De acuerdo con un estudio realizado por la Asociación Mexicana de Internet, 57% de las personas en México han interactuado con una aplicación de inteligencia artificial y 13% no saben si lo han hecho o no. Mientras tanto, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, entre el 26% y el 38% de los empleos en América Latina se verán influidos de alguna forma por la inteligencia artificial generativa (IAG). Esto no significa que todos esos empleos serán sustituidos, sino que se estarán transformando de maneras que, la mayoría de quienes hoy tienen esos trabajos, no conocen. Entre el 3% y el 5% de los empleos sí podrían ser completamente automatizados.
Hace unos días, Tesla anunció que para 2026 espera sacar a la venta 1000 ejemplares de su robot humanoide Optimus. Si bien los inversionistas no reaccionaron efusivamente, lo cierto es que los avances en las capacidades de estas tecnologías han impactado progresivamente, y lo seguirán haciendo, las vidas de las personas trabajadoras, estudiantes y, en general, las vidas cotidianas.
En un diálogo entre una persona y el robot Optimus, éste último expresó que su meta es ser tan humano como un ser humano, es decir, que con el tiempo la interacción sea casi imperceptible. La experiencia nos dice que los seres humanos nos adaptamos rápidamente a los cambios, por increíbles que parezcan. Esto, en definitiva, incluirá la cada vez más cercana convivencia de seres humanos con los llamados humanoides. Pero esa es solo una de las muchas caras de la inteligencia artificial. Si usamos un buscador para identificar las distintas aplicaciones que existen por tipo de necesidad, como ChatGPT, resulta realmente sorprendente.
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Si bien 1000 robots no suenan amenazantes, la realidad es que cada vez más empresas estarán trabajando en el desarrollo de estos mismos prototipos con diversas especializaciones en distintas industrias.
Siendo México una economía en la cual la manufactura y los servicios juegan un rol central, es importante conocer más a fondo cuál es el plan del actual gobierno para crear una política integral que le permita a México acelerar su preparación, tanto a nivel gobierno e instituciones, como a nivel social, a fin de aprovechar el potencial de estas tecnologías, al mismo tiempo que se limitan y retrasan los impactos negativos.
Es bien sabido que la regulación tecnológica es sumamente compleja, pues debería centrar lo social sin generar impactos indeseados en los mercados. Sin embargo, las tecnologías siempre avanzan más rápido que las políticas públicas y eso es más cierto que nunca. Es de vital importancia que México reúna a un consejo de personas expertas con representación de personas de diversos sectores: trabajadoras, estudiantes, profesores, entre muchos otros, que tenga perspectiva de género e interseccionalidad, para discutir las acciones a seguir, por sector, con enfoque en beneficios sociales como salud, cuidados, educación, medio ambiente, acceso a la justicia, entre otros.
La OIT refiere que el mayor impacto de la IAG se dará en empleos urbanos, es decir, la llamada clase media. Y si bien calcula que la inteligencia artificial generativa puede ayudar a las personas a incrementar su productividad, el 40% de ellas en América Latina no podrá beneficiarse de estos avances por la brecha digital.
¿Cómo se va a enfocar la política digital en cerrar estas brechas? ¿Cómo se incorporarán programas de formación y actualización profesional para que la gente pueda sumarse a estos cambios? ¿Qué políticas deben surgir para cubrir los costos de un posible incremento de población sin empleo en etapas más jóvenes de sus vidas? ¿Qué alternativas de actualización educativa y laboral se deben generar? ¿Qué replanteamientos deben surgir respecto al y el fuerte vínculo emocional y material que este tiene para los seres humanos en el sistema económico actual?
Un aspecto crucial es reconocer el impacto fiscal que la automatización puede tener en las finanzas públicas, pues si bien hay quienes desde el optimismo señalan que la inteligencia artificial puede ayudar a incrementar el goce y disfrute de las personas y sus tiempos libres, la realidad es que, en el capitalismo, quienes detentan los medios de producción han usado históricamente el aceleramiento tecnológico para ampliar sus márgenes de utilidad a costa de la naturaleza y los seres humanos. En tanto la tecnología y los gobiernos lo permitan, si los robots y la automatización pueden seguir remplazando al trabajo humano, las empresas la adoptarán. Por eso, la política de cobrar más impuestos al 1% más rico de la población mundial es fundamental, y el gobierno mexicano debería atender ese llamado.
Aunado a esto, están los impactos ambientales de los que poco se habla en medios, pues estas tecnologías requieren la generación de mucha energía, con lo cual se incrementan las políticas extractivistas.
Frente a esto, las políticas de transferencia económica se han planteado como una salida para proteger a la población. Si bien México ha avanzado en esa ruta, seguirla depende de la fortaleza fiscal del estado. ¿Cómo planea México hacer frente a este posible impacto? ¿Cuál puede ser el monto de la afectación?
Además, es importante señalar que estas tecnologías ya están y seguirán estando a disposición del crimen organizado. ¿Cuáles son las implicaciones y qué acciones está tomando el gobierno?
Estas preguntas se las han hecho por décadas muchas personas expertas, pero en México no se ha contextualizado la situación con miras a entender las oportunidades y riesgos, de forma que se generen leyes y políticas públicas adecuadas, con consensos sociales, que den viabilidad a un contrato social más justo en tiempos de acelerado cambio tecnológico.
Hay quienes, por mirar a un árbol, como la obsesión de lograr una reforma en particular, están dejando de ver el bosque. La protección firme de las personas frente a la adopción de nuevas tecnologías es vital para una política social y económica exitosa que ayude a cerrar las brechas socioeconómicas en México.
Si la gente en muchas partes del mundo está votando en contra de la exclusión económica, incluyendo México, el gobierno no puede darse el lujo de ignorar una de las más grandes amenazas que existen a la intensificación de las desigualdades sociales.