EXCMO. SR. DR. SIMI (a) VÍCTOR GONZÁLEZ GENIO GENIAL DE LA MERCADOTECNIA
Muy Gordinflona Botarga:
No se extrañe de que me dirija a Vuestra Señoría con el título elogioso de genio genial, y en el siguiente renglón lo troque por el mote burlesco de gordinflona botarga. Usía, y nadie más, es responsable de esa contradicción de trato, pues en el imaginario colectivo se ha fundido a tal grado su imagen personal con su caricatura que, en las conversaciones menudas, la gente habla del Dr. Simi cuando quiere referir un hecho o un dicho de Víctor González Torres.
Te podría interesar
Me hago cargo de que esa dualidad es intencional, un efecto buscado con paciencia y con esmero, la estrategia medular de una apabullante campaña de mercadotecnia, tal vez la más eficaz que se haya emprendido en México en las últimas décadas. Ni los Miércoles de plaza de la Comer, ni el Julio Regalado de Soriana, ya no digamos el Pega de locura de Kola Loca o el Recuérdame del Gansito Marinela, pueden compararse en reconocimiento de marca y en lealtad del cliente a la corriente de simpatía y de ventas que genera Lo mismo… pero más barato.
Cierto, sus críticos no dejan de repetirlo, sus mensajes tienen una sobrecarga de promoción personal o, para decirlo en términos más crudos, de culto a la personalidad. Mas no nos presentan a un héroe invicto, ni siquiera un rostro o un cuerpo de telenovela, si no a un anciano con discapacidades físicas, postrado en una silla de ruedas, con problemas de locución, que se codea en los palacios con los poderosos, pero también visita en sus chozas a los menesterosos.
No voy a discutir lo que es evidente: Su Egolatría tiene un concepto de sí mismo mucho más grande que la barriga de su monigote. Tal vez fue ese defecto de carácter, si se le puede llamar así, el que lo animó a buscar la presidencia de México en el 2006, a pesar de no tener el respaldo de un partido político. Nunca se sabrá cuántos votos logró cosechar, pues el INE lo metió en el saco roto de los candidatos no registrados, pero quedan para la historia las fotos de su cierre de campaña, en un Toreo de Cuatro Caminos lleno hasta los topes (tal vez de acarreados, pero… ¿quién va a un cierre de campaña si no es acarreado?).
Esa autoestima desbocada, sin duda, fue también el motor que llevó a Su Egotismo a fundar Farmacias Similares, el ancla de su imperio financiero, con casi diez mil locales abiertos a nivel nacional y otros cientos a escala global, ya que ha iniciado operaciones en Chile y en Colombia, y me cuentan que tiene en la mira a Italia y a España. Aunque los números no sean públicos, es fácil inferir que la sumatoria de sus ventas anuales se mide en miles de millones de dólares.
Según me cuentan, son múltiples los factores que explican el insólito éxito de su compañía. Entre ellos, la decisión de fabricar medicamentos genéricos a partir de patentes de marca cuya exclusividad ya venció (lo mismo), la gran idea de vender a precios imbatibles (pero más barato), la firmeza para enfrentar los absurdos controles del gobierno (y ganar los juicios en su contra), la atención a las necesidades reales de sus clientes sin temor al ridículo (el lanzamiento del SIMIcondón), la invención de esa simpática y danzarina botarga (mitad doctor, mitad abuelito), la apertura de consultorios médicos cuando se prohibió surtir antibióticos sin receta (que de rebote le dio empleo a 15 mil médicos), y desde luego, la contribución a la causa del mejor de sus socios involuntarios, Andrés Manuel López Obrador, responsable de un sostenido desabasto de medicinas, para no hablar de la desaparición del Seguro Popular, que provocaron un explosivo aumento en las ventas de sus farmacias.
Lo único que yo veo en esa historia es un hombre de negocios imaginativo y audaz, capaz de saltarse las trancas, sí, dispuesto a enfrentar al gobierno, también, vanidoso hasta el extremo de propalar que puede satisfacer sexualmente a ocho o diez mujeres, o sea, un narcisista exacerbado y protagónico, que puede ser chocante y retorcido, pero que en el fondo no le hace daño a nadie. En resumen, una historia de éxito, de esas que son tan difíciles de perdonar en México.
***
Por andar describiendo sus méritos y sus deméritos, Su Graciosa Obesidad, me alejé del propósito fundamental de esta carta, que no era otro que expresar mi decepción porque el comité noruego no le confirió el Premio Nobel de la Paz.
En este mundo que va de cabeza, con un maniático como Donald Trump al frente del imperio más poderoso de la historia, con Elon Musk planeando colonizar el planeta Marte mientras sigue engordando sus 343 mil millones de dólares, con Cristiano Ronaldo metiendo goles en Arabia Saudita y sumando 644 millones de seguidores en Instagram, con las canciones de Taylor Swift acumulando 26 mil millones de reproducciones en streaming, con 56 guerras activas y/o conflictos armados (aunque en televisión sólo salgan la de Ucrania y la de Gaza), con mil millones de personas en situación de pobreza extrema, con otros 730 millones pasando hambre, y con una nueva amenaza de hecatombe nuclear, creo que hubiera sido una buena aportación de México a tanto disparate que un peluche de fabricación nacional ondeara a los cuatro vientos el estandarte universal de la paz.
