El votante de nuestros gobiernos ha desarrollado una sorprendente inmunidad a lo opaco, lo abusivo, lo irresponsable y hasta lo corrupto.
Nada más convincente y sólido para el común que las obras y los servicios que no se tenían; al costo y los marcos legales que debieron atenderse para hacerlas se presta muy poca atención. No es lo adecuado, ni lo mejor, pero es la realidad en una sociedad poco exigente con la calidad de sus mandantes. El efecto de “gobierno realizador” y “efectivo” es mayor si se enmarca en un contraste con antecesores de paso gris, lloricón y con metas no más allá de la frontera aspiracional de “patear el bote” hasta el cambio de estafeta. Sus titulares disputaron el poder, lo ganaron y ahí quedó su gloria.
Algo hizo políticamente muy inteligente para su bien el ex gobernador priista Fernando Toranzo Fernández: conseguir un sucesor leal, su secretario de educación Juan Manuel Carreras López. La irrupción en política de los Gallardo, padre ex alcalde e hijo hoy gobernador, debe su gran oportunidad a ese par de administraciones grises e inexplicablemente omisas cuando se requirió que tomaran decisiones, actuaran y asumieran responsabilidades.
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Dos temas relacionados con la movilidad en la zona metropolitana de San Luis Potosí ilustran un contraste con esos sexenios de tono gris: vialidades y la red metro. Toranzo no quiso invertirle a la infraestructura de la ciudad, eternamente enmuinado con la capital del estado. Le heredó a Carreras el proyecto Red Metro armado por Banobras para San Luis, con 12 líneas de carril confinado. Mientras otras capitales estatales del país inauguraban o ampliaban sus redes metro, la administración de Carreras no pudo hacer una sola línea en seis años y hoy es tema de procesos penales por el presunto uso de recursos del proyecto en sobornos a legisladores locales.
Obras opacas, sin trazabilidad presupuestal siquiera, asignadas a unos cuantos, sin sanciones por incumplimiento de plazos, caprichosas y bajo presunción razonable de costos excesivos, pero ahí están los nuevos puentes, una vía alterna entre el poniente y la zona fabril, una línea de red metro, mejoras al periférico y una hasta arena charra que nadie pidió.
De dónde salió el dinero que los antecesores del gobernador Ricardo Gallardo Cardona no vieron, o no se atrevieron a tocar, es también tema bajo cono de sombra. Los burócratas denuncian saqueo de sus aportaciones al fondo de pensiones. Secretarías y dependencias de escaso interés por la menor “rentabilidad política” con el votante, como Turismo o Cultura, recortadas en presupuesto y personal.
Hace su parte el gasto mediático y control en el modelaje de la conversación pública. En todo el material, en todos los discursos de sus funcionarios, en las porras, Gallardo es centro dador, generoso con dinero público, o “el padrino”, como él se autodenomina públicamente.
Si algo no se puede explicar, se culpa al pasado y se descalifica al quejoso con una batería de ataques estridentes, ordinarios, de linchamiento digital y mediático. No son formas que gusten, pero le funcionan.
No le interesa ser adalid de la transparencia, esa obligación de los gobiernos tan poco valorada en realidad por los ciudadanos. Y la rendición de cuentas es devino hace varios sexenios en un mero montaje, un trámite para cumplir sin servir. El vacío y cada vez más decrépito ritual de las comparecencias ante los diputados para glosar el informe del gobernador es la mejor muestra. La edición de este año se la pudieron haber ahorrado; previo pretexto legaloide, hubiera sido lo más decente.
Una cosa son las buenas maneras en política y otra ver a diputados y diputadas abordando su turno para cuestionar a los funcionarios con largas expresiones de homenaje a su desempeño, sin mediar evaluación previa. Intervenciones tiesas de tan previstas, planchaditas. “Sea usted bienvenido, señor secretario Tal Por Cual…”. O “siéntase usted cómoda en esta su casa, secretaria”. Literal. Poco les falta para abrir los brazos y agradecer al compareciente de turno que exista en este mundo.
