El inicio de un nuevo gobierno es, por definición, una oportunidad para corregir el rumbo, sobre todo en un país lastimado por la polarización, el populismo, la pobreza extrema y la violencia criminal.
Reducir el mandato constitucional a la comodidad de la continuidad, encuadrada en el discurso del segundo piso de la transformación, es renunciar a la oportunidad histórica de gobernar para todos, “…mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión”.
De ahí que, ejercer el mandato con libertad e independencia, será el inmediato de la primera mujer que asumirá la presidencia de la república. Separar a su gobierno del que termina, sin dividir al movimiento transformador, será su mayor desafío.
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Lo anterior parece difícil, dado el legado y la inercia autoritaria de su antecesor, al imponerle la corresponsabilidad de las reformas constitucionales, una buena parte del gabinete y la conducción política del partido oficial. Todo indica que el escaso margen de maniobra con el que iniciará su administración, solo le permitirá hacer cambios cosméticos, a menos que, se imponga el espíritu de sobrevivencia política y se decida a ejercer la presidencia con la institucionalidad que ordena la constitución.
La inseguridad y la violencia criminal no admiten dilación, el sexenio que termina dejó, con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, un manto de luto de 186,300 asesinatos y más de 5,000 feminicidios, lo que representa una tragedia nacional y el fracaso de la estrategia de seguridad. Continuar con la política de “abrazos, no balazos” y mantener la complicidad con grupos criminales para pacificar al país, sería claudicar a la grave responsabilidad de preservar la vida de los mexicanos y consolidar el narco gobierno que ya domina regiones enteras del territorio nacional.
Una economía está estancada y un crecimiento insuficiente, son las notas distintivas del sexenio obradorista: la tasa de crecimiento real muestra un decrecimiento de 0.8%, el más bajo en cinco sexenios; el ingreso per capita ha caído a menos 2.7% y la pobreza extrema ha tenido un repunte de 400,000 personas. Así, el inicio de la administración será bajo condiciones de fuertes presiones económicas y tensiones inauditas con nuestros principales socios comerciales en Norteamérica y Europa, que exigen decisiones claras y garantías que den confianza y seguridad jurídica a los inversionistas nacionales y extranjeros.
Sin embargo, el mayor reto será superar el encono social que ha generado la polarización; dejar atrás la narrativa de odio y la inequidad de un gobierno faccioso, que ha enfrentado a los mexicanos es impostergable. Generar las condiciones para dar paso a un gobierno para todos, incluyente, equitativo y transparente es, con mucho, el mayor anhelo de muchos ciudadanos, incluidos quienes no votaron por la continuidad.
La situación del país no da espacio para ilusiones y solo buenos deseos, más la responsabilidad por el bien común, al que todos estamos llamados, nos demanda la mejor disposición para construir entre todos, la unidad nacional y la concordia que necesitemos para salir adelante.
Los retos son enormes: seguridad, justicia, estado de derecho, educación, salud, crecimiento económico y desarrollo inclusivo. Los márgenes son estrechos, pese a todo, la esperanza de un futuro mejor es latente. Es hora de gobernar para todos y todas, doctora Claudia Sheinbaum Pardo.