El “segundo piso” de la cuarta transformación ha sido lema de campaña y de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Pero ¿qué se imagina la gente cuando escucha eso? Para los chilangos, la referencia obligada es el Anillo Periférico, vialidad que rodea una parte importante de la Ciudad de México cuyo segundo piso, por cierto, se construyó cuando la hoy titular del Ejecutivo era secretaria del gobierno local a inicios de siglo.
El juego de palabras es, en este sentido, muy lineal: Segundo Piso-Periférico-Sheinbaum. Pero la analogía tiene sus trampas. Ni el segundo piso es hoy lo que fue hace 20 años (ahora con unas zonas gratuitas y otras de cuota), ni tampoco se entendería muy bien cómo se enmarca dentro de la filosofía morenista. Cuando se construyó el primer tramo y los subsecuentes el argumento era descongestionar las vialidades, ampliar el flujo de vehículos y dar más ancho de banda a la movilidad (privada, eso sí).
Cuesta un poco pensar cómo esos objetivos se enmarcan en el propósito electoral y de gobierno. Echando a volar la imaginación, podría suponerse que buscaría descongestionar el país de privilegios, ampliar el flujo de los mexicanos hacia una vida digna y dar más ancho de banda para que la gente pueda decidir sobre sus derechos.
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Sin embargo, una lectura menos optimista podría ir en total sentido contrario: parchar con soluciones problemas sistémicos no resueltos, ampliar el flujo selectivo de personas donde unas entran (zonas gratuitas) y otras no (zonas de cuota), y dar más ancho de banda a asuntos que, a la postre, serán un mayor problema (como crear ciudades para vehículos en lugar de para las personas).
Pero ni todo México tiene periféricos con segundos pisos, ni todos los ciudadanos del país conocen la referencia de la capital. Entonces, quizás una referencia más natural es la que dijo en su último informe de gobierno el anterior presidente: el segundo piso de una casa. El 1 de septiembre de 2024 señaló:
“Vamos a poner un ejemplo… construimos nuestra casa con mucho esfuerzo… y se casa el primer hijo porque nosotros tenemos esa buena costumbre, ¿no?, de que los hijos se queden viviendo con nosotros… empezamos a construir también el anexo, la ampliación de la casa… pero ya se tiene uno que ir… pero qué felicidad que quien va a quedar en sustitución de uno es una mujer excepcional, que le va a dar continuidad a la transformación.”
Si esta analogía es más cercana al espíritu del lema de campaña y de gobierno, pues, seguiríamos en la casa del expresidente en donde habrá un segundo piso. Y digo habrá porque, a diecisiete días de iniciada la administración, nunca un gobierno nuevo se había parecido tanto al viejo.
Las prácticas de comunicación matutinas siguen, y cada vez más siguen la lógica de la versión anterior; el nombre del líder ha sido dicho más de cien veces por la presidenta en las mañanas en menos de una quincena; su presencia perfuma los recintos parlamentarios pues decir su nombre o vitorear el canto del honor es aplauso seguro; la nueva dirigente del partido expresamente señala como misión defender su legado. En fin.
Si el segundo piso habrá de llegar, sería bueno que nos explicaran de qué va o cómo piensa construirse. Puede ser que sea la mejor decisión construir sobre una casa con cimientos fuertes y resistentes, a sabiendas de que en tanto viva el dueño esa casa no será tuya. Y después, tampoco se sabe, pues habrá herederos que busquen ejecutar su derecho testamentario. Igual y hacer primeros pisos, en otros lugares pero propios, no es tan mala idea.