Al inicio de mi gestión como gobernadora de Yucatán, el primer día, un mensaje anónimo al número de emergencia de la Secretaría de Seguridad Pública encendió las alarmas: “no te equivoques: el día es tuyo pero la noche es mía”.
De inmediato el equipo a cargo de las tareas de vigilancia policíaca, del combate y prevención del delito, de estrategia de seguridad, se puso en alerta. Y a partir de ahí fue una cadena de sucesos, cada vez más sensibles, cada vez más complejos, cada vez más difíciles.
Entonces, un mensaje claramente amenazador: “¿no cedes? entonces cederás ante la presión de la sociedad y los medios de comunicación, cuando empiece a aparecer los muertitos”. Y empezó uno de los periodos más difíciles y aleccionadores de mi desempeño en el servicio público.
Te podría interesar
De las amenazas, el crimen organizado pasó a la acción: primero apareció un cadáver evidentemente ejecutado; la intención de infundir terror fue evidente cuando una cabeza fue colocada a las puertas de una televisora; después, una docena de cadáveres decapitados en el municipio de Buctzotz y en la población de Chichí Suárez, aledaña a Mérida.
También hubo actos de terror psicológico: mensajes a teléfonos radicados en Mérida y otras poblaciones medias difundieron mensajes de amenazas a la población, con la versión de que por la noche grupos de delincuentes elegirían al azar a ciudadanos para ejecutarlos.
Hubo salidas de fiestas, de restaurantes, de cines, de personas aterrorizadas. También se implementaron estrategias de comunicación en medios masivos, con el acuerdo y colaboración de la iniciativa privada, para tranquilizar e informar a la población.
Al final, descubrimos y entendimos que todo era parte de la operación criminal para infundir terror entre la población, esa ranura donde se mueve la delincuencia.
No nos doblegamos: actuamos con firmeza para defender lo nuestro: nuestro hogar, nuestras familias. Tomé el mando, como me correspondía y era mi obligación. Acordé con el entonces presidente (Felipe Calderón, en medio de la más atroz crisis de seguridad en el país) que me dejara tomar las riendas de la seguridad en mi Estado. Después de todo, era mi responsabilidad.
Blindamos el Estado. Durante mucho tiempo, se mantuvo como el más seguro del país. Y su estructura de seguridad (mandos, estrategias) permanecieron por dos sexenios posteriores a mi gestión y fue ratificada en el periodo que ha empezado. Tres gobernantes diferentes de tres partidos distintos han mantenido el mismo esquema, los mismos mandos.
Algo se habrá hecho bien.
La seguridad obedece a muchos factores, pero los más relevantes son la confianza y el profesionalismo, sustentados en la unidad social. Sin alguno de esos de nada sirve hacer grandes inversiones.
Hoy México está en un momento decisivo para mantener la seguridad para todas las familias que viven en nuestro país. Cierto que hay regiones donde la batalla se ha ido perdiendo, pero siempre es posible construir sólidos pilares para sustentar la seguridad pública.
No es tarea sencilla, no está exenta de presiones, de riesgo. Por eso requiere de personas con valor y con valores. Conscientes de que las únicas razones que deben prevalecer son las del Estado Mexicano. Ese es el punto culminante de la suma de factores que deben coincidir para tener un país seguro. Siempre esperaré y aportaré desde mi desempeño para que México pueda tener seguridad.