De los diputados oficialistas, mayoría, ya se sabe que además de la meliflua exposición de parabienes, preguntarán pura sonsera que genere una respuesta de cifras sin parámetro, resultonas para lucimiento del compareciente y del supremo gobierno. Mal disfrazaron la entrega de carpetas con “preguntas”. Algunos funcionarios son más hábiles que otros en ese teatro de cortesías precongeladas, pero no la titular de Finanzas: mantuvo un tono galvanizado y distante, muy cercano al evidente fastidio. Cifras y cifras, terciadas del agradecimiento al gobernador, sin réplica alguna hasta que la descolocó del guión el jefe de la bancada de Morena, Roberto García Castillo: la secretaria del “caraefuchi” permanente se enredó y desatinó.
Pocos diputados se separan de la lógica pregunta-lametazo y cuando lo hacen de inmediato viene la reacción del entorno oficialista. Una diputada del Verde salió en airada defensa de la titular de Finanzas, porque la legisladora morenista Gabriela López preguntó por las incongruencias en las cifras de las ayudas a personas con discapacidad. En sus ánimos defensivos, la verde pretendía hacer de la comparecencia un debate, machacar y descalificar la pregunta de la compañera.
Resultado general del ciclo: los secretarios dijeron lo que quisieron, por incomparecencia real de los examinadores. Salvo la línea emergente de la bancada morenista y el panista Rubén Guajardo, se dedicaron a proteger y hacer lucir a los funcionarios. Lo podemos firmar: la edición del año próximo no va a ser mejor, ni siquiera menos sosa, premeditada y vacía. Un ejercicio inútil para la vida democrática.
Los diputados no han sido capaces de fiscalizar lo público, ni les interesa. No son contrapeso de nada, como marca nuestro diseño constitucional. Hay excepciones, pero eso son, excepciones. Lo demás va en el mismo saco.
Para los autores y actores de estos montajes no tiene la menor importancia que se vea como se ven, ni les preocupa. Les seguimos votando y dejando hacer sin exigir. Nuestros gobiernos no comparecen y los diputados simulan porque nosotros no comparecemos como ciudadanos para ponerles marcaje.
Nos conformamos con tan poco: obras como sea que las hagan, jolgorio gratuito y propaganda.
ROLLOS SUELTOS
SAN CARLOS CENTENARIO. Sí, el 4 de noviembre es el día y amigos y colaboradores del ex gobernador Carlos Jonguitud Barrios organizan una ofrenda floral con motivo del número 100 de su natalicio, en el parque Tangamanga.
¿ELECCIÓN A MODO? Karen Macías, representante panista en Tamazunchale, denunció que fue echada del Comité Directivo Estatal por promover y llevar el acuerdo del panismo en ese municipio a favor del voto de la militancia para elegir nueva directiva estatal. La línea es que sea el consejo el que decida y eso pone desde ya las cartas a favor de una propuesta.
UN BÁSICO. Obtener un acta de nacimiento no debiera ser lo que en San Luis es: una larga fila desde la madrugada a las puertas de las oficinas del Registro, en la capital, o motivo de abuso en alcaldías. El presidente municipal de Santa Catarina, Juan Carlos Ramos Moreno, afirmó que en la gestión de su antecesora verde, se cobraban entre diez mil y 30 mil pesos por un acta. El atraco era peor con solicitantes de comunidades originarias.
INACEPTABLE. Están los dispensadores automáticos de actas desde hace años, pero la digitalización no alcanza a toda la población y si no se está en la base, hay que acudir a pernoctar fuera del Registro, una monserga inaceptable para tramitar un documento básico en derecho. La solución no es otra que inversión en tecnología adecuada y orden. Con voluntad, desde luego. Si no la hay, seguirá igual.