MARGUERITE DURAS

La fiebre Marguerite Duras

La fiebre Duras por releer los libros de Marguerite Duras e indagarla, esta vez comenzó el viernes con una película: “Quiero hablar sobre Duras” dirigida por la cineasta francesa Claire Simon. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

Me sucedió de nuevo este fin de semana: esa fiebre-Duras-su escritura-su vida, que irrumpe a la menor provocación y me sumerge en sus territorios durante días con una cierta compulsión. Una urgencia cíclica de releerla e indagarla. Esta vez comenzó el viernes con una película: “Quiero hablar sobre Duras” dirigida por la cineasta francesa Claire Simon (2021) que encontré en la plataforma Filmin, de la que (como con mubi) me he hecho adicta. Ya no salí el fin de semana. No revisé los mensajes. Ya no hice nada más. Desayuné, comí y cené frente a la pantalla. No solo por las películas, también porque yo, la adoradora de los libros físicos, me he convertido en fan de las lecturas electrónicas. Si una se empecina –de aplicación en aplicación– casi siempre termina por encontrar el libro que anda buscando. Basta un click y está en tu casa. Voracidad instantánea. 

Quiero hablar sobre Duras” está basada en el encuentro entre la escritora y periodista Michèle Manceux y el escritor Yann Andreas, la pareja de Duras los últimos dieciséis años de su vida. Manceaux era amiga de ambos, en un momento de crisis (una más) ella y Duras le sugieren a Yann que necesita comenzar una terapia. Cada vez está más mudo. Más lejano. La vida que se ha impuesto junto a Duras lo lleva a estados de confusión y agotamiento emocional. Sabe que no puede vivir junto a ella sin deslizarse a la negación de sí mismo. Y se niega como molino de viento. La demanda excesiva de ella lo despoja paulatinamente de su identidad. Pero él mismo se pregunta “¿acaso tenía yo una identidad?” “No tengo un ancla”. Yann les responde que sí, necesita hablar, pero no con un/a psicoanalista, sino con Manceaux. Y que lo grabe. Manceaux no encuentra manera de evadirse. 

Las sesiones tienen lugar y cada palabra queda registrada. Al final, Manceaux le entrega las dos cintas a Yann quien le pide que ella las guarde. No puede llevarse a su casa lo que considera una traición –en voz alta– a Margarita. Duras murió en 1996 un mes antes de sus 82 años. Yann Andreas, que era 38 años menor, murió en 2014 a los 63. A la muerte de Manceaux en 2015 su esposo encontró las cintas con las entrevistas y se las dio a guardar a una amiga de la periodista, quien pensó que lo más adecuado era entregarlas a Pascale Lemmé, la hermana de Yann. Sí, el apellido de Yann era Lemmé, fue Duras quien en ese empecinamiento por “decrearlo para crearlo de nuevo” –en ese acto pigmaliónico repetido que marcó toda la relación– decidió cambiarle el apellido paterno por el materno. Él aceptó. En esa fusión implacable que Duras le exigía: Yann aceptó casi todo. 

Pascale Lemmé publicó las entrevistas en un libro. Tras leerlo Claire Simon decidió hacer la película. En principio, se pensaría en un encuentro entre una periodista y su amigo en urgencia de hablar, pero lo que vemos es una larga sesión terapéutica que Manceaux conduce con una sensibilidad increíble. Lo que escuchamos es la fascinación absoluta de un ser humano por otro y el proceso de dominación de Duras sobre Yann. La codependencia. La crueldad de la escritora con su pareja y ese dolor feroz que le provocaba que Yann la adorara, pero fuera homosexual. Duras se obsesionó: tenía que convencerlo de que estaba equivocado: así como ella decidía lo que comía, cómo se vestía, con quien hablaba y con quien no, también terminaría por convencerlo de que en realidad, Yann era hetero. Porque solo podía desearla a ella, porque o era Todo o era Nada.

Después de estas entrevistas guardadas en secreto. Yann escribió “M.D.” y a la muerte de Duras: “Ese amor”. Su escritura es bella, inquietantemente parecida a la de Duras. Clonada. El amor solo puede ser absoluto, pensaba la escritora. El amor solo puede ser un proceso de mutua devoración. También volví a leer “Ese amor” y a ver la película (en versión pirata, lo confieso), dirigida por Josée Dayan y con la magnífica interpretación de Jeanne Moreau en el papel de Duras. Moreau y Duras trabajaron juntas, fueron amigas, se quisieron. También está en Filmin “Marguerite Duras. París 1944”. El año en que Robert Antelme (el primer marido de Margarita) fue deportado a un campo de concentración. Antelme sobrevivió gracias a que al final de la guerra Mitterrand (miembro de la resistencia) lo rescató moribundo del campo. Después escribió sus vivencias en “La especie humana”. 

Dieciséis años juntos Duras y Yann. Cuando la conoció él tenía 28 años y ella 66. Yann había quedado fascinado después de leer “Los caballitos de Tarquinia”. Luego fue a verla en una presentación en Caen donde él estudiaba. Le escribió durante cinco años y solo recibió una breve respuesta. Hasta que un día ella lo invitó a visitarla. Yann abandonó su departamento, su trabajo, lo que era su vida. No se separaron nunca más. Rompían por unas horas y regresaban. Después de la muerte de la escritora Yann se encerró en el estudio que Duras le heredó en la misma calle donde vivieron juntos. Se encerró a beber. Hasta un día en que llamó a su mamá y le pidió que fuera a rescatarlo. 

En “Una amiga”, las memorias de Michèle Manceaux de su relación de más de treinta años con Duras, la escritora y periodista narra la historia de una larga fascinación: la suya por su amiga, de la conciencia que siempre tuvo de que la única manera de estar cerca de ella era aceptar ser ubicada en un cierto lugar de inferioridad. Le pareció que valía la pena, a cambio de la cercanía con un ser que la cuestionaba y la deslumbraba a cada encuentro. También cuenta como Yann, ella y su amigo médico internaron a Duras cuando estaba a punto de morir de cirrosis, logró desintoxicarse (una larga pesadilla) y salvar su vida. Después de la cura escribió “El amante”. Yann murió solo, años después, en ese mismo estudio minúsculo cuya ventana daba a su antiguo hogar con Margarita en la rue Saint-Benoît. 

María Teresa Priego

@Marteresapriego