escándalo de los académicos de la lengua, dijo con todo desenfado: “Me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática, antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros…()… Jubilemos la ortografi´a, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de li´mites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razo´n en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga la´grima, ni confundira´ revo´lver con revolver. ¿Y que´ de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos espan~oles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?”
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No se vaya a quejar, Su Impaciencia, de que esta carta se está volviendo demasiado larga, si no quiere que le recuerde lo que una vez dijo el más injusto perdedor del Nobel, el argentino Jorge Luis Borges, cuando le preguntaron qué opinión tenía de “Cien años de soledad”: “Es una gran novela, aunque creo que con cincuenta años hubiera sido suficiente”.
No me apure, que ya casi llegamos al final. Sólo me resta contarle que acabo de estar en Estambul, 48 años después del primer viaje, y he de informarle que el ladino sigue vigente, aunque algo oxidado y marchito, y que de alguna manera conserva la horripilante ortografía que Su Audacia propuso en Zacatecas. Revise si no algunos ejemplares del periódico "El Amaneser" –que ahora sí cuide muy bien de meterlos en la maleta–, el único medio en el mundo que se publica en ladino con el siguiente lema: Kuando mucho escurece es para amaneser. Algunas perlas:
- Komo azer para trocar la ideolojiya de los de Gaza? La gerra en Gaza entro a su diezen mez, el diskorso publiko del diya de oy es sovre la dubya del puevlo israeliano komo sera la situasyon una vez el konflikto terminado. Komo Gaza debra ser rejido sin la prezensia del Hamas politiko visto ke su fuerza militar esta vensida. Dunke komo governar mas de 2 millones de sivdadinos biviendo en ruinasi i sin futuro de topar komo mantenerse.
- Llanito – Una lingua Ermana del Judeo-Espanyol. Algunas semanas atras eskrivi un artikulo sovre Gibraltar, un territoryo muy enteresante ke se topa en el sud de Espanya ma ke apertenese politikamente al Reynado Unido. En este artikolo ekspliki ke egziste una lingua unika y espesyala que se llama llanito o yanito. Este mez vo intentar eksplikarvos mas sovre esta lingua poko konosida ke yo konsidero komo ermana del judeo-espanyol.
- El Ay Fon (iPhone). Ke diferensya entre nuestros padres i los chikos de oy ke nasyeron kon el ayfon, el ayped, el ay ay ay… De salir a bash kon todos estos palos i botones es para preder la kavesa. I si era un palo o un boton ya los vamos a entender, kumandantes y kumandas a no eskapar para eskojer entre los miles de ondas ke mos yegan del sielo, komo ynondasyon del tiempo de Noah.
- De onde iva saber. Una ija muy ermoza estava kontando en el tribunal.
– Sinyor, este se arovo mi moneda.
– Onde la teniyas la moneda?
La ija ermoza amostrando sus pechos.
– Aki la teniya.
– Onde vos topavash?
– En el cinema mirando un ermozo filmo. En el empesijo me toko los ombros, despues me bezo el piskueso… I entendi ke se me bolo la moneda.
– Kuando empeso a tokar los ombros, deke no gritates?
– No! De onde iva saber yo ke keriya arovar la moneda…
Con todas las distancias guardadas, Su Sapiencia, me pregunto y le pregunto si ese será el español en el que hablaban el conquistador Hernán Cortés, el justiciero Fray Bartolomé de Las Casas, el memorioso Bernal Díaz del Castillo, si esa fue la lengua que aprendió la Malinche y que oyó asombrado el emperador Moctezuma. Puede que se le parezca mucho, pues los judíos estambulíes lo hablaron cinco siglos sin contaminación posible, aislados como vivieron en el universo musulmán.
Pues ahí lo tiene: fácil de entender, pero muy complicado de escribir, a pesar de que no tiene haches mudas, ni acentos traidores. Conmueve saber que se trata de un idioma moribundo, casi en fase de desahucio, que hoy comprenden bien pero hablan poco menos de ocho mil sefardíes, casi todos personas mayores, pues las nuevas generaciones no quieren hablar ladino: prefieren el turco, y no el idioma petrificado de los abuelos. Extraño, por decir lo menos, que una lengua que hoy podemos entender Sumercé y yo, y que pueden leer y comprender unos 600 millones de hispanohablantes, se encuentre a tan corta distancia del sepulcro.
En cuanto a la serie de “Cien años de soledad”, no tendré más remedio que seguirla viendo, para no hacer el bobo en las sobremesas. Además, quiero ver cómo resuelven lo del hilo de sangre que le avisó a Úrsula que habían matado a José Arcadio, cómo subió a los cielos la Bella Mercedes y cómo revoloteaban las mariposas amarillas alrededor de Mauricio Babilonia. Mas lo haré con desgano y con muina, porque entiendo que lo hicieron faltando a su última voluntad, o para usar un término más llano, pasando sobre su cadáver. Así que si está haciendo berrinche, cuente con el apoyo incondicional y el respaldo inútil de