En distintas oportunidades he comentado la necesidad de que en la Cancillería se desarrollen mecanismos eficaces para canalizar los casos de acoso y abuso que ocurren dentro de las representaciones mexicanas en el extranjero. Uno de los tipos de abuso existente es aquel que ocurre por cuestiones de género.
Recientemente se publicó una pieza que relata una historia de maltrato y quejas en el Consulado General de México en Nueva York. Se puede leer aquí.
Un lector ajeno a la situación podría leer la historia y no tomar partido, dándole el beneficio de la duda a las partes involucradas. Yo no soy un lector ajeno.
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Ante la presentación de una denuncia o una queja por abuso o acoso laboral, sexual o de lo que se trate, al interior de la Secretaría de Relaciones Exteriores, debe existir un mecanismo que garantice que la autoridad mexicana competente se involucre de manera directa.
No debiera permitirse que las quejas presentadas tengan una simple resolución documental, es decir, en papel. Si Cancillería determinara que una queja contra un funcionario, o muchas quejas contra un funcionario aparentan tener algo de mérito, deberían canalizarse consecuentemente y tener efectos concretos. Si Cancillería determinara que la queja, o las quejas, no tienen el mínimo sustento, así debería expresarlo.
Una persona acusada por acoso, y que esté convencida de su inocencia (real o imaginaria), cuando reciba un documento donde le recomienden tomar cursos de sensibilización de género, seguramente quedará con la sensación de que no fue escuchada en su defensa. Una persona, o personas, que presentaron una queja por abuso y reciben un documento diciendo que a quien acusaron le van a recomendar tomar un curso en línea, también se van a quedar con la sensación de no haber sido escuchadas.
Es absolutamente necesario no dejar asuntos pendientes sobre acoso en la Secretaría. Una persona acusada, ante la eventualidad de que lo haya sido injustamente, no debería cargar con la sombra de la duda ante sus pares permanentemente. Una persona quejosa, o un grupo de personas quejosas convencidas de las razones de sus quejas, no deberían quedarse esperando una intervención oficial por años. Claro, no necesariamente una decisión de autoridad nos va a satisfacer siempre, pero que no llegue, es peor.
El caso que se comenta ocurrió durante una administración pasada. Ahora podrían implementarse medidas que apliquen a este caso en particular, a todos los pendientes que existan y a aquellos que puedan surgir en el futuro.
En la Secretaría de Relaciones Exteriores no estamos acostumbrados a leer una acusación de acoso al interior de nuestras oficinas, y seguramente, Graciela Rock estaba menos acostumbrada a realizarla. Este hecho no puede pasar inadvertido ni para Cancillería como institución, ni para las personas que trabajamos en ella. Ojalá la Secretaría se pronunciara y auxiliara en la posible identificación de un asunto de género o se determinara que no hubo. Ojalá todos supiéramos que podemos ser generadores de violencia, intencionadamente o no, y que también todos podemos ser víctimas de ella. Ojalá quien haya sufrido un acto violento sienta la seguridad de alzar su voz.
Un abrazo.