La designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas (FTO) por parte de la nueva administración del presidente Donald Trump parece ser un hecho inminente. Desde la propuesta del próximo embajador para México, el coronel Ronald D. Johnson, quien, además de tener una destacada carrera militar, cuenta con una amplia trayectoria en la CIA, parece también ser el encargado de dar forma a la Soft Invasion que Washington planea para nuestro país.
Las razones por las cuales el presidente Trump impulsa estas acciones son claras: el crecimiento sin precedentes de la violencia y los elevados índices de muertes por sobredosis de fentanilo. Aunque estas cifras han disminuido aproximadamente un 14 % en el último año, siguen siendo alarmantes. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), entre junio de 2023 y junio de 2024, más de 107,000 personas perdieron la vida por sobredosis, y el 70 % de estas muertes se atribuyen al consumo de fentanilo.
Agencias estadounidenses como la DEA, ICE y el FBI han trabajado en colaboración con diversos países para intentar romper las cadenas de distribución de los precursores provenientes de China e India. Incluso el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ha logrado importantes detenciones, como la de Zhi Dong Zhang, un ciudadano chino vinculado a los cárteles de Jalisco Nueva Generación y del Pacífico, responsable de traficar metanfetaminas, cocaína y fentanilo hacia Estados Unidos. Tampoco podemos ignorar la incautación de una tonelada de este narcótico por parte de elementos de la Marina en Sinaloa.
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Sin embargo, estas acciones llegan demasiado tarde para el gobierno estadounidense. El hartazgo hacia la administración anterior es evidente, especialmente cuando cerca del 90 % del fentanilo que ingresa al país proviene de México. A pesar de los esfuerzos de colaboración de la entonces Secretaría de Seguridad Ciudadana y otras instituciones de seguridad mexicanas, no fueron suficientes. México sigue siendo señalado como responsable de la entrada de migrantes, del tráfico de fentanilo y, en general, como el villano favorito para el nuevo gobierno estadounidense.
Aunque esta designación parece obedecer más a la intención de aumentar la presión sobre el gobierno mexicano, la calificación de los cárteles como organizaciones terroristas no cumple con la definición que ostentan como organizaciones de delincuencia organizada transnacional. Sin embargo, a Trump parece no importarle. El 20 de enero, al asumir la presidencia, podría equiparar a estos grupos delictivos con organizaciones como el Estado Islámico (ISIS), Al Qaeda o Hezbollah.
Es importante aclarar que esta designación no significa que mañana llegarán aviones estadounidenses a desarrollar acciones encubiertas o bombardear objetivos en México, como lo habían propuesto los entonces legisladores Crenshaw y Waltz. Este último, próximo a ocupar la cartera de asesor de Seguridad Nacional, había sugerido medidas coordinadas con el gobierno mexicano.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha respondido enfáticamente que México no permitirá la subordinación y que cualquier cooperación en materia de seguridad deberá respetar la soberanía nacional. Los canales diplomáticos deberán afinarse para enfrentar esta nueva realidad. Según el Secretario de Estado, en 2024 no se registró ningún acto terrorista en México, gracias a instancias como el CNI (antes CISEN). No ha habido incidentes de terrorismo desde los granadazos en Michoacán.
México enfrenta una nueva realidad que parece innegable. Incluso el embajador saliente, Ken Salazar, advirtió que "vendría una sacudida para México". Cabe señalar que ningún director de la CIA considera que enfrentar a las organizaciones terroristas mediante la violencia sea una solución efectiva. Además, es evidente que la capacidad de fuego de los cárteles solo se radicalizará, intensificando la violencia en territorio mexicano.
Moneda al aire: Es crucial entender que esta estrategia para combatir a los grupos de la delincuencia organizada no ofrece soluciones duraderas. No lo fue para los narcotraficantes en Colombia ni para los terroristas en Afganistán. Esta solución solo deja desolación, destrucción y, lamentablemente, las condiciones para que los conflictos comiencen a ideologizarse, convirtiéndose en un verdadero terrorismo con motivos estructurados.
Mientras tanto Feliz Navidad a todos.