En un acto sin precedentes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación rechazó discutir de fondo la acción de inconstitucionalidad contra la reforma judicial de Morena, con una votación que quedó a un solo voto de los ocho necesarios para revisar la reforma en los términos del proyecto presentado por el ministro Juan Luis González Alcántara, que proponía invalidar la elección para jueces y magistrados, conservando la de ministros de la Corte y magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial.
En un acto patriótico, los ministros Norma Piña, Javier Laynez, Margarita Rios Farjat, Jorge Pardo Rebolledo, Luis María Aguilar, Alfredo Gutierrez Ortiz Mena y Juan Luis González Alcantara votaron a favor de discutir de fondo el proyecto de este último. Lamentablemente, el ministro Alberto Pérez Dayan, presionado por una supuesta carpeta de investigación por acoso y violencia sexual, así como la amenaza de un procedimiento de desafuero para enfrentar dichos cargos, se unió al bloque de las ministras Loretta Ortíz, Lenia Batres y Yazmin Esquivel, votando en contra.
Su cambio de voto se suma a la de los senadores traidores que, electos bajo la promesa de defender a sus votantes, se alinearon con Morena para alcanzar la mayoría absoluta y así aprobar la reforma judicial: Miguel Ángel Yunes, Daniel Barreda, José Sabino y Araceli Saucedo.
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Pérez Dayan se une a la reciente senadora traidora Cynthia López Castro. Con su traición, facilitaron el camino para un control absoluto de la Constitución y un debilitamiento profundo de la democracia y los derechos.
Todos ellos, pasarán a la historia como aquellos que vendieron su integridad y firmaron lo que podría ser la sentencia de muerte de nuestra República.
Con esto, la reforma judicial queda firme, abriendo la puerta a una época oscura para México: una mayoría parlamentaria que ya no encuentra barreras para moldear la Constitución a su conveniencia, aun cuando sus reformas puedan poner en riesgo los derechos humanos de millones de mexicanos.
Todo parece indicar que en nuestro país, el equilibrio de poderes está a punto de desaparecer, si no es que ya lo ha hecho. Los riesgos que implica entregar este nivel de poder a una sola fuerza política son alarmantes.
Si Morena continúa avanzando con reformas que violan derechos y limitan libertades, y si cada intento de freno constitucional es bloqueado, la democracia y los derechos humanos correrán cada vez más peligro. La impunidad y el abuso podrían encontrar un terreno fértil, consolidando la muerte de la República para abrir paso a un régimen de partido de Estado. Sin la posibilidad de recurrir al amparo o de cuestionar la constitucionalidad de las reformas, los ciudadanos estarán cada vez más desprotegidos frente a decisiones que, aunque disfrazadas de mandato popular, no responden a los intereses de la nación en su conjunto.
Sin embargo, en tiempos de crisis también se forjan las grandes resistencias. Los mexicanos que creemos en la República, la democracia, los contrapesos y la división de poderes no nos daremos por vencidos, estos embates no representan el fin de nuestros ideales. Al contrario, son el inicio de una etapa en la que nuestras voces se alzarán con más fuerza. En cada espacio, desde cada rincón del país, recordaremos que la democracia no se construye en la comodidad, sino en la defensa inquebrantable de sus principios, incluso en las épocas más difíciles.
Esta época oscura para nuestra República, tarde o temprano, terminará. La historia de México nos ha enseñado que los intentos de controlar y acallar a la sociedad siempre encuentran resistencia, porque el espíritu de justicia y libertad no muere. Sigamos en pie, con la certeza de que, aunque hoy la lucha parezca cuesta arriba, llegará el momento en el que la democracia y la justicia volverán a prevalecer. No olvidemos que un México mejor es posible si continuamos defendiendo, cada día, los valores que fundaron nuestra nación.