Phil Williams, un académico de prestigio internacional, es reconocido por sus estudios sobre crimen organizado, seguridad internacional y conflictos contemporáneos. Profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, Williams ha sido una referencia clave en el análisis de cómo el crimen organizado se adapta a los cambios globales. Su reciente publicación, ”The Fifth Wave: Organized Crime in 2040”, ofrece un análisis detallado sobre la evolución histórica y futura del crimen organizado.
En este trabajo, Williams presenta el concepto de cinco olas que definen la transformación del crimen organizado. La primera ola marca el surgimiento de las mafias en Italia, China y Japón. La segunda ola corresponde a la expansión del tráfico de narcóticos. La tercera revela cómo la globalización y el libre comercio facilitaron el desarrollo de redes criminales transnacionales, mientras que la cuarta señala el auge de la cibercriminalidad, impulsado por el acceso a tecnologías digitales y criptomonedas. Finalmente, la quinta ola, proyectada hacia el año 2040, plantea una convergencia de tecnología avanzada, cambio climático, gobernanza débil y competencia geopolítica, consolidando al crimen organizado como un fenómeno adaptativo, poderoso y globalizado.
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El estudio advierte que, en el futuro, el crimen organizado tendrá la capacidad de capturar y controlar mercados de escasez, impulsados por la crisis climática, guerras y crisis económicas. La escasez de recursos básicos como agua, alimentos y minerales críticos permitirá que estas organizaciones se inserten en mercados legales, asegurando control sobre bienes esenciales. Paralelamente, el tráfico humano se consolidará como una de las industrias criminales más lucrativas, facilitada por migraciones masivas de poblaciones vulnerables afectadas por conflictos y desastres naturales. Millones de individuos serán explotados en trabajo forzado y prostitución, ampliando así los mercados ilícitos.
La evolución geopolítica jugará un papel clave en este proceso. Estados protectores del crimen, como Rusia y China, integrarán redes criminales en sus agendas políticas como herramientas de influencia internacional y control regional, otorgándoles santuarios de impunidad. En este contexto, el crimen operará en espacios híbridos, donde convergen el mundo físico y el virtual, facilitando actividades como el cibercrimen, contrabando digital y la automatización de operaciones mediante inteligencia artificial, drones y vehículos autónomos. Además, la aparición de "hubs criminales" y superhubs globales permitirá una mayor conectividad entre organizaciones criminales, potenciando redes dinámicas, descentralizadas y resilientes.
La otra cara de la moneda
¿Y México? El estudio destaca que la crisis de gobernanza ha sido un catalizador para el crecimiento del poder criminal en el país. Los cárteles han sabido llenar los vacíos de poder, convirtiéndose en proveedores de servicios básicos y protección en comunidades marginadas. Esta gobernanza criminal legitima su presencia al suplir las necesidades que el Estado no ha podido satisfacer, ganando control territorial y legitimidad social.
México también ejemplifica la mezcla de mercados legales e ilegales en sectores como la producción de aguacates, minerales y otras commodities. Los grupos criminales capturan sectores económicos legales, utilizándolos como fuentes de financiamiento para operaciones ilícitas. De cara a 2040, México será un hub criminal global, interconectado con otros superhubs internacionales y actuando como un nodo estratégico en las redes de crimen transnacional. Sin embargo, enfrentará desafíos monumentales: corrupción estatal, violencia extrema y la creciente sofisticación tecnológica de las organizaciones criminales.