Tal vez Usía esté decepcionado también. Para su consuelo, debo anotar que si bien el Nobel de la Paz conserva algo de prestigio, en algunas ocasiones ha ido a parar a manos de homicidas seriales (Henry Kissinger, por ejemplo, quien en su libro “Los años de la Casa Blanca” explica que le costó mucho trabajo convencer al presidente Nixon de reanudar los bombardeos contra la población civil de Vietnam del Norte); a halcones con antecedentes terroristas (el palestino Yasir Arafat, el israelita Menáhem Beguín, el egipcio Anwar el-Sadat); a racistas encubiertos, como el sudafricano Frederik de Klerk, quien jamás condenó la política del apartheid; y a pacifistas de ocasión como Jimmy Carter, que promovió el Acuerdo de Camp David con el que terminaría la guerra entre Israel y sus vecinos árabes (¡!).
Si uno revisa la lista de galardonados, es obvio que el comité noruego muchas veces no tiene candidato y se inclina por un político de relumbrón, aunque sus esfuerzos por la paz hayan sido más bien retóricos: el estadunidense Barack Obama, el alemán Willy Brandt, el ruso Mijail Gorbachov, el costarricense Óscar Arias (acusado luego de corrupción y abuso sexual), o el ghanés Kofi Annan, secretario de la ONU, “por su labor en pro de un mundo mejor organizado y más pacífico" (¿?). También se ha puesto de moda, lo cual parece acertado, entregarlo a mujeres muy jóvenes, todas activistas de derechos humanos que luchan contra regímenes opresivos y misóginos: la yemení Tawakkol Karman, de 32 años; la iraní Nadia Murad, de 25; y la pakistaní Malala Yousafzai, de tan sólo 17.
En lo que va del siglo, me permito informarle a Vuestra Modestia que sólo ha sido premiado un hombre de negocios, el bangladesí Muhammad Tunus, inventor de los microcréditos a la palabra, y ni un sólo filántropo (¡!), tal vez porque el comité estima que repartir el dinero propio no tiene el mérito suficiente. Eso deja fuera de toda posibilidad a benefactores como Bill Gates, quien se ha gastado más de 50 mil millones de dólares vacunando a las poblaciones más vulnerables de África.
Junto a esas cifras, los afanes filantrópicos del Grupo por un País Mejor debieron sonarles muy modestos a los nórdicos. Como es su costumbre, se inclinaron otra vez por una causa perdida, el desarme nuclear, como en otras ocasiones se han decantado por los críticos del calentamiento global, y de ese bien cada vez más escaso llamado democracia.
¡Lástima! Hubiese sido un motivo de regocijo nacional si el pasado martes, en vez de esos japoneses estirados y solemnes, la botarga de los pelos parados hubiese recibido la medalla de manos del comité noruego. Hablando de mercadotecnia, no había mejor chance para repartir réplicas de su peluche, aunque será difícil superar el impacto que tuvo la foto del Papa Francisco, feliz de la vida cuando se lo dieron (entre paréntesis, es significativo que ningún Papa haya recibido el Nobel, cuando sí premiaron al obispo anglicano Desmond Tutu, a la Madre Teresa de Calcuta y al líder espiritual del Tibet, el Dalai Lama).
No se desanime, Su Inmodestia. Aunque es probable que nunca llegue a presidente de México, y de seguro no ganará el Nobel de la Paz, aún debe de tener guardadas algunas ocurrencias que de algo servirán, como dice su lema, para tener un país mejor.
***
Antes de despedirme, eso sí, le quiero pedir un favor, que más bien es una petición de tregua. No tengo ningún reparo en que se haya postulado al Nobel, ni critico los arreglos económicos que tenga con su promotora Rigoberta Menchú, ni censuro que se luzca en compañía de su séquito particular, integrado por periodistas influyentes, deportistas exitosos y estrellas de la pantalla.
Mas una cosa es que Su Vanidad promueva sus logros, y otra muy diferente que nos abrume, nos ensordezca, nos aturda y nos apabulle con esa alud interminable de spots, uno más aburrido que otro, para repetir hasta el tedio que faltan tres meses, y luego dos, y luego ya merito para que le pongan la medalla, que el Vaticano le impuso la condecoración de San Gregorio, que fue a visitar a un discapacitado a alguna colonia perdida de una zona paupérrima, que ya está disponible la enésima edición de su autobiografía “Mi vida es lucha”, que el mamotreto también se puede disfrutar en video, que le sugirió al Congreso aumentar el tope legal de las donaciones altruistas y que anda paseando un fragmento de hueso de San Judas Tadeo por todos los rincones de la geografía nacional.
No la friegue. ¿No avisó en marzo que se iba a retirar? Nos tiene empachados con tanto anuncio, embotados con tanta porra, incrédulos con tanta hazaña. No hay que ser: apenas nos libramos de los 52 millones de spots que nos recetó el INE en la campaña presidencial, y ahora nos tenemos que soplar una pauta interminable de empalagosas alabanzas hacia su persona, que para colmo no tiene tope de gasto de campaña.
Usía puede hacerlo mejor, pues si algo le sobra es imaginación. Invéntese algo nuevo, un chispazo de esos que acostumbra, como la SimilLínea (el call center que ofrecía consuelo emocional durante la pandemia), la fábrica de peluches (que ha armado dos millones de muñecos y emplea a cientos de discapacitados), o la Ley Simi (que propone exentar del IMSS a los patrones que contraten personas con capacidades diferentes).
Y mientras le piensa, denos un respiro. Acuérdese lo que dijo la escritora francesa Ninon de Lenclos: el amor nunca muere de hambre, pero sí de indigestión. Antes de que la simpatía se convierta en hastío, regálenos un poco de modestia. Y si Usía, por naturaleza obsequioso, nos obsequia un rato de silencio, cuente con que su club de fans recibirá ipso facto la solicitud de ingreso de