Inteligencia artificial (IA) fueron las dos palabras compuestas más mencionadas en todo el mundo durante el año pasado, y seguramente, lo seguirán siendo a lo largo de este 2024. Los avances en la materia han colocado al tema en los debates públicos y han facilitado el acceso a la misma en múltiples espacios cotidianos como las escuelas, las oficinas y las casas. Por lo que, aquello parecido a un argumento de película de ciencia ficción es cada vez más real y tangible.
La aspiración de crear mecanismos con inteligencia propia tiene una amplia historia, pues por más de un siglo se había planteado esa posibilidad y centenas de científicos han realizado múltiples aportaciones para poder desarrollar estos sistemas. Desde la elaboración de lenguajes lógico – matemáticos a lo largo del siglo XIX, pasando por la propuesta de la definición y delimitación de los primeros robots, la creación de los algoritmos, las primeras computadoras, las leyes de la robótica, el test de Turing, la creación de redes neuronales artificiales, el desarrollo de Eliza, el armado de las supercomputadoras, los primeros chats inteligentes, la domótica, entre muchos otras piezas de este rompecabezas llamado inteligencia artificial.
Los avances han recibido muchos elogios y beneplácito de muchos sectores de la sociedad ya que se ha pensado en un sinfín de aplicaciones de los mismos, pero también han surgido muchos cuestionamientos éticos sobre el uso de esta tecnología y las implicaciones que tiene y tendrá en la vida de las personas y en el desarrollo de actividades en las que hasta el día de hoy sólo intervenían seres humanos, pero que, poco a poco, podrían ser desplazados por mecanismos inteligentes.
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Sumado a las formas en que deben interactuar estos dispositivos con los seres humanos, los códigos de programación, la limitación de sus usos, el almacenamiento de datos sensibles como consecuencia de su interacción con seres humanos, el uso de los datos obtenidos por parte de marcas comerciales o en investigaciones sobre comportamiento o sus capacidades de manipulación.
Ante el panorama, 2023 se cerró con una propuesta inédita hasta el día de hoy, poco pensada, pero muy necesaria, la regulación del uso de la inteligencia artificial. El proyecto se presentó y se aprobó en la Cámara de Diputados de la Unión Europea con el objetivo de que dicha regulación entre en vigor para 2026 en su totalidad en todos los países adscritos al organismo.
Algunos de los puntos principales de la iniciativa consisten en garantizar que los sistemas de IA utilizados sean seguros y respeten los derechos humanos. Por lo tanto, se prohibirán todos los sistemas de categorización biométrica por creencias políticas, religiosas, filosóficas o por su raza y orientación sexual o identidad de género. Al igual que aquellos que identifican a las personas en función de su comportamiento o características personales ni la inteligencia artificial capaz de manipular el comportamiento humano.
Con muchos debates de antemano, se reguló el uso que las fuerzas del orden podrán hacer de las cámaras de identificación biométrica en espacios públicos para garantizar la seguridad nacional o con previa autorización judicial para prevenir una amenaza terrorista “genuina y previsible” o “genuina y presente” o para localizar o identificar a una persona que haya cometido delitos de terrorismo, tráfico de personas, explotación sexual o un crimen medioambiental, así como para buscar a las víctimas de estos delitos.
También se prohibirán los sistemas para expandir o crear bases de datos faciales captando datos de manera indiscriminada a través de internet o de grabaciones audiovisuales y televisión, el reconocimiento de emociones en el lugar de trabajo y en instituciones educativas, el social scoring o sistemas que puntúan a las personas en función de su comportamiento social o características personales, y la IA usada para explotar las vulnerabilidades de las personas.
En el caso de los sistemas de inteligencia artificial generativa, como ChatGPT, o Bard, deberán cumplir criterios de transparencia, como especificar si un texto, una canción o una fotografía se han generado a través de la inteligencia artificial y garantizar que los datos que se han empleado para entrenar a los sistemas respetan los derechos de autor.
La mayoría de los aspectos propuestos en la regulación europea carecen de antecedentes, y seguramente, en los próximos tres años, antes de la entrada en vigor de la totalidad de la norma jurídica, serán discutidos en muchos sectores de nuestras sociedades, pues se requieren de múltiples visiones para poder dar solución a los posibles dilemas éticos.
A diferencia de otros momentos, estas leyes requerirán de una constante actualización debido a los constantes avances tecnológicos y a los posibles problemas derivados de los mismos. En definitiva, el uso de la tecnología provocará discusiones sobre los límites y los alcances de la misma, y en ellas, debemos involucrarnos el mayor número de personas posibles, pues no debemos dejar de lado que la tecnología puede responder a ciertos intereses y estos no están forzosamente enfocados al bienestar común.