Con un final de fotografía, cómo pocas veces en la historia de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el martes, los votantes estadounidenses, decidieron cuál será el camino y futuro para este país, los siguientes cuatro años.
El país llegó hasta estos comicios más dividido que nunca, las propuestas de uno y otro candidato, fueron diametralmente opuestas unas de las otras durante la campaña electoral, esto vaticina, una importante inconformidad para quienes resultaron vencidos en esta elección que marcará seguramente un nuevo sentido de la democracia en ese país.
Y es que el ganador, buscará sacarle raja a la “supremacía” que el voto les ha otorgado tanto en la cámara de representantes como en la de senadores, ambas claramente divididas, pero, elegidas bajo el mandato del voto ciudadano que moldeará la política interna y externa de este país de aquí al 2029.
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Para México, como lo adelantó la presidenta Claudia Sheinbaum, será menester entrar en conversaciones con el equipo ganador lo más rápido posible, no sólo para discutir las presiones que puedan venir del nuevo gobierno, si no también, para coordinar una agenda de trabajo en el que ambos países salgan beneficiados.
Cierto, de este lado de la frontera, hay quienes salivan con la idea de que la presión al gobierno de la presidenta Sheinbaum se lleve no sólo al terreno político, sino también, se haga realidad en el terreno económico, de seguridad y hasta el endurecimiento de los compromisos y exigencias del TEMEC.
A esos apátridas, habría que decirles que, o entienden poco, o no entienden nada del contexto geopolítico actual. Para su desencanto, ante su anhelo de la intervención extranjera en la política interna de nuestro país, hoy México juega un papel más estratégico e importante geopolíticamente de lo que muchos se pudieran imaginar.
El mundo se está reconfigurando en su esencia geopolítica y de comercio global y México por su posición geográfica, está llamado a ser un jugador importante en ese concierto. Cierto, habrá presiones, pero también habrá concesiones pues México dista mucho de ser Ucrania y los Estados Unidos, tendrían más que perder si su política es completamente hostil hacia su vecino del sur.
Por supuesto que el narcotráfico y los migrantes, seguirán siendo puntos nodales en la agenda bilateral entre ambos países, pero en el terreno económico, la situación será más pareja de lo que algunos suponen, pues aunque no guste a unos y a otros no convenzan las condiciones actuales, México está apunto de entrar a una integración total de su desarrollo industrial bajo el paraguas del tan sobado nearshoring que no es otra cosa que, el fortalecimiento y reubicación de las cadenas productivas y de valor de la región TEMEC.
Ya lo mencionó la presidenta Claudia Sheinbaum en más de una ocasión en sus mañaneras, México, Estados Unidos y Canadá, son países que se complementan, quien rompa o no entienda este equilibrio, le dará al concierto mundial, un pretexto para quebrar el equilibrio global.
Así que, quienes ya se saborean y se frotan las manos para que el nuevo gobierno de los Estados Unidos presione y supedite al gobierno de México a los designios de esa nación, conseguirán únicamente despertar de ese sueño húmedo que los motiva desde hace algunos meses quedando expuestos como lo que son, oportunistas y antidemocráticos.
Dicho esto, veremos como la supremacía del voto, dará al gobierno entrante de los Estados Unidos, la oportunidad de enfilar a ese país por los designios que los ciudadanos le otorgaron a su candidato para ser dirigidos los siguientes cuatros años.