La aplastante victoria electoral del oficialismo, representado por Morena y sus aliados, dejó en un pasmo a la oposición, del que aún no se recupera. De la alianza partidista poco queda y las organizaciones sociales que se identificaron con la oposición están desarticuladas y en busca de nuevas formas de participación política.
Las artimañas para concretar la sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados y para hacerse de una mayoría a modo en el Senado, así como las reformas constitucionales y el control absoluto del presupuesto, han reducido el margen de maniobra de la oposición al mínimo, tanto en el Congreso como en donde son gobierno.
Para los partidos políticos el reto es enorme. El gobierno ha menospreciado a la oposición, negando el diálogo y cualquier posibilidad de interlocución, dejando a las fuerzas políticas prácticamente en la invisibilidad, bajo la premisa de que "solo lo que se nombra existe", como lo afirmo la presidenta en su toma de posesión.
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Como resultado del computo electoral, el PRD, partido que representaba a la izquierda tradicional, dejo de existir. Movimiento Ciudadano ha logrado mantener sus posiciones, particularmente en Jalisco, en medio de complejas negociaciones y de profundas divisiones entre sus principales liderazgos; en fecha próxima hará el relevo de su dirigencia. El PRI ha sostenido un discurso beligerante en contra del gobierno y busca acreditar su posición opositora; a pesar de las impugnaciones, los tribunales han validado la elección de su comité nacional, aunque persisten fuertes cuestionamientos a sus dirigentes y una fila de defecciones que han facilitado el avance del oficialismo.
En tanto, el PAN ha concretado el cambio de su dirigencia nacional con el voto directo de la militancia y una jornada electoral sin incidentes, caracterizada por un alto abstencionismo y precedida de reiteradas demandas de renovación y apertura del partido. Sin duda, el PAN es la principal fuerza de la oposición y, si bien puede acreditar la legitimidad de origen de sus dirigentes, habrá mucho que hacer para mantener la unidad y levantar el animo de los militantes decepcionados.
Así las cosas, todo indica que el mayor reto para la próxima dirigencia blanquiazul será acreditar la legitimidad de gestión, lograr aplicar las medidas que se discutieron con los militantes durante la campaña a fin de que el PAN: fortalezca su identidad humanista, defienda una agenda congruente con los valores del panismo; se abra a la sociedad, transparente el padrón de militantes y abra los mecanismos para la selección de candidatos.
Como se puede advertir, el reto opositor es mayúsculo, pues no solo implica el desafío de la sobrevivencia política, sino la capacidad de impulsar y hacer viable una alternativa eficaz para preservar la democracia, las libertades y asegurar el bienestar de los mexicanos.
Ante el poderoso aparato gubernamental, decidido a mantenerse en el poder por muchos años, no basta protestar y desplegar acciones cargadas de histrionismo en contra del gobierno, es indispensable proponer alternativas viables de desarrollo, acreditar ante la sociedad la voluntad sincera de cambio y apertura; y fortalecer a los partidos opositores y a las organizaciones de la sociedad civil, para preparar, con disciplina y estrategia, los triunfos electorales en las próximas elecciones.