El odio es una de las emociones y sentimientos más comunes. También es uno de los que en mayor cantidad de problemas puede meternos. Justamente por ello una de las escritoras afroamericanas más famosas de la historia, Maya Angelou, describe muy bien en una de sus frases que el odio ha causado muchos problemas en el mundo, pero no ha ayudado a solucionar ninguno. Es increíble, pero parece que la frase está hecha a la medida para el México del 2024, sobre todo en materia de economía y gasto social.
El Fondo Monetario Internacional publicó en diciembre pasado el crecimiento de la economía mexicana 4 lugares a nivel mundial para llegar al número 12 en términos del PIB. La institución que incorpora a 190 países en el mundo y que respalda las políticas económicas que promueven la estabilidad financiera, y que se formó después de la segunda guerra mundial, organización perteneciente a la ONU e ícono de la economía liberal y el pensamiento capitalista afirma que el país alcanzó una cifra de 1.81 billones de dólares al año, lo que causó más que escozor en varios sectores del país. Esta cifra representó más de 3.4% de crecimiento anual.
A la cabeza, el opinólogo especialista en economía Sergio Sarmiento en el periódico Reforma y el ex Secretario de Hacienda Carlos Urzúa en El Universal que publican sendas opiniones, que más allá de la cantaleta acostumbrada en contra del titular del Ejecutivo Federal, transmiten un odio profundo a la política económica que, curiosamente y sin que se cumplan todos los presagios advertidos por ese sector, avanza de manera positiva.
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Llama la atención que su pensamiento (y en general el pensamiento de ese sector) sea tan poco crítico, tan superficial y errado, sobre todo por la ausencia de crítica verdadera respecto del presente y futuro de la economía, y sobre todo por aportar sobre los datos que se encuentran sobre la mesa de discusión y nadie realmente debate sobre ellos. Se ciegan en el odio personal dejando pasar tantas oportunidades de cuestionamientos agudos y sensatos. Mientras el primero se pierde en la aproximación a la metodología afirmando que la forma correcta de medir la potencia de la economía es el PIB per cápita, el segundo argumenta que el sistema de salud del país ha dejado a millones de ciudadanos fuera de la cobertura.
En un contexto y circunstancia de la post pandemia covid-19, un aumento del salario mínimo 112% en lo que va del sexenio, reducción de la pobreza con datos del INEGI, aumento de gasto social y una inversión más que cuantiosa en infraestructura en el sur del país, las verdaderas preguntas no aparecen y las que se hacen pasan por complejos muy evidentes y sin siquiera un esfuerzo de analizar la realidad política, social y económica.
Más allá, en algún lado los datos que circulan deberían ser objeto de discusión seria y profunda por la magnitud de las decisiones que se han tomado y que generan compromisos macroeconómicos muy serios –respecto al estado del bienestar y la economía– que deben exponerse en modelo para determinar la evolución del gasto en un periodo de 20 a 25 años, y el cruce que estos generan con otros factores, por ejemplo la edad de la población.
Porque de inicio y a partir de esa posición 12 a nivel mundial en tamaño de la economía el presupuesto para gasto social pasa de 137 mil mdp a 526 mil mdp en este sexenio, lo que implica un acumulado de 1 billón 440 mil mdp en este gobierno. En términos de población beneficiada son 25 millones de personas las beneficiadas y solamente para adultos mayores representan alrededor de 12 millones de personas. Para el 2024 crecen los programas sembrando vida, la escuela es nuestra, apoyo a personas con discapacidad, y jóvenes construyendo el futuro.
Si analizamos el apoyo a adultos mayores encontraremos que este sexenio arrancó con un apoyo de 2550 pesos y finalmente para 2024 será de 6000 pesos bimestrales. Además, la reforma constitucional que lo convierte un derechos exigible establece un artículo transitorio respecto del principio de progresividad ya que este apoyo no podrá ser disminuido, lo que implica una garantía social y económica fundamental para combatir la pobreza, pero que también establece un derecho reflejo –u obligación– que corresponde a la existencia de recursos y la aplicación de los mismos al programa anclado.
Estos hechos, que han pasado casi por desapercibido por la crítica sana obliga a generar las siguientes preguntas y que sean respondidas puntualmente:
¿Cuál es la perspectiva de gasto para los próximos 6 años en la materia?
¿Cuál es la cifra ideal para garantizar una pensión universal o el mínimo básico?
¿Cuál es el número de personas y el compromiso económico que se piensa cubrir en los próximos 20-25 años?
¿Cuál es el mínimo necesario de crecimiento de la economía mexicana, año con año, para garantizar dichos recursos?
¿En caso que no alcance en qué áreas existe prioridad para el recorte y/o transferencias?
Es evidente que los datos que ha arrojado el INEGI y CONEVAL sobre reducción de la pobreza intervienen también para detectar la eficacia de la política y la eficiencia del uso del recurso: 8.9 millones de personas dejaron la pobreza y muchos millones el gasto en consumos de bienes básicos. Cierto, que implica una reducción del 43% al 36% de las mediciones de pobreza. También es evidente que se vuelve relevante el crecimiento en el sur del país y que este será responsable en una buena medida de detonar el crecimiento nacional, pero también es razonable cuestionar la estabilidad macroeconómica y la necesidad de los estados de crear fuentes propias, además, para ir creando un país mucho más responsable, productivo y balanceado. ¿Cuál deberá ser el compromiso de los estados en la materia?
Al final del día, la importancia de un PIB más robusto y amplio significa el incremento de volumen económico, lo que trae como consecuencia que la gente consuma más bienes y servicios, lo que lleva a una mejor condición económica, algo que todos deberíamos buscar, pero que sea durable, alcanzable y tangible.
En el fondo la pregunta que surge es una de mayor relevancia ¿Seguiremos el camino del determinismo social y/o el Estado del Bienestar Social total que se practica en los países europeos?
Por ello y para responder lo que realmente importa, el odio jamás debe ser la fuente de las decisiones políticas, mucho menos de las críticas.