Primero fue el dirigente nacional del PRI, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, quien se hizo la foto “del equipo” con el gobernador, Ricardo Gallardo Cardona.
Acompañaron y dieron motivo para el encuentro los pocos presidentes municipales priistas en el estado que arrojaron las urnas en junio, sin el más relevante de ellos, el alcalde capitalino Enrique Galindo Ceballos. Y como articuladora, la diputada local y dirigente estatal tricolor Sara Rocha Medina.
La foto, puesta a circular de inmediato en las redes oficiales, fue un hit para el gobernador.
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Con poco tiempo de diferencia, siguió otra con la senadora y jefa estatal del PAN en San Luis Potosí, Verónica Rodríguez Hernández. Si Verónica reclamó la exclusión o no, el punto es que el beneficio de la rápida enmienda fue también para el gobernador, aunque en este caso la máxima figura blanquiazul no fuera el periclitado jefe nacional, Marko Cortés.
El encuentro directo del gobernador potosino con personas de partidos diferentes a su franquicia no es frecuente. Si acaso entradas al despacho de Secretaría General de Gobierno que los adversarios en audiencia no gustan de publicitar, mucho menos sus acuerdos ni contenidos. Nicodémicas, pues.
Con alcaldes de diferente signo la cosa ha sido peor desde el principio de la administración estatal. Los dirigentes estatales poco han hecho para frenar el “salto” de presidentes municipales de sus filas, incluso algunos todavía en calidad de electos, a las filas del Partido Verde del gobernador. La fórmula disuasiva es de una simpleza cruda: o se alinean o sus posibilidades de obra son de cero. Amén del trato de opositores en cuanta cosa tengan facultad sobre ellos el Congreso, las fiscalías y los órganos “autónomos” de vigilancia, también del gobernador.
Con algo de pimienta verde oficial, el comentario le abonó a Sara Rocha la autoría del publicitado encuentro “Alito”-Gallardo, la dirigente estatal priista malquistada con el alcalde capitalino, también priista, Enrique Galindo Ceballos. El edil tampoco es del agrado de “Alito”. Por eso ni llamarlo al relevante encuentro. Galindo, el alcalde capitalino reelecto y postulado tan de mala gana por el PRI en alianza, en estas dudosas glorias no pinta. Punto para Sara en su armazón escenificada de “aquí la jefa total del PRI soy yo”. Todo suyo, lo que sea que quede del tricolor en San Luis, pues.
Más allá de la foto, la fuente oficial no ha hecho saber qué obras en los municipios priistas y panistas se comprometieron, montos ni proyectos. Sin réplica, en cambio, se hizo pública una detallada crónica, armada con datos de los alcaldes priistas asistentes, sobre la manera en que fueron “llevados” con el gobernador de manera sorpresiva: los invitaron a reunirse con “Alito” y del PRI al despacho de Gallardo, sin celulares por favor. Qué proyectos de obra ni qué la divina envuelta en huevo. Nadie les dijo de qué iba aquello. No fueron el motivo, nada de protagonistas, su verdadero papel fue en la línea del coro, levantando la patita a un tiempo para mayor vistosidad.
Para nadie es un secreto, a estas alturas del gobierno de Gallardo Cardona, que el teatro político estatal se centra en la eliminación del rival. Ni siquiera le ha sido difícil inmovilizar a los liderazgos priistas, panistas y hasta emecistas, masticables la mayoría, siempre temerosos de no sobrevivir a la siguiente elección en las nóminas públicas y controles locales de sus partidos, con sus entourages y nomenclaturitas más leales.
Esas dirigencias de papel opositor en el performance político estatal apestan a miedo a perderlo todo, a avidez por negociar la supervivencia de sí mismos y unos cuates. Las militancias auténticas, la aspiración legítima de ganar en competencia democrática más espacios para la divisa, la tarea pública de generar equilibrios y contrapesos en el escenario político, que se vayan al carajo.
El performance político de la foto con Gallardo confirma por aclamación de las dirigencias priistas un nuevo papel que desde luego debe tenerlo encantado, por adulón y paradójico: el de poderoso dador de vida artificial para una oposición a la que ha aporreado con la cantaleta de “la herencia maldita” cada que necesita trivializar lo que no puede explicar de su propio gobierno. Y si no convence con su traslado de todos los males a gobiernos pasados, del PRI y el PAN, por lo menos empata, sí señor. Al final acabaremos comprando el marco mental de que todos han sido iguales y dejamos de comparar. Nunca es para tanto en la actual administración.
Con Morena, el mando central, el real de AMLO y el formal de Mario Delgado, le favoreció a Gallardo la línea de relegar a segundo plano a los morenistas. Cualquier chispazo de dignidad, de rechazo, de inconformidad, a tragárselas untadas en totopos. Al gobernador le bastó sacar de cajón el contrato de compraventa y llevarlo a la capital del país.
Morena en San Luis está en un momento decisivo: o se acostumbra al segundoplanismo que el obradorato le asignó el pasado sexenio, o empieza a construir una oferta propia, algo que no va a ser fácil con un gobernador que no desaprovechó en su primera fase de gobierno todas las oportunidades de extender su dominio en poderes, niveles de gobierno, instituciones autónomas y hasta partidos “de oposición” en busca de supervivencia.
Si los alcaldes panistas y priistas que fueron convocados a la foto con el góber obtienen una obra estatal para sus municipios, ni se ilusionen: será la obra “de Gallardo”. Muy miserable que nuestros gobernantes, y nuestra paupérrima cultura de la vida pública en general, peleen el nombre en las placas inaugurales de las obras y acciones de gobierno antes que su utilidad, alcance y beneficio, pero así es. Volverán a servir como chicas del coro en la foto del corte del listón: impensable al lado del protagonista, dos pasos atrás y levantando la patita tan alto como puedan al momento que les den la indicación.
ROLLOS SUELTOS
¿“QUE NO QUEDE HUELLA”? Con el título de esa bailable canción noventera parece resumirse la explicación, en categoría de luminosa “estrategia política”, que nos dio un leal gallardista para los inopinados cambios en el gabinete estatal: “eliminar el desgaste” de la administración hacia la persona titular del Ejecutivo. Que por eso incluso la “legión extranjera”, “cuotas” del PVEM, en Finanzas, Salud, Seguridad y otras: si cometen estropicios, se van y ya, a donde ni los conozcan y ni es duela que les atribuyan algo.
INACABADA. La “estrategia” nos pareció un poquito coja, en grado imposible de mesa con dos patas, habida cuenta que los cambios anunciados abarcan a funcionarios de los que no hay queja, han hecho bien su trabajo y los sustituyen por personajes de cataduras medio sórdidas, inadecuadas para el cargo al que van o hasta procedentes del vodevil digital.
APUNTE PROPIO. La justificación de los cambios por talentos foráneos incluso nos regaló más dudas razonables que conformidades. En efecto, nuestros “legionarios” no tienen raíces, rentan casas cerca de donde están las oficinas que les asignan y cuando se van, desaparecen de San Luis y ya. No hay espacio público que les vaya a incomodar una vez de regreso a sus orígenes. A ver cuándo los encuentran para que expliquen. Tercia al tema la reflexión de un amigo abogado: “a veces el código penal ofrece muchos incentivos para que nadie se coma la mierda en solitario”.